domingo, 31 de julio de 2011

Imágenes


De aguas y peces,
De ciudades y campos,
De guerras y soldados,
De bondades y maldades,
De padres e hijos,
De días soleados y de los otros,
De amores y odios,
De alegrías y desdichas,
De sueños y pesadillas,
De fantasías y realidades,
Solo imágenes…
Al final de este extraño viaje
Solo nos quedaran imágenes.  

toni


Somos (la búsqueda)


Los pasos lamen la arena
Caminando hacia la sombra
Que no gusta pero llega
Enérgicamente apocalíptica

Pero antes y durante
Huella tras huella,
Manos sobre manos,
Cuerpos con cuerpos,

Y sangre
Y carne
Y huesos
Y sentimientos…

Somos
Con duda o sin ella,
La búsqueda ideal
De lo humano.


Toni

sábado, 30 de julio de 2011

El atardecer aplasta
Palabras de razón
Nada mas que acción
Grita la sangre
Que no podrán silenciar jamás.

El miedo intenta cerrar la boca
Y el hambre y la sed
Y el cansancio y la resignación
Y la incertidumbre y la fe
Y el tiempo pensado vivido.

No imponerse se impone
Como un beso intimo en la oscuridad
Con risas sin ver dientes
Y milagros sin serpientes.


Toni



Improvisando

Barren los vidrios rotos
en el salón del arte
el televisor sigue apagado
la gente mira como ganado
un pañuelo gastado
absorve gotas de sangre.

Barren los vidrios rotos
en el salón del arte 
la cocina está apagada,
cuando se escuchan pavadas
salimos corriendo
para seguir viviendo.

Barren los vidrios rotos
en el salón del arte
los caballos están
demasiado altos
pero hay que bajarse igual
cueste lo que cueste.

                                                                                                                                    Toni

domingo, 24 de julio de 2011

ALBERTO SILEONI: «La educación es un bien social»

