viernes, 22 de julio de 2011

El periodismo no es un deporte


Breve semblanza de un oficio de históricas tensiones con los directores técnicos que para algunos, como Lanata, es inferior al resto
La selección brasileña venía sufriendo durísimas críticas de la prensa desde junio de 1990, cuando Diego Maradona, después de apilar a cuatro jugadores, dejó sólo a Claudio Caniggia frente a Taffarel. Fueron cuatro años en los que los diarios bajaron línea sobre aquel equipo de Brasil, sobre todo en la figura de Alberto Parreira, su técnico, y en Carlos Caetano Bledorn Verri, Dunga, su capitán rústico, una suerte de futbolista discontinuado para el fútbol pentacampeón. Fue justamente Dunga el que luego de levantar la Copa en el Rose Bowl en 1994, espetó a los periodistas que lo rodeaban: “Essa é para vocês, seus traíras, filhos da puta” (“Esta va para ustedes, manga de traidores hijos de puta”).
Ocho años antes, Enzo Bearzot, entrenador de Italia en el Mundial de España, fue precursor del “silenzio stampa”, que tanto abrazó Basile en sus últimas experiencias. Se peleó con toda la prensa deportiva italiana, una de las más despiadadas del mundo, para defender aquella selección, finalmente campeona. “E allora?” (“¿Y ahora?”) les preguntó a los periodistas de su país luego de haber derrotado 3 a 1 a la temible Alemania de Kairl Hainz Rummenigge y Tony Schumacher.
En Argentina, en plenas eliminatorias para el Mundial 2010, Alfio Basile lo cruzó a Román Iucht, ex periodista de TyC Sports: “Vos sos contra mío, cuando eras pendejo te dí una nota en Ezeiza, sólo, como dos horas y después te diste vuelta (…). A mí, cuando tengo un tipo en contra, me gusta tenerlo en contra de verdad, basta de hipocresía (…). A vos te gusta Bielsa”.
Fue justamente el ex entrenador de la selección chilena uno de los técnicos más castigados de la historia del fútbol argentino, luego de quedar eliminado de la Copa de Corea Japón 2002. Rafael Bielsa, su hermano, endilgó aquellas críticas encarnizadas a “empresarios del periodismo (…). Individuos muy vinculados con intereses, con ventas de jugadores de fútbol, con negocios particulares, con la idea de recibir una primicia por parte de un técnico”. Tanto el entrenador, como el ex canciller, nunca se decidieron a contar que uno de los periodistas más críticos después de aquel mundial, le dejó cinco mensajes en el contestador al técnico pidiéndole disculpas, cuando Julio Grondona decidió extenderle el contrato hasta Alemania 2006. Cuando asumió, Bielsa había decidido hablar sólo en conferencia de prensa para todo el periodismo, poniendo a funcionar un método de imparcialidad inédito. Aquellas conferencias eran maratónicas, particularmente la última, cuando decidió dejar el cargo en septiembre de 2004. Allí una cronista le preguntó: “No le parece un poco pobre que mañana el diario diga ‘Bielsa se fue porque se quedó sin energía’”. “¿Qué me sugiere que invente?”, contestó el Loco. “No sé, un título, algo”, dijo la periodista. “¡Ah! No sé, ése es su trabajo, maquíllelo: ‘Grave enfermedad que lo deja al técnico sin energía’, es un buen título; si ése es el título yo mañana compro el diario”, cerró el Loco. Este jueves, en el programa de la cadena Fox Sports, el técnico de Independiente, Antonio Mohamed, le soltó al panelista Diego Fucks: “Vos no sabés nada de fútbol… opinás como hincha de Independiente”. No es el primer encontronazo que tiene el periodista con un entrenador del Rojo. En el año 1996, cuando César Menotti dirigía al club y el periodista cubría al equipo de Avellaneda para la tira deportiva Competencia, de Radio Continental, el técnico lo mandó a llamar para hablar mano a mano en el vestuario de Villa Domínico, “me encontré con un barra brava allí adentro”, contó Fucks. Menotti, después del incidente declaró: “Lo llamé para hablar y aclarar las cosas. Luego de eso, viene y se esconde detrás de las plantas”. Igual que Basile lo creía de Iucht, Menotti suponía que los periodistas de la mesa de Competencia eran “bufones de Víctor Hugo”, con quien mantenía un histórico espadeo de egos. Fue un clásico en Menotti desacreditar a quienes no coincidían con él: “El ’90 por ciento de los periodistas de fútbol no saben nada de fútbol”; dijo Menotti, campeón del Mundo, en 1981. Tim, aquel brasilero de la “manta corta”, le respondió: “Menotti dice eso porque es muy generoso”.
Jorge Lanata, en una entrevista concedida el domingo pasado a Perfil fue quien descargó artillería pesada contra Víctor Hugo Morales: “Tiene como una especie de complejo de inferioridad por ser periodista deportivo. Siente que le tiene que gustar la ópera, que tiene que usar la política… ¿Me entendés? Es como que es poco ser periodista deportivo”.
Lanata siempre cuenta que solamente fue a un partido, un Boca-River, y que se fue a los 15 minutos. También lo debe mirar poco por televisión, en su exilio. De ser así, podría advertir cómo son las estrategias que usan los marketineros de la política para instalar a candidatos ignotos. Los ponen ante las cámaras de las cadenas de deportes. Allí se producen reportajes espontáneos y planos incidentales de los políticos durante el partido, según el deseo del cliente. Y ahí están los periodistas deportivos de la tele, dueños en el cable de los ratings más altos, haciendo preguntas o comentando las bondades del hombre con ambiciones electorales.
Detrás de esa aparente inferioridad intelectual a la que apunta el fundador de Página 12, el periodismo deportivo ostenta mucho más poder del que parece. Lo mismo con los valores. Con una clara suba y tendencia al entretenimiento en los medios, el periodismo deportivo acompaña una lógica compleja y actual: la aparición de jóvenes que directamente hablan como futbolistas, al igual que los periodistas de espectáculos hablan en confianza con las vedettes y los bailarines de ShowMatch.

Belleza. Aquellos periodistas que detestan al Barcelona, como si jugar lindo fuera accesorio, y denotan su amor por lo llano y modesto, son otro ejemplo. “Sólo los mediocres no apuntan a la belleza”, dijo Valdano cuando todavía se embarraba los pies entrenando. Sin ir más lejos, ahí está Riquelme, un futbolista que no sabe quién es Umberto Eco, pero que declara como si hubiera leído todos los libros de semiótica de la biblioteca de Sociales de la UBA. Está grande, no entrena como debiera hace años, su fuego lentamente se apaga. Todo esto puede ser cierto. Pero es un futbolista que juega hace 15 años de la misma manera. Jamás traicionó sus convicciones.
Fue coherente con su forma de sentir lo que hace, en Boca, el Barcelona, Villarreal y la Selección. Es una cuestión que rara vez se destacó en el volante de Boca como una virtud, sino más bien todo lo contrario; se expone como un capricho, mayormente. ¿Acaso es poco no traicionarse? Resulta una cuestión que en la mayoría de las profesiones –incluyendo la de periodista– suele no abundar.

                                                                                                                  Christian Rémoli

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