viernes, 22 de julio de 2011

“Soy un laburante que defiende este proyecto”


Una charla con Juan Montes, el autor del libro Esta mujer, los artículos con los cuales Cristina lloró de emoción. El encuentro con la Presidenta y las razones de la escritura.
Cordobés, de 54 años, laburante en un vivero; casado con María José, con quien tiene tres hijos (Juan Manuel, Lola y Eva Clara), padre de Lucía, de 19 (estudiante de comunicación y militante en JP Descamisados): Juan Montes es el tipo que con sus artículos emocionó a Cristina. Esos artículos forman el libro Esta mujer, una suerte de manual para creer, como define en su subtítulo, que la utopía es posible. Como fue posible su encuentro con Cristina. Y nada mejor que arrancar la charla con su relato de esa tarde: “El 27 de abril de 2010, cuando llegó a manos de Cristina Fernández mi artículo ‘ Esta mujer’, el intendente de mi ciudad me llamó para decirme que Néstor Kirchner me hablaría por teléfono para agradecerme. No lo creí y llegué tarde a la llamada. ‘Dejó llorando a Cristina’, había dicho Néstor. La segunda vez, en oportunidad del anuncio de Papel Prensa, la Presidenta les preguntó a unos periodistas de Villa María si yo estaba con ellos. No estaba. Entonces, pedí una audiencia que nunca fue respondida. Cuando el libro estuvo terminado, me ilusioné con que Juan Manuel Abal Medina y el Chino Navarro, dos tipos que habían puesto la cara en los peores momentos de 2008, escribieran el prólogo. El 11 de enero, el Chino me citó para anunciarme que Abal Medina me recibiría en casa de Gobierno a las 18. Pero justo a esa hora lo nombraban secretario de Medios y me atendió otra persona que derribó mis ilusiones de conocer a Cristina. Deambulé por los pasillos y me senté en un banco del patio de Las Palmeras, enfrente del cartelito que decía Legal y Técnica. Ahí estaba Zannini, que era de mi pueblo, y perdido por perdido, golpeé. Estuve con él más de una hora. A las 8.20 de la noche, Zannini me dijo ‘bueno, vamos. Si Cristina sabe que estuviste acá y no te presenté, me mata’. Cuando llegué donde estaba Cristina, me dijo: ‘Así que éste es el hombre que me hace llorar; así que éste es el hombre que me escribe esas cosas que nunca nadie me escribió’. Saqué fuerzas no sé de dónde y respondí: ‘Compañera Presidenta Cristina, necesito que me abrace y me contenga porque voy a llorar, y necesito abrazarla y contenerla en su dolor, en nombre de toda la militancia de Córdoba’. Nos abrazamos. Hablamos, después, más de una hora, reímos, discutimos, nos permitimos lagrimear”. Juan Montes, para decirlo todo.
–Usted dice en el prólogo que el motivo profundo para escribir el libro fue la mirada de sus hijos. ¿Cuál fue el motivo que le siguió a ése?
–Descubrir que el Estado se hacía cargo de nuestro discurso y lo instalaba como conflicto. La crítica, el reclamo y la confrontación con los sectores de poder, o las luchas por los derechos humanos o la democratización de la palabra, eran consignas o eternos desengaños del campo popular y de pronto vimos que era el Estado quien asumía y motorizaba nuestro conflicto. Saber que al Gobierno le hubiera sido más fácil arreglar con la Mesa de Enlace, con Clarín y la oposición y, sin embargo, optó por la más difícil, por la que nadie se animaba a encarar. A partir del apabullante esquema de medidas, leyes y decisiones políticas en ese sentido. Allí apareció la necesidad de hacernos cargo de esa mujer, que, por primera vez en los últimos cincuenta años, nos reivindicaba. Yo aporté desde donde pude, que es escribir, pero miles de compañeros conforman ese ejército anónimo que superó la lentitud y la especulación de las estructuras partidarias.
–¿Qué cosas lo iban enamorando y qué cosas lo decepcionaban al escribirlos?
–Más que enamorarme, creo que me conmovía ir descubriendo cuestiones de una profundidad política impecable y valiente de una simple mujer. Me conmueve la mirada, la capacidad y ese estar a la vanguardia de los acontecimientos que caracteriza a nuestra Presidenta y me decepcionaba la ingravidez del arco político argentino: el de la oposición, que no estuvo a la altura de los acontecimientos para sumarse a un debate bicentenario de fondo y el de los propios peronistas que, salvando a los apóstoles que se pusieron el conflicto al hombro, se sirvieron de la popularidad de Cristina y de las posibilidades de este modelo, incapaces de entender la creación de nuevas formas de construcción política.
–¿Tuvo forma de libro desde el comienzo o fue la visión final de los textos lo que lo llevó a armar Esta mujer?
–La génesis del libro fue una nota que publiqué bajo el título “ Esta mujer”, en abril de 2010, cuando la Presidenta aún atravesaba un profundo estado de vulnerabilidad. El artículo estaba construido en base a enunciados breves que describían en profundidad la gestión y la figura de Cristina. Descubrí luego que era como un índice y me propuse desarrollar cada título, pero en realidad el libro corresponde a la imperiosa e irrefrenable necesidad de expresarme, de pedir la palabra y tratar de explicar, de persuadir, de convencer a un segmento social que estaba preso de la voz única de los grandes medios.
–¿Qué sintió al saberse leído por el “personaje” de su libro?
–Me generaba una gran excitación y ansiedad y una enorme responsabilidad. Yo soy un militante crítico y sentí que mi voz ya no era mi voz, sino la de mis amigos, la de los compañeros que veíamos cosas trascendentales pero también carencias, falencias y debilidades. Sentí que no debía transformarme en un autor alcahuete, sino en un simple laburante y defensor del Proyecto Nacional. La noche que pude hablar con Cristina sentí que frente al personaje, mi libro era mezquino. Ese personaje que tenía enfrente, era una mujer sencilla, una simple mujer, y su espontaneidad y su simpleza fueron para mí más conmovedoras que todas sus acciones de gobierno.
–¿Cómo apareció el periodismo en su vida?
–Inesperadamente. Yo venía del teatro, pero me desempeñé como redactor, jefe de redacción y después director de Diario del Sur, de Córdoba. Tuve algunas revistas propias y un diario que nos duró apenas 25 días. Desde esos lugares fijé siempre posiciones. Después me quebré en los ’90 y desde entonces vivimos atendiendo un vivero en Villa María. Una trinchera desde donde doy pelea cotidiana con los vecinos y fundamentalmente con la gente del campo. Escribo, no obstante, con frecuencia, notas de opinión para diferentes medios del país.
–¿Cuáles fueron los momentos más difíciles en la escritura de Esta mujer?
–Definir el lugar. Tratar de poner bien en claro las terribles contradicciones a las que nos someten las pujas de poder interno y otorgarle al kirchnerismo un sentido transitorio, una transición que profundice la posibilidad de reunir un verdadero movimiento. Y vencer los prejuicios. Uno se nutre de Ricardo Forster, de Eduardo Anguita, de Sandra Russo, de Eduardo Aliverti y atreverse a escribir ante semejantes pensadores me causaba pánico, pero creo que fue más fuerte mi necesidad de hacerle el aguante a la Presidenta que mi baja autoestima. Mi perspectiva era aportarle algo a la militancia y al lector no especializado, el hecho de que se haya agotado la primera edición en dos meses, me enorgullece.

 

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