Luego de casi un mes dedicado a las negociaciones con los gremios docentes y de haber participado del comienzo de las clases del nivel primario y de la nueva secundaria en distintos distritos, el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, encuentra un respiro en su agenda para reflexionar a fondo sobre los principales desafíos de su gestión: «Es la primera vez que en la Argentina se ponen metas tan altas: todos nuestros chicos en una escuela de
13 años y que además sea de calidad».
Porteño, nacido en 1952, Sileoni es abogado y profesor nacional de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Especializado en Gestión Educativa en la Universidad Nacional San Martín, recorrió un largo camino en el área pública educativa: fue encargado de Educación de Adultos en la ciudad de Buenos Aires en los tempranos 90, director del Polimodal y viceministro en la provincia de Buenos Aires en el período 1999-2003, hasta llegar a su designación a cargo de la cartera nacional en 2009, luego de dos períodos secundando a Daniel Fimus y Juan Carlos Tedesco.
–Hay una idea, sostenida por distintos especialistas, en cuanto a que la educación se encuentra en crisis permanente desde hace varias décadas. ¿Qué opina al respecto?
–Yo no concuerdo con esa idea, porque pareciera que siempre estamos en el mismo lugar. Y eso es muy nocivo para el desarrollo de la sociedad. Si yo digo que estamos siempre en el mismo lugar, que nunca hay progreso, es muy desalentador. No todo es lo mismo: cuando se inició nuestro gobierno, el PBI destinado a educación era de alrededor de 3%, y el 5% se destinaba al pago de la deuda externa. Este año se invirtió esa relación: el 6,4% es para educación y el 2% a la deuda.
–Pero hay quienes hablan de una crisis más profunda, que tiene que ver con que el modelo que dio origen a la escuela como institución típica de la modernidad, del siglo XIX, poco tiene que ver con la actualidad.
–Es cierto que la escuela se tiene que adaptar a los tiempos que corren, a los alumnos que son distintos y a los docentes que son distintos. Estamos haciendo cambios en ese sentido. Algunos más osados y otros más pequeños, y por lo tanto, más posibles. Queremos una institución que atienda más la problemática del chico, que sin dejar de exigir los pueda incluir. La idea de que «si el pibe no funciona se tiene que ir» no la suscribimos. Porque antes, cuando se sacaba al chico de la escuela, podía tener un destino. Estaba la vieja frase: «Estudiás o trabajás». Eso ya no funciona. Algunos, pocos, podrán obtener un trabajo de muy baja calidad, pero los demás se van a la esquina. Entonces es una responsabilidad del sistema educativo que se quede. Es más, puede ser que una determinada escuela no sea para ese chico, pero es el Estado el que debe tener las herramientas para al mismo tiempo ver a qué otra sí puede ir.
–¿Se alcanzó a conformar un marco legal adecuado para motorizar los cambios que el Gobierno pretende instalar?
–Hay todo un proceso legislativo para la educación que empezó ya durante la gestión de Néstor Kirchner con la ley de Financiamiento, primero, que logró llegar a la meta de destinar más del 6% del presupuesto nacional a la educación, y también la ley de Educación Técnico Profesional, que dota de un incremento de recursos sustantivos para el área. La tercera ley, la de Educación Nacional, estaba pensada para cerrar el armazón jurídico educativo que debe tener todo país.
–¿Qué objetivos se propusieron con esta nueva ley?
–Por un lado instala la idea de que la educación es un bien social y se opone a su mercantilización. También apunta a romper con la fragmentación del sistema educativo que existía hasta entonces, con una cantidad mínima de contenidos comunes para cada distrito. Pero además se plantea solucionar problemas concretos: tenemos un ingreso fuerte a la escuela secundaria pero también mucha deserción. Y en eso, como en muchas otras áreas, la capacitación docente es muy importante. En ese aspecto, la ley crea un instituto de capacitación docente, algo que antes no existía. También el profesorado de docente inicial, aumentando un año más su formación.
–Los docentes tienen muy presente el reciente experimento fallido de reforma de la década del 90. ¿Cómo hacer para que confíen en este nuevo proceso?
–Demostrando que no es como en otros momentos. Esta reforma no es un hecho aislado. La situación del país y la decisión política del gobierno apostando a la educación, son factores que le aportan sustento. No es sólo algo discursivo: se mejoraron en más del 400% los salarios en estos últimos años y no hay un solo parámetro inflacionario comparable. Es decir, hay razones como para que los docentes sean escépticos y miren de soslayo la ley, es sensato pensarlo. Pero creo que el proyecto de país es lo que ayuda a dar otras certezas.
–Uno de los avances reconocidos es la implementación de los tres años obligatorios de escuela secundaria. ¿Se tomó alguna medida concreta para asegurar esta obligatoriedad? ¿La Asignación Universal por Hijo influyó en su cumplimiento?
–Instituir por ley la obligatoriedad no garantiza la concurrencia de los chicos. Hay que tomar junto con esto otras medidas que ocurren fuera de la escuela. Y estas tienen que ver con la condición social de las familias. En ese marco, la creación de 5 millones de puestos de trabajo se podría decir, provocativamente, que es una acción «educativa». Porque si los padres tienen trabajo, los pueden sostener en el colegio. Y en esta sintonía por supuesto que la Asignación Universal por Hijo ha sido una medida que ha tenido su impacto. Es bastante visible en la sala de cinco años, pero también en la educación primaria y la secundaria.
–Un dato que surge claramente en cada relevamiento es el poco interés del estudiante secundario con respecto a los contenidos. ¿Se ha buscado mejorar en este sentido?
–Se vienen actualizando los contenidos a partir de la reforma. Pero además estamos incorporando las netbooks para todos los chicos de escuela secundaria. El año pasado se distribuyeron 400.000 unidades y este año llegaremos a dos millones. Ese es un elemento de sumo interés para los jóvenes. Ya lo vemos hoy cuando llegan, y es de su interés porque, hasta los más pobres, son verdaderos nativos digitales. Han nacido con estas tecnologías.
–¿Y cómo reciben los docentes la incorporación de tecnología?
–La experiencia es alentadora. La gran mayoría le da la bienvenida al programa Conectar Igualdad. Nos encontramos con lo siguiente: casi todos están de acuerdo; los que tienen dudas, tienen expectativas y los que se sienten afuera, piden ayuda. Entonces lo interesante es que no hay una negativa de plano sino un pedido de ayuda. Y ahí es donde tiene que aparecer el Estado, ese es nuestro trabajo con la capacitación, la distribución masiva de fascículos, que ya estamos haciendo.
–El impacto de la crisis de 2001 hizo que, por momentos, la escuela cumpla un rol muy cercano a la contención social por sobre su propia razón de ser educativa. ¿Cómo repercute esto en el nivel y en la exigencia?
