miércoles, 17 de julio de 2013

LA VERDADERA DEUDA EXTERNA

Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc, he venido a encontrar a los que celebran el encuentro.
Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se encontraron hace quinientos años.
Aquí pues nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con
intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros, sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pagos, también puedo reclamar intereses.
Consta en el Archivo de Indias. Papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata
provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron al Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre del hermano! ¿Genocidio? ¡Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro de 'destrucción de las Indias', o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos. ¡No! Esos 185 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata deben ser considerados como el primero de muchos préstamos amigables de América destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir su devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuatémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis.
Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un plan Marshall-tezuma, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o, por lo menos, productivo de los recursos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no.
En lo estratégico, lo dilapidaron en las 'batallas de Lepanto', en 'armadas invencibles', en 'terceros reichs' y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá pero sin canal.
En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo. Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman, conforme a la cual una economía subsidiada jamás puede funcionar. Y nos obliga a reclamarles, por su propio bien, el pago del capital y los intereses que, tan generosamente, hemos demorado todos estos siglos.
Al decir esto aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de 20%, y hasta 30%, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de 10% anual, acumulado sólo durante los últimos 300 años.
Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 180 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata, ambas elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total de la Tierra. ¡Muy pesadas son esas moles de oro y plata! ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre? 
Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.
Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos.
Pero sí exigimos en forma inmediata la firma de una 'carta de intención' que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente; y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota tal que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales.
En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al Poeta.
Pero no podrán.
Porque esa bala es el corazón de Europa.

Por Luis Brito García

martes, 23 de abril de 2013

Unidad en la diversidad

Las rupturas, con los variopintos andamiajes del neoliberalismo en cada uno de nuestros países y su reemplazo por nuevas articulaciones políticas, económicas, sociales y culturales no podrán profundizarse si no se consolida el gran telón de fondo que es la unidad en la diversidad de la región.
Se trata de una construcción que tiene que ver con la búsqueda de una identidad propia de la región, una identidad común, lo que no implica que cada uno pierda la suya. Es un proceso de integración de países diversos, con culturas diversas, con historias diversas, y con decisiones de sus pueblos diversas, pero que tienen denominadores comunes alrededor de los cuales se va construyendo un nuevo modelo de integración, con claros perfiles emancipatorios.
Esta región tiene los recursos fundamentales y estratégicos que serán claves para el desarrollo futuro de la humanidad: alimentos, energía y agua potable. Un gran desafío es avanzar en la configuración de las instituciones que garanticen que los recursos estén al servicio de toda la región. Los líderes de nuestros procesos no se han cansado de enfatizar que el soporte decisivo de los cambios conquistados en latinoamérica y su consolidación y desarrollo lo constituyen los sectores populares, esos mismos que fueron marginalizados y excluidos por el neoliberalismo. Por supuesto que este nuevo estilo de integración molesta y recibe todo tipo de ataques, especialmente a partir de las medidas que se toman en materia de recuperación de la soberanía. 
El concepto de soberanía se ha ido constituyendo en un atributo clave de decisiones centrales en las políticas económicas nacionales y regionales. 
Se ha puesto de manifiesto la defensa de la soberanía en un sentido integral. Un escenario de defensa de nuestros recursos estratégicos y de complementariedad con una concepción política de autonomía decisional nacional e integración regional con vistas al desarrollo de políticas de crecimiento económico, con inclusión social, redistribución del ingreso y equidad. Estos hitos constituyen un escalón superior para avanzar en la consolidación de un proyecto regional que desde la diversidad de las realidades nacionales sostenga posiciones de autonomía contra toda pretensión imperial, y permita construir un futuro compartido por las naciones de América Latina y el Caribe. 
Mientras los países centrales se debaten en un cierto clima de impotencia para superar su formidable crisis de sustentabilidad, los nuevos vientos latinoamericanos y caribeños ofrecen al mundo la posibilidad de imaginar su futuro desde un paradigma distinto. La diferencia con las recetas neoliberales es que se está logrando poner en valor la política en el contexto mundial. El regreso de la política en el mapa internacional emerge de la mano de gobiernos elegidos democráticamente por los pueblos que van mostrando el amanecer de una nueva subjetividad continental capaz de confrontar desde una misma altura, frente a frente y a los ojos a toda soberbia imperial. La integración debe ser, además de económica, política y cultural. 
La integración no es fácil ni sencilla. Es un proceso difícil y trabajoso, porque hay un objetivo general pero muchas veces hay intereses concretos que se ven afectados y que es necesario transformar. Hay controversias históricas y experiencias distintas. Todos vivimos historias diferentes y, por lo tanto, tenemos elementos que nos hacen percibir la realidad no exactamente de la misma manera. Por todo esto, en el respeto a la libre determinación de cada uno de los Estados soberanos, en la ayuda fraterna que podamos darnos, en la capacidad para entender las particularidades y complejidades de cada uno de los proyectos. Por sobre todas las cosas, en la firme voluntad de no permitir que ninguna dificultad altere lo principal, que es seguir avanzando en ese proceso de integración y unidad regional, está una de las claves para que podamos realmente ir hacia esta meta de ser realmente independientes, realmente soberanos, y que podamos construir los caminos que nos lleven a la felicidad de nuestros pueblos.