–Lo primero que debo decir es que hoy el destino de la escuela no se juega en el comedor sino en el aula. Cada vez son menos los papás que mandan a los chicos sólo a comer. Y está cada vez más claro que la escuela no debe ser sólo un lugar de contención social. Porque no hay ninguna otra agencia del Estado que se dedique a la enseñanza, es indelegable esta tarea. Mientras que sí hay otras herramientas que sirven de contención. Y ahí está la tensión más grande: tenemos 11 millones de alumnos. Somos la primera generación como sociedad que se propone como meta llegar a todos nuestros chicos con la educación secundaria. Antes lo obligatorio era la primaria y los demás niveles eran selectivos. En algunos pueblos había tres o cuatro primarias y sólo una secundaria. ¿Qué pasaba con el resto de los chicos? ¿A dónde iban? Por eso nosotros combatimos a los nostálgicos que miran para atrás buscando un paraíso que no ocurrió. La escuela, si era mejor como dicen ellos, lo era para muy pocos. Nosotros ahora apuntamos a mejorar el nivel, pero también queremos que los que antes estaban afuera se incorporen al sistema. Pero esto es muy difícil, educar a los más pobres siempre va a ser un desafío mayor. Y no porque los pibes pobres tengan menos capacidades, sino porque el contexto social y económico opera como un obstáculo. Porque el chico de acá nomás, de Recoleta, nunca tiene problemas para comprar libros, o cuando empiezan los problemas rápidamente aparece el apoyo de un profesor particular. Porque además no hay que buscar la escuela de antes, porque tampoco existe la sociedad de antes.
–Uno de los temas principales de debate en la escuela actual es cómo constituir un perfil «no expulsivo», teniendo en cuenta el alto grado de deserción que usted mencionó.
–Es cierto, pero no debemos retener al chico de cualquier manera. El pibe no puede tener patente para cualquier cosa con tal de que se quede. Es más, nosotros estamos a favor de darle la palabra al chico, hay que escucharlo. Pero al mismo tiempo creemos que la escuela debe ser una institución controlada por adultos. No estamos pensando en una asamblea gobernada por docentes y alumnos. Los que gobiernan la escuela son los docentes. Pero hay que hacerlo escuchando a los chicos. Eso es lo último que hay que dejar de hacer. Por eso cambiamos el régimen de disciplina por las normas de convivencia. Porque lo disciplinario apunta sólo al alumno, en cambio la convivencia involucra a más sujetos: docentes, alumnos y demás personal. Por ejemplo: el docente tampoco puede faltar, ni hablar por celular en clase, ¡ni fumar!, que es algo que se ve habitualmente en las salas de profesores.
–Un fenómeno muy particular es la proliferación de reclamos y presión de los padres hacia el docente y, al mismo tiempo, la poca preocupación de estos por cuestiones de fondo de la educación de sus hijos. ¿Cómo lo analiza?
–Creo que se lo puede calificar como una crisis de época. A veces, así como los padres dudan del maestro, quizá la escuela tampoco les tenga confianza a ellos. Eso habría que solucionarlo. Nosotros creemos que los padres deben involucrarse más en la educación de sus hijos. Que no se envía al hijo a la escuela para sacárselo de encima. La institución construye educación, pero el primer paso es familiar. Justamente con respecto a esto hemos visto cómo la Asignación Universal, además de permitirles comprar libros o vestimenta para concurrir a clase, genera una mayor presencia de los padres en las reuniones del colegio. Ahí tenemos algo: lograr que el padre se involucre más, que pueda escuchar y también exigirle al maestro –en buenos términos, no la patoteada–, es un primer paso. Porque ahí es donde debemos crear sociedades: maestros y padres deben ser una sociedad indestructible en la educación del hijo.
–En 1964 se sancionó una ley, reglamentada 40 años después, que dispone la enseñanza del cooperativismo en las aulas de todo el país. ¿Qué importancia le asigna a la incorporación de los principios y valores del cooperativismo en los planes de estudio?
–Le encuentro mucho valor. Si bien no hay materias específicas, son preocupaciones y conocimientos que están presentes en la currícula apuntando a la formación general del chico. Apuntar a un modelo de construcción solidaria, de mirada hacia el otro, de trabajo en conjunto, es algo que debe estar presente. Porque nosotros creemos que no sólo hay que dedicarse a los saberes disciplinares sino también que debemos ser formadores de personas, en valores. Una formación que no sustituya a la familia pero sí la complemente.
–¿Cómo evalúa la situación de la universidad?
–Hemos producido un gran cambio. Los salarios docentes y no docentes han crecido casi un 500%. Hay que pensar hace cuánto que no hay un paro universitario. Más de 600 millones en obras que se traducen en varias universidades nuevas: en Tierra del Fuego, Moreno, Florencio Varela, José C. Paz, Avellaneda. Y allí van en su mayoría primeras generaciones de estudiantes universitarios. Por supuesto que debemos mejorar la calidad del conocimiento. Hace poco salió una noticia que dice que no tenemos ninguna de nuestras universidades entre los mejores 200 puestos en el mundo. Bueno, allí hay que apuntar: con investigación científica, produciendo innovación, con inversión.
–¿Qué significa que florezcan cada vez más ofertas de posgrados? ¿Una buena oferta en la materia, una menor calidad de las carreras de grado o una necesidad de autofinanciamiento por parte de las facultades, ya que los posgrados sí son pagos, a diferencia de las carreras?
–No creo que sólo tengan como objetivo la rentabilidad. Me parece que es una tendencia en todo el mundo: generar carreras más cortas con la conciencia de que no son la opción terminal del estudiante. Antes uno estudiaba una carrera y ahí se terminaba su formación. Hoy no es así, es apenas un primer escalón; se necesita especialización, maestrías, doctorados. Quizá haya alguna exageración, que a los 30 años haya pibes que ya tienen posdoctorados, pero no es demasiado grave.
–Los «bochazos» masivos, como el que sucedió recientemente en el ingreso a Medicina, en La Plata, ¿sirven como índice del nivel del colegio secundario?
–En estos hechos hay un tópico recurrente. Son los primeros exámenes a los cuales los pibes van sin preparación, para ver qué pasa. Luego, cuando hacen los cursos de ingreso, se producen aplazos, pero nunca en esa proporción. Y, por otro lado, hay facultades, como Medicina, Ingeniería o Física, que no tendrían posibilidades de inscribir al ciento por ciento de los que se presentan, porque necesitan laboratorios y distintas estructuras que van más allá de un aula. Pero en esto también estamos trabajando con programas de articulación entre la educación media y la universitaria. Estamos buscando una posición más generosa, porque antes un nivel le echaba
la culpa al otro y no se hacía cargo.
Hoy la universidad ha entendido que los problemas son de todo el sistema educativo, es algo integral. De hecho, una gran cantidad de profesores del nuevo secundario son producto de la universidad.
–Otro tema de debate es el aporte de subsidios y subvenciones a las escuelas privadas. Hay quienes opinan que no corresponde. ¿El Ministerio tiene una posición tomada con respecto a este tema?
–En principio creemos que toda la educación es pública, con escuelas de gestión estatal y de gestión privada. Es cierto que hay una parte de la educación privada exclusiva, para sólo una parte de la sociedad. Pero también hay otras instituciones, que pueden ser confesionales o laicas, que están insertas en barriadas pobres, que hacen un gran trabajo que no necesariamente tiene que ver con el lucro. Nosotros no influimos directamente en el tema, depende más de cada provincia, pero sí es cierto que tenemos un fondo de incentivo docente que va destinado a estas escuelas, en proporción, dependiendo del nivel de subsidio estatal. Creo que las instituciones que tienen un objetivo definidamente de lucro no deberían cobrarlo. Las provincias deberían administrarlo bien y el Estado debería centrar sus esfuerzos en las de gestión estatal, porque allí sí la inversión está dirigida al pleno de la sociedad.

Pablo Tassart

SEGURIDAD DEMOCRÁTICA VERSUS MANO DURA


Modelos en pugna

Durante el mes de abril, a partir de la decisión de la ministra de Seguridad Nilda Garré de terminar con los servicios adicionales que la policía federal prestaba en la ciudad de Buenos Aires, se reinstaló con fuerza una discusión política en torno a una problemática de indudable interés social: la inseguridad.

En ese marco, recobraron aliento las voces que reclaman mano dura contra el delito, en primer término el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien creó la Policía Metropolitana que ostenta un primer jefe, Jorge El Fino Palacios, preso, y su sucesor Osvaldo Chamorro, procesado, además de una ineficiencia aceptada por los propios funcionarios de la ciudad que aseguran que no puede hacerse cargo siquiera de la seguridad en los hospitales. El líder de Pro acusó al kirchnerismo de impulsar «un alud anárquico» sobre Buenos Aires. Con alta dosis de hipocresía, son los mismos sectores que apoyaron y/o impulsaron las políticas neoliberales que dieron forma al panorama de exclusión de millones de argentinos, caldo de cultivo de una mayor violencia y conflictividad social, quienes reclaman represión contra sus víctimas. La indiscutible relación entre marginación y aumento del delito no hace mella en el discurso manodurista. Por el contrario, redoblan esfuerzos en su nostálgico intento de volver a los 90. Al punto que varios de los máximos exponentes argentinos de la nostalgia «noventista» fueron anfitriones de un encuentro internacional patrocinado por la Asociación Mont Pelerin, usina de pensamiento derechista, fundada por el economista Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía, conocido como «el padre del liberalismo», cuyas teorías «inspiraron» las políticas económicas de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Augusto Pinochet, entre otros. En dicho encuentro se defendieron aquellas políticas económicas aplicadas en buena parte del mundo, y en el caso de nuestro país, «sin anestesia», que dejaron como secuela una profunda desigualdad social, amplias capas de la población condenadas a la marginación y la pobreza y, en ese marco, como no podía ser de otro modo, creció el delito y la delincuencia.
Violencia en pantalla

El reduccionismo analítico del tema de la inseguridad entendido sólo como un problema policial que prima en los medios de comunicación, mucho tiene que ver con la instalación del miedo social. Las poderosas empresas mediáticas, coaligadas en las últimas décadas con megacorporaciones económicas, inciden en la opinión pública a favor del consenso hacia las políticas represivas. En La batalla de la comunicación, el periodista e investigador Luis Lazzaro sostiene que «a partir de los procesos de concentración y articulación del dispositivo multimedia, la violencia y el crimen dejaron de ser unidades de información aisladas dentro de múltiples focos de atención periodística para convertirse en el eje principal del discurso audiovisual». El investigador vincula la acción mediática intencionada con el perfil de individuo que el sistema neoliberal necesita. «El ciudadano en peligro resulta entonces una construcción de época en la que conviven la ausencia de protección social y la intimidación de los medios. Representa no sólo al consumidor
individualizado que no puede cambiar de canal por la fascinación del terror, sino también una categoría política que fortalece la capacidad de intervención de las corporaciones de medios
en la disputa por mayores espacios de poder».
De igual modo, no pueden ser soslayados en el análisis de la inseguridad, los nuevos negocios que abre la instalación del miedo social. Así, el mercado de la seguridad privada registra un crecimiento explosivo en las últimas décadas. Las despiadadas reglas del libre mercado aplicadas a la seguridad pueden ser muy peligrosas. ¿De qué modo compiten las agencias privadas entre sí? ¿Cómo operan estos cuerpos armados para ganar espacios de mercado? Un estudio difundido por el Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia revela que sin un estricto control estatal sobre estas agencias, «es muy probable que la ecuación “más seguridad privada y mayor rentabilidad privada, es igual a peor seguridad pública”, no varíe por muchos años».
Otro aspecto fundamental es el virtual autogobierno de las fuerzas policiales, que explica en buena medida la creación de estructuras cuasi mafiosas que no sólo no combaten el delito, sino que participan activamente en distintos negocios ilegales. Además, aún están a la vista las huellas que dejó impresas en las estructuras policiales la colaboración que prestaron a la represión ilegal durante la dictadura.
Tampoco puede dejarse de lado en una mirada integral de la problemática de la seguridad a la justicia, sobre todo porque perviven en el interior del poder judicial numerosos jueces de oscura participación durante los gobiernos de facto y que ya en democracia obstaculizan los procesos contra represores y genocidas. En tal sentido el Consejo de la Magistratura creó una comisión destinada a seguir las causas por posible complicidad de jueces y personal judicial con el terrorismo de Estado. Según informó el matutino Página/12, se tramitan más de 20 juicios políticos en todo el país por este tipo de causas, y en varios casos se trata de camaristas. Desarmar esta red de jueces comprometidos con la represión ilegal resulta indispensable para garantizar un real sentido de justicia para todos los argentinos.
En una nota publicada en el blog de la Comisión Provincial por la Memoria, su secretario ejecutivo, Alejandro Mosquera, asegura que «las policías y la justicia están direccionadas al control social de los empobrecidos por el sistema y no a investigar y sancionar las redes delictivas complejas que son las que reclutan y utilizan la pobreza que generaron las políticas neoliberales».
Acuerdo

El Gobierno Nacional cambió su política de seguridad desde la creación del ministerio a cargo de Nilda Garré. La ministra ejecutó un conjunto de medidas que en buena medida sintonizan con el Acuerdo de Seguridad Democrática, espacio nacido hace poco más de un año y medio, integrado por un centenar de organizaciones –universidades, organismos defensores de derechos humanos, académicos, especialistas en seguridad– de la sociedad civil, y al que adhirieron dirigentes políticos del oficialismo y la oposición. En abril, además de los múltiples desplazamientos de comisarios de la Federal, la ministra puso en marcha el Plan de Participación Comunitaria en la ciudad de Buenos Aires. Garré sostuvo que «la reapropiación del espacio público por las organizaciones, de la comunidad, la marcha sostenida del proceso de inclusión social, económica, laboral y cultural, respaldados con acciones de gobierno cotidianas, son indispensables para el desarrollo de una política de seguridad democrática».
La agenda

El Acuerdo de Seguridad Democrática da cuenta de un cambio en la concientización social acerca de la necesidad de nuevas formas de abordaje de la inseguridad. El manodurismo, además de sus rasgos autoritarios y represivos, ya demostró ser ineficaz para dar tranquilidad a la población. Sobran los ejemplos en tal sentido, pero quizás el más paradigmático sea el de la provincia de Buenos Aires. Durante las gobernaciones de Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf se dio el máximo poder a «la mejor policía del mundo» y lejos estuvieron de resolver el problema de la inseguridad. Incluso, el actual gobernador Daniel Scioli, que en líneas generales continuó la premisa de dejar el problema exclusivamente en manos de la policía y mantuvo en este aspecto uno de los principales puntos de conflicto dentro del kirchnerismo, comenzó a dar algunas señales, superficiales por cierto, de adecuación a algunos de los ejes marcados por el Gobierno Nacional.
El cambio que quizás esté comenzando se plasma en una imagen registrada en un seminario internacional organizado por el Acuerdo con el auspicio de la Oficina Regional de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas y el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos. Allí, en la mesa de referentes políticos participaron los diputados Vilma Ibarra (Nuevo Encuentro), Mónica Fein (Socialista), María Luisa Storani (UCR), Felipe Solá (PJ Federal) y Horacio Alcuaz (GEN), y el legislador bonaerense Fernando Navarro (Frente para la Victoria), todos firmantes del acuerdo. Más allá de los matices, coincidieron en la condena a la mano dura y la instalación del miedo, así como en la necesidad de alcanzar acuerdos en torno a políticas democráticas de seguridad. La ministra Garré, quien clausuró el encuentro, destacó el consenso alcanzado en el marco del Acuerdo, y concluyó: «Nos oponemos a que la agenda sea ganada por consignas de orden y seguridad que llevan a más inseguridad y en el pasado condujeron al terrorismo de Estado».