Ángel Petriella - Presidente de Idelcoop

domingo, 21 de abril de 2013

INUNDACIONES, URBANIZACIÓN IRRESPONSABLE Y VULNERABILIDAD SOCIAL


El temporal que durante el 2 y el 3 de abril se abatió sobre las ciudades de Buenos Aires y La Plata afectó a cientos de miles de personas –350.000 tan sólo en la capital bonaerense–, dañó más de 60.000 viviendas, perjudicó a más de 4.000 comercios y dejó más de 60 víctimas fatales. Gran parte de las muertos eran adultos mayores; muchos se ahogaron en sus propias casas, otros murieron electrocutados o quedaron atrapados en sus autos, que la corriente llevó con furia por las calles convertidas en ríos caudalosos. En todos los casos, se trató de muertes evitables.
Tanto el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, como el intendente de La Plata, Pablo Bruera, ambos, curiosamente, de vacaciones en Brasil, se apresuraron a responsabilizar a la naturaleza y, en el caso de Macri, como ya es su costumbre, al Gobierno nacional. También el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, se refirió a una catástrofe natural «sin precedentes». Y aunque es cierto que la cantidad de lluvia caída, sobre todo en el caso de La Plata, alcanzó niveles extraordinarios, no es precisamente en los factores climáticos donde habría que buscar las causas de la tragedia. «Hay responsabilidades políticas, del Estado, de la sociedad y del mercado. Son políticas porque afectan al conjunto de la sociedad. Aquí es evidente que el Estado ha dejado librado a manos del mercado el crecimiento de la ciudad y el mercado ha aprovechado esta circunstancia para producir una ciudad absolutamente insostenible desde el punto de vista social y ambiental», dice al respecto Eduardo Reese, arquitecto y urbanista. «En las grandes ciudades litorales como La Plata y Buenos Aires, gran cantidad de personas presentan condiciones vulnerables; hay gran cantidad de casas, edificios e infraestructura y las vidas en juego son muchas. Con un diagnóstico de esta naturaleza, resulta perentorio prepararse para afrontar los impactos negativos de estos eventos hidroclimáticos peligrosos. Y es evidente que esta preparación no ocurrió», agrega Claudia Natenzon, geógrafa, directora del Programa de Investigaciones en Recursos Naturales y Ambiente del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Tampoco hubo respuestas eficaces durante y después de la tormenta. La desorientación, la incertidumbre sobre lo que estaba sucediendo y la falta de criterios adecuados sobre qué hacer –y, más aún, sobre qué no hacer– para enfrentar los riesgos del temporal fueron un claro ejemplo de importantes deficiencias en materia de prevención, y agravaron las consecuencias de la catástrofe. Cuando el agua empezó a subir, la gente estuvo sola. No hubo organismos nacionales ni municipales que actuaran en la emergencia. Los botes que salvaron muchas vidas fueron los de los propios vecinos. Las embarcaciones del Ejército llegaron tarde, cuando el agua ya había bajado, para rescatar a quienes habían logrado sobrevivir por sus propios medios.
Antes y después, la solidaridad colmó las calles y se empezaron a tejer redes de contención y de ayuda. La prensa reflejó esas historias anónimas: los que salieron en gomones o canoas inestables a rescatar a sus vecinos, los que ofrecieron lo poco que tenían a otros que tenían aún menos, los que pasaron largas horas clasificando donaciones, empaquetando pañales, llevando y trayendo mercadería, abrazando y escuchando a quienes habían perdido todo. También reflejó los enfrentamientos y las mezquindades de siempre y, en particular, el conflicto desatado a raíz de la fuerte presencia de La Cámpora en la organización de la ayuda a los damnificados y de las críticas de la oposición, que acusó al kirchnerismo de querer hegemonizar las acciones solidarias y sacar rédito de la tragedia. Tras la interminable discusión sobre las pecheras partidarias que usaron los militantes de La Cámpora para organizar las donaciones, la agrupación respondió con un comunicado: «Hacemos política siempre. Con inundaciones, con sol, con frío, con calor, de día, de noche. A veces con pechera, a veces con remera, a veces en cuero, o con campera».
Tras los primeros titubeos –Macri preguntó varias veces a sus colaboradores si realmente era necesario que volviera de sus vacaciones en Brasil y Bruera abordó un avión en Río de Janeiro después de que en su cuenta de Twitter hubiera aparecido una foto vieja que lo mostraba colaborando en presuntos e inexistentes centros de evacuados–, los dirigentes nacionales, provinciales y municipales comprendieron la gravedad del desastre. Macri regresó al país un día después del temporal y ofreció, visiblemente molesto, una conferencia de prensa en la que volvió a representar su papel de víctima y acusó al Gobierno nacional de no darle los avales para endeudarse y completar las obras hidráulicas pendientes. «Si nos dejan trabajar, la gente va a tener las obras que se merece», dijo. Con reflejos más rápidos, la presidenta Cristina Fernández anunció medidas (ver Medida...) que, sin embargo, no parecen suficientes para hacer frente a los incalculables daños materiales y humanos. Bruera, tras el traspié inicial, recorrió las zonas afectadas y anunció exenciones impositivas. En tanto, el gobernador Daniel Scioli, que volvió a reunirse con la Presidenta tras un mes de tenso y mutuo distanciamiento, dio a conocer una serie de beneficios para los jubilados damnificados y la exención del pago del impuesto inmobiliario a las propiedades afectadas. Bruera también dispuso la exención de la tasa municipal para los vecinos que sufrieron las consecuencias del desastre, tal como lo había hecho Macri, quien anunció que subirá de 8.000 a 20.000 pesos los subsidios a los afectados por el temporal.
Sin dudas, estas medidas no alcanzarán para reparar el daño causado ni lograrán compensar las ausencias y deficiencias previas. «El gobierno de la ciudad de Buenos Aires respondió con desorientación, falta de eficiencia y conocimiento y sin medidas concretas. El de la provincia fue más efectivo y concreto en la coordinación de las acciones y en las medidas de reparación. En ambos casos quedó claro que no había planes para enfrentar situaciones que se habían ya producido en otros lugares del mundo y que sin duda ocurrirían aquí también», explica el arquitecto Juan Lombardo, doctor en Urbanismo, docente y asesor de organismos internacionales. «Lo importante –agrega– es que en esta situación se mostró el poder popular que movió a los distintos sectores a sostener la reproducción de la vida y obligó a los sectores políticos a actuar y a presentar medidas concretas».
Las respuestas fueron tardías e insuficientes y la prevención, nula. «Se tarda en responder –señala Natenzon– porque no hay preparación, no se han realizado simulacros ni existen planes de contingencia. Los funcionarios técnicos de planta a cargo de, por ejemplo, la Defensa Civil o emergencias sanitarias, se ven desbordados pues ellos sólo adquieren visibilidad en el organigrama institucional cuando la catástrofe está instalada. Pero cuando piden recursos para la prevención o cuando quieren llevar a cabo acciones concertadas con otros organismos públicos, nunca son priorizados en la agenda política».
La historia sin fin