Jorge Vilas

CAROLINA SCOTTO: Volver a pensar

El despacho de Carolina Scotto huele a pintura fresca. Una escalera amplia primero y un largo pasillo después, de paredes recién pintadas y marcos cubiertos con papel de diario, conduce desde la planta baja del Pabellón Argentina de la ciudad universitaria cordobesa hasta ese lugar amplio y silencioso, con grandes ventanales por los que entra el sol tibio del otoño. El rectorado está en obra, y en la alteración que los arreglos han impuesto a la vida cotidiana de la universidad se adivina, sin embargo, cierto orden. Entre las pilas de libros que ocupan las mesas y los rincones, Scotto, doctora en Filosofía, reelecta el año pasado para conducir la Universidad de Córdoba con un amplio consenso –188 votos a favor y 30 en blanco, y el apoyo de todas las facultades– ejerce su cargo de rectora y su profesión de filósofa. Pensar forma parte, sin dudas, de ambas tareas.
El lugar que ocupa desde 2007, tiene una larga historia y un fuerte valor simbólico. De hecho, la Universidad de Córdoba, la más antigua del país, tiene casi el doble de edad que la patria: cumplirá 400 años en 2013 –nació bajo la tutela de los jesuitas en el siglo XVI–, y en esos cuatro siglos sus claustros han sido escenario de hechos decisivos de la historia argentina, como la Reforma Universitaria de 1918 y el Cordobazo.
Como los albañiles y pintores que están renovando el edificio, Carolina Scotto parece haber llegado hasta allí, después de un largo camino académico y personal, para cambiar algunas cosas. Para empezar, y como se ha señalado en infinidad de ocasiones, es la primera mujer que ocupa ese cargo. Para seguir, viene de una disciplina que no es, precisamente, de las más acostumbradas a proveer de cuadros políticos y dirigenciales. En ciertos ámbitos de poder, doctor es sinónimo de abogado. Ella, en cambio, se doctoró en Filosofía.
La dictadura militar la sorprendió en medio de sus estudios y la llevó a refugiarse en la vida doméstica. Tuvo, entonces, muy joven, tres hijos, y terminó su carrera de grado mientras criaba a sus niños, trabajaba y daba clases. Por eso sabe de qué habla cuando se refiere a las dificultades adicionales que suelen enfrentar las mujeres a la hora de construir una carrera académica. La universidad, dice, «es una institución que todavía discrimina. En esta universidad hemos hecho el primer gran estudio, para conocer cuál es la posición de las mujeres trabajadoras, empleadas y profesoras, y de las mujeres estudiantes respecto de sus derechos y sus perspectivas. Y nos hemos encontrado que esta es una institución que sigue haciendo diferencias de género que no se justifican de ninguna manera. Por ejemplo, a igualdad de méritos académicos, son muchos más los varones que las mujeres que están al frente de proyectos de investigación. A su vez, las mujeres dicen haber tenido la disyuntiva, en algún momento, de continuar acrecentando su familia o bien dedicarse a la carrera. En algunos casos nos encontramos con colegas que expresamente confiesan haber decidido no formar una familia o no tener hijos». Entre otras cosas, en la Universidad de Córdoba se ha ampliado la duración de la licencia por maternidad y se ha extendido este derecho a las becarias. «La doble responsabilidad que yo tenía –dice Scotto–, no era sólo cumplir con todos los compromisos contraídos públicamente para conducir esta universidad, sino también mostrar que una mujer podía hacerlo».
–¿Ser mujer y ser filósofa es una condición doblemente desventajosa?
–En casi todas las instituciones más consolidadas en nuestros países –las universidades lo son–, ciertas profesiones y la condición de mujer no han estado justamente en el centro de las decisiones, ni a cargo de puestos importantes y menos en la conducción máxima de gobierno. También creo que viene ocurriendo un proceso muy interesante y sostenido en el tiempo de feminización en casi todas las esferas públicas que es muy notable en el caso de las universidades latinoamericanas. Y eso se evidencia en que carreras históricamente masculinas se han ido feminizando mucho más. Y eso tiene que cristalizar finalmente en lo que yo creo que es un proceso irreversible. Con respecto a carreras como la mía, efectivamente no han gozado de los mejores presupuestos, de matrículas masivas ni de los mejores salarios para quienes egresan de allí, al contrario. En general, las carreras profesionalistas han sido las que generan más expectativa social en los jóvenes que las eligen masivamente, aspirando a puestos de mayor remuneración. No hay filósofos por todos lados ocupando puestos de responsabilidad…
–¿Eso está cambiando?
–Sí, es un error que se va a ir corrigiendo. Cada vez más, nuestros jóvenes pueden elegir una carrera con libertad y menos influidos por prejuicios o representaciones sociales favorables sólo a ciertas carreras. Eso se ve también en la reducción de las matrículas. En las carreras no tradicionales se están inscribiendo más estudiantes...
–¿Cuáles?
–Por ejemplo, en las carreras de Humanidades. No obstante, en este tema particular de la composición de la matrícula universitaria hay mucho que hacer. Yo personalmente no creo que haya que dejar libradas a la evolución de factores culturales complejos las demandas de formación. Hay que estimular la matrícula en carreras en las que tenemos pocos alumnos y pocos graduados y que son muy demandadas en el mercado laboral por distintos sectores. El país necesita profesionales en esas áreas, y por razones que también tienen que ver con prejuicios culturales o con malas épocas para esas profesiones, cuesta mucho conseguir...
–¿Por ejemplo?
–Ingeniería, las ciencias aplicadas en general.
–¿Y a qué se debe la falta de matrícula en estas disciplinas?
–En cierto momento, con la disolución de las fuerzas productivas y del aparato productivo del Estado, y con el apogeo del neoliberalismo, cierta mano de obra empezó a resultar poco necesaria. Pero también, seguramente, tiene que ver con algunas dificultades en la calidad de la enseñanza media para dotarlos de las herramientas apropiadas para cursar estas carreras con éxito. En fin, esos problemas complejos, me parece que la universidad argentina ha empezado a discutirlos y creo que los estamos encarando con más decisión y también con menos prejuicios.
–En un artículo sobre la Reforma Universitaria usted decía que la universidad tenía que recuperar su misión en la sociedad. ¿Cuál es hoy esa misión?
–Creo que la gran misión de las universidades es hacer una contribución específica a la transformación de la sociedad misma, en el sentido de acercar instrumentos para el desarrollo social equitativo. Este es nuestro máximo compromiso. Para eso, lo que nosotros hacemos en las universidades es construir conocimiento. De lo que se trata es de acercar ese conocimiento no sólo a las nuevas generaciones para que continúen esta tarea, sino acercarlo de forma directa a la comunidad desde el momento en que esta lo necesite.
–¿De qué manera?
–Tenemos tres grandes misiones: la enseñanza, la investigación y la extensión. Y en las tres está la mirada hacia el fin social. Normalmente decimos que la extensión es el modo específico a través del cual las universidades aportan su conocimiento, su capital, sus recursos, su experiencia, su equipamiento y su infraestructura para el mejor diagnóstico y, eventualmente, la solución de los problemas de la comunidad. Pero en realidad, a los problemas de la comunidad apuntamos en todas las dimensiones. Debemos también investigar los temas sobre los cuales todavía no tenemos estrategias o herramientas para resolver mejor. Lo sustantivo de la actividad universitaria, nuestro norte, es la comunidad en la que estamos. No sólo la presente, sino también la comunidad futura. Los conocimientos pueden no tener aplicación inmediata y hay conocimiento que se construye sin tener la menor idea de para qué será útil. Y eso sólo lo desarrollan las universidades. En particular, son las universidades públicas las que están poniendo el peso presupuestario en el conocimiento científico básico o más abstracto y más teórico que todavía no sabemos para qué nos servirá.
–En la década del 90, la universidad también se volcó hacia la sociedad, pero una sociedad entendida en términos de mercado. Y estuvo cada vez más orientada a responder directamente a las demandas del capital, tanto en los contenidos como en el perfil de las carreras, y también en materia de investigación. ¿Cómo se define, entonces, a qué comunidad debe abrirse la universidad y cuáles son sus necesidades?
–La comunidad somos todos y la integran distintos tipos de organizaciones, como el sector público, el sector privado, el sector educativo, las organizaciones no gubernamentales y demás. Pero el diagnóstico de cuáles son los problemas y la decisión acerca de cuáles van a ser las políticas públicas que serán necesarias para nuestra comunidad en un momento dado y particular tiene que ser realizado por los mecanismos democráticos que conocemos, a través de los órganos que conocemos, y de eso la universidad tiene que formar parte. Creo también que el sector privado debe insertarse en ese marco en forma adecuada.
–Pero hay distintas formas de aportar al sector privado. Una, la que caracterizó a la universidad neoliberal, es casi una subordinación…
–En todos estos años intentamos despegar a las universidades públicas, y en general al Estado, del neoliberalismo feroz de los años 90. Y en la universidad pública se ha vuelto a desarrollar una vigorosa sensibilidad en contra de la imposición de los intereses corporativos de distintos sectores sobre nuestras agendas e, incluso, sobre nuestros recursos. Durante la etapa neoliberal, toda la actividad de extensión se tenía que orientar a aquellas acciones que pudieran permitirle a la universidad tener recursos para hacer lo que le es propio. Porque ni siquiera podíamos cumplir nuestra misión esencial. No teníamos manera de financiar los posgrados, no teníamos manera de financiar la formación de grado, no teníamos manera de crecer innovando en nuestras propias ofertas de promoción. Pero todo esto se ha ido revirtiendo. Sin duda, acompañado también por las políticas de recuperación presupuestaria sostenida que hemos tenido estos años. Esto ha ayudado a fortalecer nuevamente la autonomía frente a la entrega de la universidad a los intereses corporativos.
–¿Hay una relación entre los cambios positivos que está viviendo la universidad con los procesos políticos que está viviendo la Argentina y algunos países de América latina?
–Sí, creo que hay una decisión sostenida, como política de Estado, de fortalecer el sistema educativo público y, en particular, privilegiar a la universidad pública, no sólo con políticas de recuperación presupuestaria sostenida, sino además referenciando a las universidades como el ámbito privilegiado de consulta del Estado.
–¿Esto antes no era así?
–Antes era todo lo contrario. Era el sector privado aquel a quien debía consultar el Estado. Las consultoras privadas eran las fuentes; los insumos básicos de los gobiernos neoliberales. Ahora somos las universidades las proveedoras de los insumos básicos. Y es natural que así sea. El Estado está financiando a las universidades, les está diciendo «investiguen libremente», corresponde que les diga «explíqueme cómo hago esto» o «estudie este problema» o «constrúyame indicadores para evaluar esta situación» o «diséñeme una solución para este problema». Es lógico, pero sólo ahora parece lógico. Antes habíamos llegado a acostumbrarnos a que entre el Estado y nosotros no hubiera ninguna relación importante, a estar en una especie de limbo dependiente de que el mercado nos prestara alguna atención, y además esforzándonos por mostrar a la opinión pública que éramos eficientes, que usábamos bien el presupuesto.
–¿Los años 90 representaron un retroceso con respecto a ciertos principios de la Reforma Universitaria?
–En todo sentido. También con respecto al concepto mismo de educación pública como un bien público, como un bien social y como un derecho humano básico que tienen los ciudadanos de nuestro país y que debe estar financiado por el Estado, porque deja de ser un derecho cuando pasa a ser solamente una opción para quien pueda pagarse sus estudios y que, entonces, pasa a depender sólo de sus propios recursos, gustos o intereses personales o de clase.
–¿Cómo ve la capacidad crítica en la universidad? ¿Disminuyó también a partir de las políticas neoliberales? ¿Y de qué manera se vio influida por eso que se llama la burocratización del conocimiento, los mecanismos de evaluación y de acreditación?
–Creo que en general los estigmas ideológicos de época impactan muchísimo en nuestras vidas. Efectivamente, el potencial crítico en la universidad en los años 90, como mínimo, se adormeció. Muchos intelectuales se resignaron a que la vida intelectual no pasaba por la universidad, que apenas se podía sobrevivir en ella. Había un clima poco estimulante para la condición intelectual, artística, autónoma, independiente. En la universidad no hay mecanismos directos de censura. Lo que sí hay es un enorme caudal de producción crítica adormecida y escondida. Hay mucha producción crítica, mucho saber útil cuya sola discusión generaría un enorme impacto social en temas políticos, en temas ideológicos, en temas sociales, en temas legales, pero las universidades todavía no le están dando la suficiente importancia a que ese conocimiento se conozca. Por otra parte, es verdad que los sistemas de evaluación de la actividad y de la producción académica se han hecho muy complicados y muy burocratizados. Eso ha obligado a los profesores a dedicar una enorme cantidad de tiempo a tareas que, por un lado, tienen la ventaja de estandarizar un poco la producción y la hacen comparable, pero, por otro lado, pueden llegar a volverse excesivas hasta el punto de que, como ocurre en algunos casos, no tenga el menor sentido la calidad de lo que se hace sino sólo la cantidad. Esto me parece una especie de desquicio, una pérdida de recursos y, sobre todo, una pérdida del precioso tiempo intelectual de nuestros investigadores.
–Durante el debate que se dio a raíz de la visita de Mario Vargas Llosa a la Argentina, muchos académicos e intelectuales salieron a hablar públicamente sobre temas que no suelen ocupar el interés de los medios. ¿Cómo vio esa discusión?
–A mí me entusiasma que haya interés en ir más allá del estrecho límite de la propia profesión y del ámbito de trabajo, para salir a la arena pública a debatir. Me parece que las cosas que se han dicho en torno a la visita de Vargas Llosa han sido bien interesantes. Y por supuesto, todas han excedido a Vargas Llosa. Me parece extraordinariamente positivo que nos atrevamos cada vez más a arriesgar nuestra opinión en el terreno público. Porque hacemos una gran contribución que, además, creo que es obligatoria. Tenemos que salir a opinar, a formar una conciencia colectiva más crítica. No son temas que debiéramos dejar en el café, en el paper o en la discusión de pasillo en la universidad. A su vez, deberíamos ponernos un poco menos nerviosos por las discrepancias y más bien excitados por el estímulo que provoca que haya otro que piense distinto y que se produzcan estos acontecimientos que agitan la vida pública.