La de la noche del 2 de abril fue, sin dudas, una de las peores catástrofes en la historia de la provincia, pero no fue la única. Tanto la ciudad de Buenos Aires y su conurbano como el partido de La Plata han tenido una larga historia de inundaciones. Hoy, el 25% de la región metropolitana porteña está constituido por zonas inundables. «El casco urbano de La Plata –señala el ingeniero Pablo Romanazzi, titular de la cátedra de Hidrología de la Universidad Nacional de La Plata– nunca estuvo exento de este problema, desde la fundación de la ciudad. Luego se le agregó toda la periferia, como Los Hornos, Tolosa, Ringuelet, que fueron creciendo sin planificación. El desagüe se pensaba después, se habilitaban zonas y luego se pensaba qué hacer. La lógica indica que hay que hacerlo a la inversa: primero pensar en el desagüe y luego dónde ubicamos las viviendas».
La ciudad está situada en la cuenca del arroyo El Gato, que con una superficie total de más de 12.000 hectáreas, es receptor de los desagües pluviales del casco urbano de la ciudad. «No es la primera inundación que se vive, desde el año 1989 estamos estudiando esto. Ya pasaron las tormentas del 27 de enero de 2002, del 28 de febrero de 2008, entre muchas otras. Es un tema recurrente», agrega el ingeniero. Junto con su colega Arturo Urbiztondo, Romanazzi elaboró en 2007, desde el Laboratorio de Hidrología de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata, un informe sobre la cuenca del arroyo del Gato que advierte la situación crítica de la ciudad en materia de riesgo hídrico. «Las intensas precipitaciones ocurridas en 2002 pusieron en situación de colapso el sistema de desagües –señala el informe–. Aun más, sin llegar a esta situación extrema, se comprobó en varias oportunidades que el sistema actual presenta deficiencias en la evacuación aun con lluvias de menor intensidad».
En tanto, la auditoría de la ciudad de Buenos Aires le había advertido a Macri, en 2012, que las obras en los arroyos Vega y Medrano (Belgrano), Erézcano y Ochoa (Pompeya) se encontraban paralizadas. Su titular, Eduardo Epszteyn, informó además que el jefe de Gobierno utilizó, el año pasado, sólo 11 millones de los 233 con los que contaba para tareas de infraestructura de la red pluvial. Este año redujo el presupuesto a 20 millones.
«Las obras no se hicieron por las limitaciones de esta gestión, por la reorientación de fondos que se está llevando a cabo dentro del presupuesto, y también por la falta de negociación o de habilidad para pedir créditos internacionales, que, por otra parte, no son necesarios. Sin embargo, no hay que quedarse en que la obra soluciona el problema. Sí podría disminuir el impacto de la inundación, pero no resolver el problema», asegura Diego Ríos, geógrafo e investigador del Conicet.
«Buenos Aires y La Plata son ciudades inundables. Tenemos que ser claros con respecto a esto, como los mendocinos tienen claro que su ciudad es vulnerable a los terremotos», dice por su parte Reese. Y agrega que estas ciudades no respetaron nunca «la relación entre lo urbano y el medio natural o entorno. Eso explica de manera determinante lo ocurrido en estos días, tanto en La Plata como en Buenos Aires. La ciudad creció, tapizó de construcciones y de loteos los valles de los ríos y de los arroyos y hoy parece que todo el mundo se asombra porque se inunda, cuando en realidad la gran región metropolitana, incluyendo a La Plata, se asentó sobre una planicie que tiene muy poca pendiente, que tiene muchos arroyos y ríos que desagotan en el río de La Plata y que es inundable».
Leyes del mercado

La historia, en el caso de Buenos Aires, comenzó en 1536, junto con la primera fundación de la ciudad, llevada a cabo en áreas inundables próximas a la desembocadura del Riachuelo. Entre la primera mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX, bajo la influencia de «un discurso higienista que identificaba a las zonas inundables con pantanos pestilentes», se inició un proceso técnico que condujo «al ocultamiento de estos arroyos, que fueron cegados, entubados y canalizados, al igual que eran drenadas o rellenadas las áreas inundables próximas a ellas», tal como apunta Ríos: ese conjunto de pequeños cursos de agua (los arroyos Maldonado, Medrano, Vega, White y Cildáñez) «desaparecieron», para la mirada de los porteños, como consecuencia de las obras de desagües pluviales que se realizaron a mediados del siglo XX.
Construir terraplenes, rellenos, diques, canalizar, esconder, tapar, elevar terrenos, alejarse, al menos imaginariamente, de la amenaza del agua, fueron las respuestas técnicas que se dieron históricamente en muchas grandes ciudades del país a la hora de definir la relación con ríos y arroyos. Técnicas que han creado la ilusión de estar ganando terrenos que, como lo demuestran periódicamente las inundaciones, el agua se encargará de recuperar tarde o temprano.
En el proceso de avance de la ciudad sobre las aguas, el principal beneficiario ha sido el mercado. Como apunta Reese, «el crecimiento de la ciudad argentina tuvo como lógica general el lucro del mercado inmobiliario y no los dispositivos de política pública. Esto hizo que la relación con el entorno estuviera alterada. La ciudad no respetó nunca la relación entre lo urbano y el medio natural».
En la década del 90, el predominio del mercado en las formas de hacer ciudad alcanza su punto culminante. En Buenos Aires, las modificaciones introducidas en el Código de Planeamiento Urbano entre 1989 y 2000 flexibilizaron el mercado inmobiliario y liberaron la construcción en altura. También en La Plata las modificaciones a los regímenes de construcción fueron acompañando las necesidades del mercado y, paralelamente, ignorando el riesgo hídrico y la relación con el entorno. En 2000 se dictó una ordenanza que amplió en un 17% el área urbana, y un 622% la superficie para la construcción para viviendas en altura. Además, dispuso la creación de áreas para urbanizaciones cerradas en la periferia rural. La administración del intendente Bruera profundizó aún más esta tendencia. En abril de 2010 aprobó una nueva modificación al Código de Ordenamiento Urbano que permitió un incremento del 1.361% en la cantidad de metros habilitados para la construcción en altura en el casco histórico. Se ampliaron las zonas de barrios cerrados y el área urbana en la periferia y se exceptuó de la obligación de contar con terreno absorbente a las zonas centrales de la ciudad, así como aquellas parcelas cuya superficie fuera menor a 300 metros cuadrados. A raíz de estas modificaciones, el Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Buenos Aires le advirtió al jefe comunal que «la relajación de las normas destinadas a regular el uso del suelo» podría provocar «un potencial riesgo a la estructura general de la ciudad».
En los últimos años, La Plata perdió espacios verdes públicos, lugares de esparcimiento, árboles y superficie de suelo absorbente. Mientras parte de los estratos altos y medios «migraron» a las urbanizaciones cerradas de la periferia, el aumento del valor de las propiedades producido por el boom inmobiliario, así como la falta de créditos y políticas de vivienda, expulsaron a los sectores de menores ingresos a otra periferia, más precaria y cada vez más extensa.
«Tenemos urbanizaciones que han crecido en forma descontrolada, hay un grave problema social con las personas que se asientan en las márgenes de los arroyos. Entre todos los que tenemos alguna responsabilidad técnica frente a este tema, hay que pensar en alguna solución de fondo, que es no exponer más a la población a estas inundaciones», dice Romanazzi. Y Natenzon agrega que «dejar que las ciudades se configuren por intereses de mercado implica dejar de lado la calidad de vida del conjunto. Tanto en grandes ciudades como pequeñas, donde se haga una obra vial, grandes edificios, un shopping o un barrio cerrado, comenzarán a aparecer problemas que antes no existían».
Por eso, si bien las obras hidráulicas son necesarias para atenuar los efectos de las grandes lluvias, no representan una solución definitiva al problema de las inundaciones. «No hay que dejarse engañar cuando se nos dice que después de tal obra no va a haber más inundaciones, eso es mentira», señala Romanazzi. Ríos coincide: «El problema no puede solucionarse en los términos en los que suele pensarse, sólo con obras hidráulicas. Lo que sí existen son distintos tipos de medidas que pueden disminuir el impacto. Por ejemplo, las medidas no estructurales, que tienen que ver con reducir las condiciones de vulnerabilidad de la población a través de políticas educativas, de salud, de vivienda. En la medida en que una sociedad está más desarrollada y tiene mejores condiciones de vida, puede afrontar los desastres de manera menos perjudicial».
La ecuación parece sencilla: a menor vulnerabilidad, menos sufrimiento. A menos desigualdad, mejores condiciones para enfrentar eventos climáticos extremos. Como todo en la vida de las ciudades y de las personas que las habitan, la solución no es mágica, ni siquiera técnica, sino, una vez más, política
.
Marina Garber
Informe: María Carolina Stegman