Marina Garber

ALEJANDRO DOLINA: «Somos como payadores»

Alejandro Dolina es un personaje único de la cultura argentina, capaz de atravesar con la misma impronta los medios, los pentagramas y las bibliotecas. Mientras disfruta de la inoxidable leyenda de su labor radial y vuelve a aventurarse en la televisión, el creador anuncia que avanza en la escritura de su primera novela y explica las motivaciones por las que adhiere al proyecto político del kirchnerismo.
La medianoche cálida y brumosa que desmiente al otoño porteño parece ser el territorio natural de Dolina. Sin descuidar sus tesoros de esa hora, que son un alfajor y una tableta de chocolate blanco, el escritor, músico y conductor radial se presta al diálogo franco. Mientras el autor de los volúmenes Crónicas del Ángel Gris, El libro del fantasma y Bar del infierno se asoma a los pliegues de su universo creativo, una nutrida legión de jóvenes hace fila sobre la avenida Corrientes para poder ingresar a una de las salas del Multiteatro, el ámbito teatral que actualmente aloja las andanzas de La venganza será terrible, nombre que desde hace 18 años denomina a un espacio radial que con otros títulos como Demasiado tarde para lágrimas y El ombligo del mundo, se largó como una travesura en abril de 1985.
«Yo no me explico por qué la gente sigue concurriendo, de verdad no lo sé. Debe ser por algún malentendido, pero sigue ocurriendo», desliza este artista oriundo de la localidad bonaerense de Baigorrita, antes de aportar un dato que le acaricia el alma: «En algunos foros más, en otros menos; algunos días más, otros no tantas; algunas temporadas altas y otras bajas; lo cierto es que siguen presenciando este programa miles y miles de personas todos los años».
Antes de que la cortina que anuncia una nueva emisión del ciclo a través de Radio Nacional (AM 870) ironice acerca de un programa «pagado por el oficialismo y premiado por la oposición», repasa con satisfacción algunas de esas andanzas. «A veces hemos tenido altísimas concurrencias, en foros como el del Anfiteatro Humberto de Nito, de Rosario, donde alguna vez fuimos más de 12.000 personas, o en las tribunas del Estadio Centenario de Montevideo», recuerda.
Al pasar revista a ese andar a través del dial, que lo llevó por El Mundo, Rivadavia, FM Tango, Continental y Radio 10, destaca que «está Mar del Plata, donde se da una cosa muy curiosa: al mismo tiempo y en la misma función, reunimos a un público de todas las provincias que se junta allí. Y también están las giras que seguimos haciendo, simplemente por pueblos de la provincia de Buenos Aires y, otras veces, intentando mayores distancias». Aquí o allá, Dolina es definitivamente el imán que atrae a una muchachada ávida de buenas historias, que aglutinan el barrio con la filosofía y que se barnizan con elegantes ironías y melodías definitivamente pasadas de moda. Aunque en estos lances ha sabido acompañarse de diferentes laderos, capaces de sintonizar la misma frecuencia.
–¿Es difícil formar parte del juego que vas proponiendo cada noche?
–Es muy difícil. No es sencillo encontrar compañeros adecuados. Y es por ese motivo que les tengo tanto afecto y tanta admiración a las personas que están conmigo.
–¿Por eso se han ido produciendo los cambios de elenco?
–Si se tiene en cuenta que hace muchos años que estamos en el aire, no hemos cambiado tanto. En general, todos los cambios han obedecido a razones profesionales y de crecimiento de nuestros compañeros, como en el caso de Gabriel Rolón y de Coco Sily, que han debido abandonar el programa por propuestas y posibilidades profesionales muy superiores o, al menos, superiores en lo que tiene que ver con un desarrollo exitoso, no sé si en lo artístico. Lo que quiero decir es que nadie se fue peleado.
–¿Cómo definirías a tus actuales compañeros?
–El equipo actual ha venido a reemplazar a un verdadero «dream team», ya que Gillespi, Sily y Rolón configuraban un elenco fortísimo. Patricio Barton es extraordinario, a Jorge Dorio ya lo conocía por haber compartido con él otras temporadas y Gabriel Schultz proviene de la radio, de un ejercicio continuo y muy profesional, así que desde luego que estoy muy contento con ellos.
–¿Es más difícil o más fácil de lo que parece subirse a este tren que ponés en funcionamiento?
–Para los compañeros es más difícil de lo que parece, pero no por mi exigencia, sino porque se requiere una perspicacia para seguir el discurso. Tiene que ser un poco payador el que se siente aquí, tiene que continuar el discurso con pertinencia. Tiene que contestar, pero al mismo tiempo tiene que abrir; no puede contestar cerrando puertas, sino abriendo otras nuevas. Hay grandes actores, muchachos de una gran imaginación, artistas mucho mejores que nosotros que, sin embargo, cierran su propio mundo. Y es muy difícil meterse en ellos y continuar con un discurso que debe ser colectivo.
–Se supone que es un ejercicio dificultoso el saber escuchar…
–Claro, por eso creo que lo nuestro tiene que ver con lo que hacen los payadores: cuando cantan a media letra, no tienen solamente que rimar lo que le propone el compañero, sino también abrir la puerta para que continúe la rima el que viene después de ellos. Cuando alguien clausura con rimas o ideas que son difíciles o que no tienen continuación, no sólo cierra la puerta del compañero, sino que también cierra su propia puerta. Y entonces se termina el juego.
–¿Con esta misma mecánica encarás Recordando el show de Alejandro Molina?
–En la televisión es la primera vez que me ocurre de contar con un equipo de gente como la que conforma el grupo de Juan José Campanella, que está absolutamente involucrada con el programa y que tiene muchos deseos y, fundamentalmente, mucha competencia, para que la cosa salga bien. Afortunadamente, se ha dado esa afinidad estética que al menos permite ahorrar tiempo en conversaciones y en explicaciones cada tres palabras. Verdaderamente, hay que indicar que la participación de Campanella y su grupo mejoraron mucho el proyecto.
–¿Cómo surgió la idea del programa?
–La idea surgió como una cosa muy humilde. En principio, había pensado en hacer un micro que tuviera una charla, una canción y nada más, porque no era el canal Encuentro un lugar donde encontrar presupuestos para aventuras más rumbosas. Pero sí era un foro donde la complejidad de las ideas podía ser admitida con mayor hospitalidad.
–Pero la cosa creció…
–Surgió la venturosa posibilidad de que se incorporara Campanella a dirigirlo. En verdad, la idea partió de Martín Dolina (uno de sus hijos), que concibió la posibilidad de no hacer el programa que habíamos pensado, ese de las charlas y las canciones, sino de recordar ese programa como si ya hubiera ocurrido: entonces podríamos evocarlo casi despilfarrando. Y después viene el otro programa, que es el documental acerca de aquel programa, que tiene testimonios de tipos que trabajaron con el tal Molina, pero también cámaras de seguridad, películas vecinas y, desde luego, los fragmentos de aquel programa. Pero tiene también un conductor que, a partir de todos esos recursos, va generando otra historia: la del protagonista y de quienes lo rodeaban, sus excentricidades, sus amores, sus locuras, su desaparición y algunas traiciones, también.
–¿Cuánto de Dolina hay en Molina?
–Mucho. Molina es más sombrío, seguramente, pero tal vez yo soy más sombrío de lo que se cree. No teme Molina a mostrarse sombrío y, en cambio, acaso Dolina mantiene al menos cierto temor, una cierta vergüenza.
–Uno de los disparadores de la historia de Molina tiene que ver con una mafia que, se dice, es china o japonesa. ¿A qué obedece esa fascinación por las historias orientales?
–El ápice de ese interés por lo chino es más que nada por el taoísmo y por ciertas antiguas literaturas de la China. Algo que se apreció de manera notable en Bar del infierno, donde hay un montón de relatos chinos, probablemente un poco influidos por algunas lecturas o recurrencias, que son hijas de ciertos descubrimientos y deslumbramientos. Ahora y por casualidad, en El show de Alejandro Molina también están los chinos de la mafia que persiguen a Molina. Y, un poco por casualidad, el primero de los relatos que hice en el programa fue un relato chino también, pero nada más.
–¿Cómo describirías el tipo de humor que se cultiva en el programa?
–Todo se desarrolla naturalmente en un clima de cinismo, con actuaciones despojadas, para permitir mejor todavía el registro humorístico que hacemos, que no es tanto de farsa ni de exageración, sino que más bien se nutre de lo que no hay.
–¿Qué te ocurre al presenciar El show… cada martes por la noche?
–Ahora que lo veo, lamento decir que me gusta. Digo lamento porque quedaría mucho mejor decir que no estoy conforme y que hubiera soñado con algo mejor logrado, pero la verdad es que no: me gusta mucho. Me parece que eso es lo que queríamos hacer y, teniendo en cuenta las limitaciones que uno tiene, no está nada mal.
–¿La concreción del programa te ha llevado a amigarte con la televisión?
–No estoy peleado con la televisión, pero la pregunta está bien hecha y la respuesta es no. No porque no es televisión de aire, porque no manejamos ni horarios ni ambiciones televisivas de alta competencia, sino que aspiramos a hacer un programa que esté bien y que sea visto por la mayor cantidad de gente posible, a sabiendas de que las muchedumbres van a permanecer incluso ignorantes de la existencia misma de este programa. Esto es así.
–¿Cómo observás el panorama político, en el que estás asumiendo un papel público y explícito?
–Evidentemente, estamos ante un conflicto áspero pero al mismo tiempo indispensable, porque creo que la política ahora está en el centro de la discusión. La discusión es política, no es sobre gestión o hechos puntuales que no tienen ideología. Estamos ante una discusión profundamente ideológica entre el liberalismo y las corporaciones colocadas de ese mismo lado, el del poder económico y el del establishment, mientras que del otro lado hay un gobierno que ha resuelto que el Estado intervenga con un sentido que lleva a cabo políticas audaces, que dan un resultado bastante aceptable, en algún caso de perfiles inéditos.
–¿Están claramente planteadas dos maneras de entender la Argentina?
–Este gobierno tiene en su agenda algunas cuestiones que solamente discutíamos en las pizzerías, en los bares o en las reuniones de estudiantes o de diletantes. Ahora esos asuntos forman parte de la agenda oficial. La otra cosa que también es inédita, o que se ha dado muy pocas veces en la Argentina, es que el poder económico está en un lugar y el gobierno está en otro. Casi siempre los gobiernos han sido funcionales al poder de las corporaciones, y ahora no sucede así. Esto genera una discusión de tal índole que es imposible enmascararse, no hay más remedio que dejar caer la máscara. No estamos ante un conflicto de modales ni de transgresiones a las buenas maneras políticas; estamos ante un asunto fuertemente político y me parece bien, porque además ha sucedido que sectores que estaban completamente desinteresados por la política han vuelto a interesarse, y de la mejor manera.
–Ese interés incluye claramente a los jóvenes.
–Siempre es preferible que amplios sectores de la juventud estén interesados en esta discusión y no en atender cómo resuelven su situación individual, a qué país emigran, a ver si es mejor Miami que Italia.
–¿Esta suma de elementos te hace ser optimista de cara al futuro inmediato del país?
–Soy bastante optimista, teniendo en cuenta el momento áspero que le tocó vivir a la Argentina en 2001: estamos saliendo de ahí. No me hago ilusiones respecto a nuestra pertenencia al primer mundo ni nada por el estilo, pero evidentemente algunos baldes de barro hemos sacado.
–¿Cómo te sentís siendo parte de espacios sociales, culturales y políticos que acompañan este proceso?
–Lo vivo con alegría y también con temor. Cuando hay una convocatoria tan amplia y tan generosa de pensamientos, evidentemente hay también alguna clase de confusión. Entonces, no es una cosa sencilla. Esto me da un poco de temor, especialmente en estos meses preelectorales, porque creo que en las próximas elecciones se juega mucho de la historia argentina. No es una administración u otra, sino un país u otro. Y por ahí tengo miedo a cierta torpeza de nuestro propio campo, ya que creo que es más peligrosa la posibilidad de un gol en contra que la de un gol señalado por los propios adversarios. Y ya algunos goles en contra nos hemos hecho.

                                                                                                                                 Sergio Arboleya


sábado, 23 de julio de 2011

Patas arriba. La escuela del mundo al revés

La escuela del mundo al revés es la más democrática de las instituciones educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y gratuitamente dicta sus cursos a todos y en todas partes, así en la tierra como en el cielo: por algo es hija del sistema que ha conquistado, por primera vez en toda la historia de la humanidad, el poder universal. En la escuela del mundo al revés, el plomo aprende a flotar y el corcho, a hundirse. Las víboras aprenden a volar y las nubes aprenden a arrastrarse por los caminos.El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo docente, habla de "la tasa natural de desempleo". Por ley natural, comprueban Richard Herrnstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria.
¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología antisocial, locura y peligro que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos de buena salud del éxito social. Los delincuentes de morondanga aprenden lo que saben elevando la mirada, desde abajo, hacia las cumbres; estudian el ejemplo de los triunfadores y mal que bien hacen lo que pueden para imitarles los méritos. Pero "los jodidos siempre estarán jodidos", como solía decir don Emilio Azcárraga, que fue amo y señor de la televisión mexicana. Las posibilidades de que un banquero que vacía un banco pueda disfrutar, en paz, del fruto de sus afanes son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.
Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. El malevaje financiero secuestra países y los cocina si no pagan el rescate: si se compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol. La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas.
El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento. En los suburbios del mundo, los jefes de Estado venden los saldos y retazos de sus países, a precio de liquidación por fin de temporada, como en los suburbios de las ciudades los delincuentes venden, a precio vil, el botín de sus asaltos.
Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares. Los asaltantes, al acecho en las esquinas, pegan zarpazos que son la versión artesanal de los golpes de fortuna asestados por los grandes especuladores que desvalijan multitudes por computadora. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al menor costo.
Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela.