jueves, 14 de marzo de 2013

Junín y los disturbios por la muerte de Karen Campos

Los pibes que fueron a romper todo son de Junín. Son los hijos o nietos del Neoliberalismo de los 90, de la falta de compromiso de una sociedad que metió la basura debajo de la alfombra. Mientras una parte de Junín se iba a Cancún con el dólar a un peso, estos pibes nacían en un rancho con piso de tierra, o sin obra social porque los padres estaban sin trabajo. Algunos tienen al padre preso, o su madre prostituta, algún hermano muerto en algún hecho, alguna hermana violada por un tío. Todos han sufrido el desprecio de algún dirigente, la explotación de algún patrón que lo traía en la caja de la “chata” con 2 grados bajo cero, la burla de alguna maestra, el "bardeo" de algún policía. Vieron como el arquitecto no le pagó la semana al padre y ya no podían pedir fiado. Se avivaron cuando una maestra se limpió la cara luego de besarlos por compromiso. Son los hijos bastardos de una sociedad que es la Capital del Espectáculo Internacional y no los incluye. A lo sumo pueden ir a cuidar los autos de los “ricos”. Son los que contratan por dos mangos para edificar elegantes y modernos edificios a los que nunca accederán. Son los que cuando andan por el centro los detienen por portación de cara, por ser los "gorrita". Son los que muelen a palos en las comisarías. Muchos tienen varias entradas a la "cana". Muchos estuvieron privados de su libertad. Algunos en centros cerrados. Son carne que se carga en los colectivos para las movilizaciones políticas. Son los negros, los cabezas, los chimangos. Son todo eso y cuando protestan y se enojan, lo hacen de la manera que lo hicieron. No baten palmas. Tiran piedras! No putean generalidades. Arman molotov y las tiran contra todos! No cantan el himno y se van a su casa en paz... Arrancan baldosas de la vereda y las revolean! No se escandalizan frente al maltrato. Si pueden, se tirotean con la “yuta”. ¿Qué creen? ¿De qué manera reaccionarían? Están resentidos. Están enojados. La sociedad los escupe en la cara. Los políticos le prometen casas y se les burlan en la cara. Esos pibes, con los mocos colgando hicieron la fila con la madre en la secretaría de bienestar social de la municipalidad para que alguna burócrata perfumada le entregara una caja de leche en polvo a punto de vencerse. Estos pibes, dormían con hambre al hombro de las madres que cambiaban ropa por tortas fritas en el club del trueque. Estos pibes miraban a través de la vidriera las zapatillas más caras hasta que el encargado del local los rajaba porque le ensuciaban el vidrio. Fueron testigos de cómo un puntero se transó a su mamá o a su hermana por dos chapas. Algunos son chorros o transas. Si! y qué esperaban? La única expectativa que tienen es trabajar en negro como peón de albañil por 90 mangos al día. O simplemente… Son pobres! Están ahí, todo el tiempo. En el mismo Junín donde muchos dicen que está lindo, que está bueno. En la misma ciudad donde el núcleo sojero reniega por el retraso de entrega en la Pick up último modelo. No son “traídos” en un colectivo de ninguna parte. No son militantes políticos, porque de ser así habrían sublimado su justificado resentimiento. ¿Quieren saber sobre estos jóvenes? Vayan a preguntarle a docentes e integrantes de gabinetes en las escuelas. Pregunten a los maestros que no encuentran respuestas en el Servicio Local del Municipio. Pregunten a punteros del oficialismo local quiénes son esos pibes. Pregunten, porque desfilan junto a sus familias por el municipio pidiendo chapas, ropa, comida, guardapolvos, medicamentos y plata para pagar la luz. Desfilan y algunos concejales del oficialismo los atienden y les dan. Pregunten. Son de acá. Made in Junín. Marca registrada de 30 años de gobiernos con una mirada conservadora. En estas horas que han pasado, tan tristes, tan oscuras y tan devastadoras para nuestra ciudad, me ha dolido en la carne la violencia y la destrucción tanto como la hipocresía y la falta de sensibilidad. Escuchar al intendente, con su marketing, solidarizándose con la familia de la víctima de manual, poniendo cara de triste y hablando de los daños para pasar automáticamente al centro de lo que pareciera ser su verdadero objetivo: Victimizarse y culpar a militantes sobre un cadáver tibio. Que repugnancia!. Meoni es responsable de la conurbanización de Junín. De la falta de políticas de inclusión e integración para jóvenes en situación de vulnerabilidad. De la falta de integración de la ciudad con un transporte público de pasajeros. Es responsable de la no articulación entre la policía, la justicia y las entidades intermedias de Junín. Meoni ha sido sostén de las autoridades policiales que se burlaron en la cara de los vecinos miles de veces, como cuando el amigo de Karen, que la vio morir fue a avisar a la comisaría (a 60 metros del Kiosco) y se le rieron. Meoni es responsable de no agotar todas las instancias institucionales para que el Fiscal General actúe con celeridad en el esclarecimiento de 11 víctimas fatales en 12 meses y cientos de delitos que han quedado impunes, entre ellos el incendio de un diario. Meoni es responsable porque desde diferentes organizaciones se le indicó varias veces que había problemas con la droga y la inseguridad en barrios de mucha conflictividad y vulnerabilidad. Pero Meoni y los partícipes necesarios de una administración desastrosa por donde se la mire, no es culpable del pensamiento conservador de muchos juninenses que expresaban: “Estos no son vecinos de Junín”. ¿Ah… no? Si, Si. Viven acá. También son vecinos. ¿Usted, señora del Padre Respuela, no estaba enterada que en Junín, en los barrios donde nunca va hay droga, violaciones, exclusión y pobreza? ¿Usted señor que vive en el empedrado, a dos cuadritas de Roque Sáenz Peña, no sabe que estos pibitos son sus vecinos? Ahora, la patética burguesía asustada cree que Quebracho o La Cámpora organizaron todo. Que pobre lectura. Meoni, y el intendente de Pergamino deberán probar en los tribunales que los incidentes los organizaron militantes opositores. Será la justicia (con la celeridad que la caracteriza) la que determinará si los incidentes fueron o no armados por alguna organización política. Si así fue, que vayan presos. Incluso no habría que descartar al propio Meonismo. Parece que quien más rédito político ha sacado es el intendente, victimizándose, así que no hay que descartar hipótesis. Hay que profundizar el debate y no quedarse en la trampa que plantea Meoni. Aún cuando hubiera instigadores, el fondo de la cuestión es lo fértil que son los sectores marginados de Junín para que prendan las provocaciones. ¿Nadie se pregunta por qué una piba de 17 años estaba trabajando un sábado por la noche para ayudar a su mamá a pagar el alquiler? ¿Tampoco nadie plantea por qué dos jóvenes fueron a matar por plata? ¿Cuál debe ser el debate? ¿Quiénes y por qué rompieron todo o por qué pasa todo lo que pasa en Junín? Son momentos de terminar con el jueguito burlón de anclar políticamente con uno u otro referente nacional. Son horas donde hay que exigirle al Intendente que deje de proyectar su futuro político y se dedique a hacer lo que el pueblo de Junín le encomendó, de manera legítima. Es hora de que Meoni, si solo no puede, si sus colaboradores son simples peleles marketineros, si no se le ocurre ninguna idea, convoque a todos los sectores de la comunidad y pida ayuda para afrontar los gravísimos problemas. De lo contrario, dentro de 14 años, en el bicentenario de nuestra ciudad, seremos una sombra del Junín pujante y trabajador que alguna vez fuimos. Por Gustavo Romans