                                                                                                                        Eduardo Galeano

BICENTENARIO: REVOLUCIÓN HAITIANA

Frente a las costas de la América Central, al norte de Colombia y Venezuela, se extiende el archipiélago de Las Antillas, cuyas costas están bañadas por el Mar Caribe en el occidente y por el Océano Atlántico en el oriente. Las islas de Cuba, La Española y Puerto Rico se distinguen por su extensión y reciben el apelativo de Antillas Mayores. Cristóbal Colón desembarcó en La Española el 5 de diciembre de 1492 y la isla pasó a formar parte del Imperio Español. Este hecho marcó el inicio de la conquista, colonización, saqueo y despoblamiento de tierras que ni eran nuevas, ni incultas ni mucho menos estaban deshabitadas. Antes de la llegada de los españoles, la isla estaba poblada por las etnias arawak, caribes y taínos, que sumaban unos 300.000 habitantes. En menos de 15 años fueron reducidos a 60.000.
Durante los primeros años de vida colonial, en la región occidental de la isla se asentaron los bucaneros –hombres que vivían de la caza de reses y cerdos cimarrones, del comercio de pieles y el cultivo de tabaco– y los filibusteros –nombre que se le daba a ciertos piratas del mar Caribe que perturbaban las comunicaciones marítimas de los españoles–, ambos grupos de origen francés. Ocuparon primero la isla de Tortuga y se extendieron luego en la parte occidental de La Española, razón por la cual Francia reclamó la posesión de la parte oeste, que fue cedida por España en 1697. Se formó así el Saint Domingue francés (actual Haití). Se comenzó la explotación de la caña de azúcar y de otros frutos tropicales mediante el sistema de plantación, basado en la mano de obra esclava. Para mediados del siglo XVII se incrementó el comercio de esclavos africanos. En la víspera de la Revolución Francesa, Saint Domingue era la principal productora de azúcar del mundo e incorporaba un promedio de 30.000 esclavos africanos por año.
La paradoja en torno a la esclavitud se hizo patente cuando hubo que enfrentar la contradicción entre el desarrollo de la revolución en Francia y en sus colonias. Si bien los hechos y las ideas de la Revolución tuvieron repercusión entre los habitantes de Saint Domingue, no fue menor la importancia histórica de las revueltas de esclavos, que constituían prácticas de larga data, junto con otras formas de resistencia incorporadas en su experiencia de vida. Una de ellas consistía en la huida de las haciendas hacia las zonas altas. A estos fugitivos se los denominaba «cimarrones». Las «cimarronadas» sucedían con frecuencia, a pesar de los severos castigos establecidos en el Código Negro, incluidas las mutilaciones y hasta la muerte para quienes eran recapturados. Los cimarrones se agrupaban en «palenques» o «quilombos», donde sobrevivían organizados en base a prácticas comunitarias y solidarias.
En 1791 tuvo lugar una conspiración masiva de esclavos liderada por el jamaiquino Boukman, un sacerdote vudú que reunió a los hombres de diversas culturas africanas y exhortó a dejar de lado al dios de los blancos, que tantas penas causaba, y escuchar la voz de la libertad que hablaba en el corazón de cada uno. Toussaint de Breda se unió a los insurgentes para servir como médico, por sus conocimientos de hierbas y artes de curar. La instrucción militar la recibió Toussiant de los españoles, llegó a dirigir una tropa de más de 3.000 soldados y consiguió algunas victorias en pocos meses. Fue entonces cuando se lo comenzó a llamar por el apodo de L’Overture –la abertura, el principio de ciertas cosas, el iniciador–, tal vez por su capacidad de negociar, de ir abriendo posibilidades. Tras la muerte de Boukman, el 29 de agosto de 1793, en una proclama pública, se presentó como el líder de los negros.
Desde 1794 hasta 1800, bajo la dirección de Toussaint Louverture, los ex esclavos, ahora hombres libres y soldados disciplinados, lucharon contra la invasión británica, obligaron a los españoles a replegarse a su territorio, fortalecieron el movimiento abolicionista y sofocaron los intentos de guerra civil promovidos por los mulatos.
En 1801, después de una cruenta guerra antiesclavista y en medio de las tensiones extremas que imponía la situación internacional, Toussaint, como gobernador de Saint Domingue, mandó a redactar una Constitución republicana que decretó la abolición de la esclavitud, extendió la condición de ciudadano a todos los habitantes de la Colonia, cualquiera fuese el color de su epidermis, y estableció normas para regular la vida y la producción.
Ya desde el primer párrafo del texto constitucional puede advertirse una contradicción entre la aseveración de que el territorio de Saint Domingue está sujeto a leyes propias, lo cual es índice de una afirmación de autonomía, y la aceptación de la pertenencia a la «una e indivisible República Francesa», con lo cual se admite el estatus colonial.
Era una constitución republicana. Establecía la división de poderes y el reconocimiento de los derechos del hombre y el ciudadano. La conducción administrativa de la colonia –Poder Ejecutivo– era confiada a un gobernador, quien también ejercía la función de jefe de las Fuerzas Armadas. La misma Constitución nombra como gobernador al ciudadano Toussaint Luoverture «por el resto de su gloriosa vida»: otra aparente contradicción.
En cuanto a la organización de la producción, se afirmaba que siendo la Colonia esencialmente agrícola, no se podía permitir la menor interrupción del trabajo. La plantación, establecimiento destinado tanto al cultivo de la caña como a la producción del azúcar, era considerado como hogar de una familia activa y constante de agricultores y trabajadores, para quienes el propietario del terreno representaba el padre. Cada miembro de la familia era accionista en los ingresos.
Contradicciones

La primera constitución de América latina surgió envuelta en violentas contradicciones. La tensión entre el carácter republicano del texto, la concepción autoritaria del Estado y el perfil paternalista del jefe de Gobierno están presentes también en la Constitución de Dessalines, de 1805, y en la de Henry Christophe, de 1807, lo cual ha dado lugar a lo que se ha caracterizado como «negrismo» en tanto doctrina política. Esto es que la idea del jefe de Estado como padre de familia se vincula con una práctica ancestral de la familia «bossale» (esclavos nacidos en África), que es comunitaria y reposa sobre un bien común inalienable, el bien de los menores «byen miné». La gestión de los bienes del conjunto de la familia ampliada exige una jerarquía y una autoridad (del padre), pero debe reposar sobre el consenso entre todos sus miembros. El poder se encuentra, entonces, diluido, ya que la autoridad no se acepta como emanante del individuo sino como proveniente del grupo.
Lo que aparece como contradicción es resultado del choque entre, por una parte, un concepto de Estado y una organización de la producción para el mercado propias de la modernidad ilustrada y, por otra parte, una tradición bossale comunitaria, con base en una economía de autosubsistencia, estructurada según formas de racionalidad que hoy llamaríamos premodernas, las cuales fueron ignoradas sistemáticamente por la administración colonial francesa como proyecto político viable.
Las disposiciones constitucionales y las acciones de Toussaint provocaron la reacción de los dueños de las plantaciones, que iniciaron una propaganda en su contra desde Cuba, Estados Unidos y Europa. En Francia, Napoleón Bonaparte recogió las quejas y se propuso restablecer el antiguo estatus colonial de Saint Domingue. En enero de 1802, la tropa francesa de 25.000 soldados desembarcó en Saint Domingue al mando de Víctor Emmanuel Leclerc –esposo de Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón–. Su cometido era resarcir a los colonos y restablecer la esclavitud. Por medio de una artimaña, Leclerc captura a Louverture el 7 de junio de 1802 y lo envía a Francia junto con su familia. Fue encarcelado en Fort de Joux, en las montañas del Jura, la región más fría de Francia. Los acontecimientos que se sucedieron hasta su captura y posterior deportación y encarcelamiento en Francia son narrados en la extensa Memoria, dirigida a Napoleón. En ella, se evidencia una afirmación de sí mismo como sujeto histórico, que produce una alteración de los valores vigentes en el esquema axiológico de la situación colonial. Desde su perspectiva, no es él quien ha subvertido el orden, sino Leclerc quien viene a interrumpir la paz alcanzada tras la sanción de la Constitución.
Al ser capturado, dijo que con su derrocamiento no conseguirían «abatir el árbol de la libertad de los negros […] porque sus raíces son muchas y muy profundas». Las experiencias de su propia vida, contenidas en el texto de Memoria, relatan un episodio que permitió la emergencia de otra historia de la libertad. Una historia que acontecía no en la ilustrada Francia, sino en una colonia francesa, cuyos protagonistas fueron hombres de piel oscura que por generaciones habían sido sometidos a la esclavitud. No es la historia de un concepto, sino la de personas reales que, afirmándose en su condición de sujetos históricos, llevaron adelante el duro trabajo de realizar la libertad.
Toussaint murió en prisión el 7 de abril de 1803. Pese a los intentos napoleónicos de restablecer la esclavitud, el proceso revolucionario no se detuvo. Los campesinos libres de las montañas iniciaron la nueva etapa de liberación del dominio francés. El 1º de enero de 1804, su nuevo líder, Jean-Jacques Dessalines, proclamó la independencia del país y restableció su nombre aborigen Haití. Fue el primer territorio independiente de América latina y la primera República negra del mundo, pero sobre todo fue la primera nación libre de hombres libres. Después de 1811, cuando Bolívar se quedó sin recursos y fracasó en su intento de obtener ayuda de Inglaterra, se dirigió a Haití para apelar a la generosidad de la joven República negra. Alexandre Pétion, que a la sazón gobernaba desde Port-au-Prince la parte occidental del país, puso a su disposición hombres, armas, dinero y algunos consejos que se desprendían de la experiencia haitiana, con la única condición de que aboliera la esclavitud en los territorios que liberara. De no haber sido por ese gesto, la epopeya bolivariana habría tenido, tal vez, otro curso y otra significación en la historia de nuestra América. Así, Bolívar pudo desembarcar en tierra firme venezolana y marchar de triunfo en triunfo, logrando la independencia de Venezuela, Nueva Granada, Bolivia, hasta llegar al Perú, completando la gesta independentista que San Martín había iniciado, también, desde el sur del continente.