¿Sólo los pobres miran televisión?

Los pibes que andan por la calle y los jóvenes que pueblan las cárceles tienen en común no sólo su procedencia de hogares llamados pobres sino familias fracturadas. Muchos de ellos, por ejemplo, no conocieron a sus padres biológicos. La mayoría de la sociedad se refiere a “la familia” como una categoría que no requiere mayores explicaciones. Para esos pibes marginados o marginales, muchas veces “la ranchada” ocupa el lugar de la contención y la pertenencia básica. El concepto surge de aquella ranchada carcelaria, de jerarquía de ladrones en serio, o que al menos en la mitología popular los ladrones de antes “tenían códigos”. Pero las actuales variantes de ranchadas van desde los miles que viven en las calles de las grandes urbes hasta los pibes que se juntan a tomar cerveza y compartir porros en las esquinas, cuyos estímulos básicos pasan más por la identidad futbolera y musical. No es peyorativo. Es descriptivo. Pero ninguna descripción es neutral. Tampoco la de este cronista, cuyos gustos en materia deportiva o cultural podrían ser exhibidos para ser diseccionados a la vista crítica de cualquier curioso que no sea complaciente con mis propios estándares o deseos personalísimos. Poniendo un poco más de vinagre en esta ensalada podría decirse, al menos en el caso argentino, lo siguiente: hace dos décadas, un grupo de políticos y empresarios, constituidos como clase dirigente, con legitimidad constitucional, mandaron al tacho a tres de cada diez ciudadanos. Los expulsaron del sistema laboral y redujeron todos los mecanismos de educación, salud y seguridad para que esas personas se las arreglaran en ghettos, ya sea villas miseria o mutando de lugar y de identidad de modo brutal. Diez años después, tratando de reconstruir redes sociales, esas mismas personas o sus hijos son invitados a ser incluidos. Acá se podrían decir dos cosas: que esa inclusión es la oferta de volver al sistema que antes los echó o que es una invitación a ser parte de una trama colectiva que respeta sus derechos. Las dos cosas son ciertas, porque las empresas, para ganar dinero, necesitan mano de obra calificada y disciplinada. La creación de algunos millones de puestos de trabajo (las estadísticas dicen entre cuatro y cinco) revela que la gran mayoría de los humillados obreros dejaron de lado su angustia y se pusieron la camiseta. Sabiendo, desde ya, que el patrón se lleva la parte del león. Pero hay una parte de la sociedad a la que no le llegó esa invitación o, dicho de otro modo, hay una cantidad de gente, sobre todo joven, cuya identidad no se construye a partir de aceptar que el esfuerzo, el sacrificio diario, es la base de la felicidad. Muchos pueden creer que viajar en tren tres horas diarias para ir al laburo es para los giles. Además, no se reconocen en el trabajo como un lugar de pertenencia. Recordemos que un porcentaje importante (no menos de tres de cada diez) están sin registrar, y que otra parte de ellos están registrados pero tienen que bajar la cabeza y cobrar una parte en negro. En fin, el mundo del trabajo en el capitalismo no es un jardín de infantes. Hace ya cuatro décadas, en los cines de la avenida Corrientes, muchos jóvenes veían películas como La clase obrera va al paraíso, donde la famosa alienación del sistema podía verse en clave de comedia. En el film, Gian Maria Volonté interpretaba a Lulú, un operario entregado a su labor de poner tuercas en tornillos que se daba ánimo diciendo “un pezzo un culo, un pezzo un culo”. Hasta que Lulú pierde un dedo y se vuelve el más combativo. Elio Petri, el director, no concede nada, porque los propios militantes miran al pobre Lulú como un tipo ajeno a ese mundo de iniciados. Volviendo a los pobres, no hay dudas de que entre el discurso de los políticos progresistas y populares y los intereses concretos de los empresarios hay una distancia considerable. No es que unos y otros no sepan que juegan juegos distintos. En la actual mirada, la del kirchnerismo, los planes sociales, especialmente los de tipo universal como la Asignación Universal por Hijo, son una malla de contención y un estímulo a la movilidad social ascendente. A los empresarios, básicamente, les interesa mantener la rentabilidad. Aunque se quejan de los aportes a la seguridad social, de los impuestos, de la falta de créditos y también de los ajustes salariales, podría decirse que se bancan esta etapa de la Argentina. Pese a que no es lo mismo un tallerista de veinte obreros que una multinacional, tampoco hay que pensar al empresariado argentino como parte sustantiva de un cambio a largo plazo. Por el contrario, la gran mayoría de los empresarios usan la táctica del Mostaza Merlo, paso a paso. El largo plazo, en su filosofía, es para los ingenuos. Y allí hay una buena parte del refugio en el dólar y una gran dosis de pragmatismo político de subirse al caballo ganador. No podría decirse que los empresarios que hacen giras oficiales lo hagan por haber avanzado en la competitividad o por haber invertido a largo plazo. Más de uno, en voz baja, cuenta que de esa manera arreglan para poder incrementar sus importaciones, con fórmulas que sólo entiende algún secretario de Estado que los invita a giras oficiales. Esto no es ajeno a hablar de la pobreza. Es un poco frustrante que muchas madres no vayan a la oficina de la Anses a tramitar la Asignación por Hijo y que tengan que ir los funcionarios del programa hasta su casa. Pero si hay imperfecciones en los sectores excluidos, también las hay entre los que les ofrecen incluirlos. Y ventilar las realidades suele ayudar a combatir un poco la hipocresía. Es cierto que la Argentina hace una inversión en planes sociales muy alta y que la mayoría no se rigen por criterios clientelares. Pero también es cierto que si ya no va a haber trabajo para todos y todas, como lo indican las tendencias mundiales tanto por la crisis financiera como por los nuevos paradigmas de productividad en base a paquetes tecnológicos que reemplazan a las personas, eso requiere más y mejores debates. Porque con esos planes sociales no se puede parar la olla ni conformar una identidad donde los excluidos se den por bien incluidos. Los niveles de desigualdad social y económica en los que vivimos son tan altos, que debería haber antropólogos no sólo para husmear en la diversidad cultural de los pobres. Es cierto que esos estudios a veces sirven para los programas de ayuda social. También debería haber investigadores sociales que puedan indagar por qué los ricos son tan apegados a sus propiedades y a sus privilegios. Así se podría establecer un sistema impositivo que los contemple. Para incluirlos, pero incluirlos a los hábitos de los comunes. Hace poco, Barack Obama fichó para su gabinete a una joven economista francesa que hizo una carrera brillante en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Esther Duflo, la mujer en cuestión, no se dedica a informática ni a nanotecnología, sino a estudiar la pobreza. Parece que su gran prestigio deviene de caminos un poco más prácticos que las donaciones de las fundaciones de los multimillonarios. En cambio de darles unos millones a una líder –real o virtual– para que ella administre, la economista Esther Duflo propone algo más sensato, como por ejemplo entender que muchas veces, para que la gente se vacune, no alcanza con ofrecer un kilo de lentejas en el puesto sanitario sino que es preciso ir al lugar donde viven los pobres. La joven Duflo parece más desenvuelta y menos prejuiciosa que los presidentes de las fundaciones de los bancos que últimamente están perdiendo imagen. Para avanzar en resultados concretos, entre los estudios de los equipos del laboratorio que dirige en el MIT, formulan preguntas de aspecto desprejuiciado como “¿por qué un pobre prefiere comprarse un plasma en cambio de leche y carne para todo el mes?”. Si este molesto cronista pudiera hacer un estudio, le preguntaría a la nueva asesora del señor Obama si sus padres o ella misma no compran plasmas para ver televisión. Claro, cuando los incluidos ven televisión hacen lo que les gusta. Los pobres, parece, deben estar en observación.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Crónica violenta