Adriana María Arpini, Doctora en Filosofía
UNCuyo - CONICET


REDES SOCIALES: La intimidad en crisis


¿SOLOS O ACOMPAÑADOS? Se calcula que 11 millones de argentinos poseen una cuenta en Facebook y unos 800.000 están conectados a través de Twitter.

Cada vez es más difícil, si no imposible, negar el poder de las redes sociales para influir en eventos políticos; Internet ha creado un foro sin paralelo para que la gente comparta sus experiencias con el mundo».
Así se expresaba el director ejecutivo de Accessnow.org, una organización no gubernamental que promueve el uso de Internet y otras tecnologías para defender derechos políticos y sociales a nivel mundial, luego de la dimisión del presidente egipcio Hosni Mubarak tras 30 años de gobierno ininterrumpido. Este tal vez haya sido un caso emblemático en el cual las redes sociales se convirtieron en un verdadero espacio de resistencia y organización, algo impensado hace más de una década, cuando los primeros blogs daban sus pasos en la Red de redes.
En 2004, casi como un juego juvenil, nació Facebook de la mano de Mark Zuckerberg, un estudiante de Harvard que buscaba que los alumnos de su universidad se conocieran entre sí. Pronto, lo que surgió como un hobby se extendió a todas las universidades de Estados Unidos y de Europa. Poquísimos años pasaron desde entonces y esta suerte de revolución comunicativo-tecnológica sigue ganando adeptos y ha extendido sus brazos a todos los ámbitos de la sociedad.
Ahora bien, una de las primeras preguntas que surge al observar el crecimiento que las redes sociales han tenido en menos de una década es: ¿por qué alguien elige hacer pública su vida a través de Internet?
«Una persona elige contar su vida a través de una red social básicamente para conocer a otros, para seducir, para hacer amigos, para buscar amantes o pareja. Para tener muchos contactos/amigos y ser querido y admirado, que es lo que suele buscar toda persona. Las redes sociales lograron, a través de un efectivo marketing y poderosas herramientas gratuitas, ponerse de moda en especial entre los jóvenes y volverse en el imaginario juvenil el modo más adecuado y contemporáneo de conocer gente y vincularse con los pares», refiere Joaquín Walter Linne, sociólogo e investigador del CONICET y del Instituto de Investigación Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quien llevó adelante trabajos sobre culturas juveniles y nuevas tecnologías.
Para la psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional y autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, Diana Sahovaler de Litvinoff, una persona que habla de su vida a través de las redes sociales, en principio, lo que busca es conexión y comunicación. «Los medios de comunicación hoy promueven el miedo al otro: “No salgas a la calle porque es inseguro, no te acerques al otro porque es contagioso, o puede ser un enemigo”. A través de la Web las personas encontraron un recurso para relanzar los vínculos», señala.
No obstante, Litvinoff advierte sobre la necesidad de evaluar si Facebook favorece la comunicación o la evitación del otro. «El temor al encuentro y las fobias sociales hacen que la Red se transforme en un refugio, sobre todo para las personas inseguras o que se sienten inferiores. A veces es más fácil intentar una conquista amorosa vía Web que jugarse cara a cara, porque implica la seducción y exponerse a un rechazo; siempre la vida real es más dura», sostiene.

La era de la imagen

Se han realizado muchos intentos por definir intimidad, algo que demuestra la complejidad del concepto. Por ejemplo: los italianos hablan de riservatezza (reserva), los franceses vie privée (vida privada) y los países anglosajones de privacy (privacidad). Actualmente, se utilizan indistintamente intimidad y privacidad, como una zona espiritual, exclusiva de un individuo, a la cual nadie tiene acceso, salvo aquella persona a quien ese individuo se lo permita. «Vivimos en la era de la imagen, la consigna de estos tiempos es mostrarse, y allí comienza la confusión entre lo público y lo privado. Se trata de exhibir la intimidad, no importa si es profunda o banal, puede ser lavarse los dientes o acceder a una relación sexual, sin pudor, casi pornográficamente, quedando lo íntimo al desnudo. Las redes sociales han influido mucho en mostrar la intimidad; lo que antes se hacía puertas adentro hoy se ve con una webcam», asegura la psicoanalista de la Asociación Psicoanalista Argentina, Adriana Guraieb.
En este mismo sentido, sin dudas el reality Gran Hermano es, de lejos, el ícono de la intimidad al desnudo, pero también de la búsqueda de fama de una forma exprés. De hecho, la última convocatoria a nivel local logró que unas 70.000 personas, en su mayoría jóvenes veinteañeros, se inscribieran a los castings. Si se compara esta cifra con los 1.924 aspirantes a la carrera de Medicina inscriptos en la Facultad de La Plata para este año, el ideal de alcanzar el reconocimiento social a través del estudio y el esfuerzo quedó en el recuerdo.
Ahora bien, ¿existen riesgos cuando se desdibujan los límites entre lo privado y lo público? La respuesta es sí, sobre todo para los adolescentes. «Los riesgos pueden ser el carácter adictivo de estas tecnologías, la pulsión maníaca de estar chequeando todo el tiempo la actualización de las redes, el mail, las versiones digitales de los diarios. Un círculo vicioso del que puede ser difícil salir. Pero además, para los adolescentes el problema es la falta de conciencia al publicar datos personales, olvidando que lo publicado en Internet puede ser muy difícil o imposible de borrar, y que no toda publicidad ni información es buena», sostiene el investigador del CONICET.

Dime quién eres y te diré qué te vendo

Esta cuestión de la vida vista como a través de un cristal, donde todo se sabe y todo se dice, ciertamente ha sido aprovechada por el mercado. «La idea es que se puede ver todo lo que el otro hace, entrar a su vida, saber quién es, qué le gusta. Esto a su vez se relaciona con la sociedad de consumo. El potencial consumidor debe ser conocido en su totalidad para saber qué se le vende», asegura Litvinoff.
En las redes sociales florecen numerosos ejemplos de productos que se ofrecen a los internautas, incluso gratis, para asegurarse futuros compradores. Hoy muchas marcas nos invitan a «seguirlas» en Facebook o Twitter; no ingenuamente las empresas eligen estos soportes para publicitar (ver recuadro). Es que a través de las redes sociales, las compañías conocen los gustos y hobbies de los usuarios y sus amigos, datos que utilizan al momento de diseñar estrategias de venta. Hace unos meses, una reconocida marca de productos cosméticos para el cabello proponía elegir el «pelo del verano» e invitaba a las adolescentes usuarias de las redes sociales a subir su foto a Facebook. Detrás de esta campaña se esconde sin dudas el negocio y las ansias de las chicas por convertirse de forma meteórica en una modelo top.
Internet y las redes sociales sin dudas vinieron para quedarse. Como en toda revolución comunicativo-tecnológica, no todas las cosas son buenas ni todas son malas. «Del mismo modo que se pueden difundir grupos antisemitas, se puede usar las redes para difundir cuestiones de género, denunciar casos de violencia doméstica, feminicidios, casos de discriminación, para organizarse y resistir a dictadores. Twitter, por ejemplo, ha servido para oponerse a distintos gobiernos totalitarios en distintas partes del mundo», señala Linne. En nuestro país, aún están en la memoria dos casos paradigmáticos del uso de las redes sociales como medio de denuncia: el de una joven mendocina que subió a Facebook las fotos de su cuerpo evidenciando las lesiones tras una golpiza de su novio, y el de la madre de Marianela Rago (una adolescente víctima de feminicidio) que decidió subir al mismo sitio una carta expresando su ira y dolor al que considera el asesino de su hija.
«En estos casos, Facebook fue un recurso más, como una solicitada en los diarios o un cartel en las paredes. Ellas encontraron la forma de elaborar situaciones traumáticas y se sintieron acompañadas por la gente que les manifestó su solidaridad», opina Litvinoff.
Con todo, según los especialistas, Internet ha revolucionado la comunicación y las relaciones sociales, permitiendo que se formen pequeñas, medianas y grandes comunidades que están intercomunicadas en línea. El contenido de lo que se comunica puede ser tan vasto como los intereses humanos. A su vez, puede haber gusto en mirar y ser mirado, lo importante es tener en claro cuáles son los límites.


                                                                                                                 María Carolina Stegman