Lejos de aminorarse, el fenómeno de la violencia en el fútbol continúa con su escalada de amedrentamientos, extorsiones y negocios protagonizados por las denominadas barras bravas, junto con la falta de respuestas efectivas de los organismos de seguridad y gran parte de la dirigencia deportiva a fin de combatir un problema que erosiona el deporte más popular. El comienzo del año deparó diversos hechos de violencia que involucraron todas las categorías del fútbol argentino, desde la Primera División hasta las divisionales del ascenso; estas últimas, territorios hostiles donde asiduamente la violencia configura la norma y no la excepción. La lista incluye incidentes en los clásicos estivales jugados entre Rosario Central y Newell’s, y los Boca-River, signados por la encarnizada disputa entre los dos sectores que dirimen a sangre y fuego el poder de «La 12»: la llamada barra oficial, liderada por Mauro Martín, y el sector que responde a Rafael Di Zeo, ambos imputados en distintas causas penales durante el último tiempo. Se añaden, ya con el Torneo Final en marcha, los disturbios en Unión-Quilmes y las sangrientsa internas entre facciones de la barra de Tigre y Gimnasia. La delicada situación, que ya en 2012 dejó víctimas fatales e innumerables desmanes, revela la gravedad de un problema endémico que anuncia nuevos capítulos similares de no mediar acciones concretas para abordarlo con responsabilidad, sin demagogia, superando las iniciativas meramente coyunturales. La fuerte señal emitida por la comisión directiva de Independiente, presidida por Javier Cantero, resultó una noticia alentadora teniendo en cuenta que, después de mucho tiempo, una dirigencia se mostró decidida a erradicar a los violentos del club. Sin embargo, y más allá del apoyo recibido durante el momento de mayor tensión con la barra brava, sus pares de otras entidades no acompañaron como se esperaba la cruzada de Independiente. Por temores a represalias o por fluidos lazos con los violentos en virtud de trasfondos políticos, lo cierto es que la dirigencia deportiva hoy no se revela comprometida con atacar de raíz las causas del problema. Más aún: algunas siguen entregando todo tipo de prebendas a las barras (entradas de favor, micros para viajes, habilitación de espacios para tramar negocios), en tanto varios clubes tampoco aplican el derecho de admisión, un requisito indispensable. Tampoco los diversos organismos de control del Estado, desde el extinto Comité Provincial de Seguridad Deportiva de la Provincia de Buenos Aires (COPROSEDE) hasta la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte (APREVIDE) y otros actores, lograron dar respuesta al fenómeno. La propia policía, independientemente de sus juridicciones, ha sido foco de cuestionamientos no sólo por su rol pasivo frente a conflictos dentro y fuera del estadio, sino también por su complicidad con los violentos. El panorama, como se advierte, presenta complejidades y numerosas aristas a atender, algo que desestimaría una solución a corto plazo. Por un lado, porque se trata de un problema histórico del fútbol argentino, que abarca estamentos políticos y deportivos, muchos de los cuales alentaron la creación y consolidación de las barras bravas, hoy verdaderas organizaciones delictivas. Por otro, debido a que de cara a la finalización de la temporada regular suelen aumentar las presiones, los intereses en pugna de los actores involucrados, conforme se definen los campeones y –sobre todo– los descensos de categoría. Abundan, por tanto, las tareas por delante. Un dato a tener en cuenta remite a que varios barras implicados en hechos de violencia irán a juicio este año; entre ellos, integrantes de las dos barras bravas más fuertes que crecieron exponencialmente: «Los borrachos del tablón» y «La 12». Pero, además de este hecho que podría abortar prácticas de impunidad, a la dirigencia deportiva le caben como tarea prioritaria no pocos desafíos: cortar con los favores a los violentos, desplegar activas políticas de prevención –con eje en la educación– y consensuar una posición firme con sus colegas de otros clubes y con los diversos organismos de seguridad, a fin de terminar –de una vez por todas– con un problema social persistente. PABLO PROVITILO - PERIODISTA

martes, 5 de marzo de 2013

La noticia que no leímos

Un siglo atrás, en 1924, el paraje de Napalpí en el Chaco fue el escenario de una masacre: dos centenares de habitantes originarios fueron asesinados por las fuerzas policiales. Apelando al absurdo recurso del peligro malonero, la matanza ocultaba en realidad fuertes intereses económicos: la necesidad de ocupar las tierras de las comunidades, la pérdida de ganancia con los cultivos de algodón y el consiguiente desplazamiento de los aborígenes como mano de obra barata a otras regiones. Había que terminar con el “problema indígena”, y desde el discurso civilizatorio y progresista, la respuesta elegida fue el aniquilamiento. El exterminio. Crímenes en sangre, el libro de Pedro Jorge Solans recientemente editado en la colección Sudestada de bolsillo, da cuenta en detalle de un episodio que dejó una profunda huella en la identidad de un país. Hoy, casi cien años más tarde, la realidad de los pueblos originarios en Chaco y Formosa difiere en algunos aspectos, pero también está marcada por la exclusión, el hambre, la discriminación y el racismo. La amenaza es concreta: sólo en enero pasado, la comunidad qom en el noreste argentino perdió trágicamente a dos de sus miembros en condiciones sospechosas. Las víctimas fueron pibes de 12 y 16 años, víctimas de un odio que emerge ante la pasividad de quienes priorizan el bienestar de los empresarios por encima de la vida de sus vecinos. Ya en diciembre de 2012, Celestina Jara y su nieta de 11 meses murieron después de ser atropelladas por un gendarme, que no se preocupó por asistirlas. Detrás de una creciente hostilidad, detrás de la ambición de nuevos latifundistas, de tanta amenaza y tanta indiferencia de parte de las autoridades, otra vez se vislumbra la trama económica: todas las víctimas vivían en una zona que se ha convertido, en los últimos años, en un jugoso botín para algunos pocos que caminan sobre alfombra roja en los despachos provinciales. Las comunidades qom son un molesto obstáculo para la expansión de los negocios de terratenientes y comerciantes vinculados con el agronegocio. La participación directa de agentes de seguridad, o bien la respuesta represiva con gendarmes, confirman que el rol que hoy desempeña el Estado, en sus distintos niveles, va más allá de la mera complicidad. Aquí se trata de sembrar el miedo y el odio al mismo tiempo, de apelar al desmonte y a los incendios provocados, de ignorar al chagas y al cólera que hacen estragos (pero en silencio), de enquistar el analfabetismo y la desnutrición, de demonizar a los marginados del sistema, de aprovechar para limpiar el terreno y hacer negocios con las tierras de las comunidades, de abrir la puerta al paso firme de las mafias sojeras. Aquí se trata, también, de imponer en la agenda mediática de la prensa orgánica otras cuestiones de relativa importancia, mientras en las entrañas del país se desangra una cultura y un pueblo. Aquí se trata de distraer con el discurso de la hipocresía y el juego de candidaturas para aceitar la oxidada maquinaria del mismo aparato de siempre. Para que nadie escuche. Para que nadie lea. Para que nadie exija. Para que nadie actúe.