sábado, 23 de julio de 2011

REDES SOCIALES: La intimidad en crisis


¿SOLOS O ACOMPAÑADOS? Se calcula que 11 millones de argentinos poseen una cuenta en Facebook y unos 800.000 están conectados a través de Twitter.

Cada vez es más difícil, si no imposible, negar el poder de las redes sociales para influir en eventos políticos; Internet ha creado un foro sin paralelo para que la gente comparta sus experiencias con el mundo».
Así se expresaba el director ejecutivo de Accessnow.org, una organización no gubernamental que promueve el uso de Internet y otras tecnologías para defender derechos políticos y sociales a nivel mundial, luego de la dimisión del presidente egipcio Hosni Mubarak tras 30 años de gobierno ininterrumpido. Este tal vez haya sido un caso emblemático en el cual las redes sociales se convirtieron en un verdadero espacio de resistencia y organización, algo impensado hace más de una década, cuando los primeros blogs daban sus pasos en la Red de redes.
En 2004, casi como un juego juvenil, nació Facebook de la mano de Mark Zuckerberg, un estudiante de Harvard que buscaba que los alumnos de su universidad se conocieran entre sí. Pronto, lo que surgió como un hobby se extendió a todas las universidades de Estados Unidos y de Europa. Poquísimos años pasaron desde entonces y esta suerte de revolución comunicativo-tecnológica sigue ganando adeptos y ha extendido sus brazos a todos los ámbitos de la sociedad.
Ahora bien, una de las primeras preguntas que surge al observar el crecimiento que las redes sociales han tenido en menos de una década es: ¿por qué alguien elige hacer pública su vida a través de Internet?
«Una persona elige contar su vida a través de una red social básicamente para conocer a otros, para seducir, para hacer amigos, para buscar amantes o pareja. Para tener muchos contactos/amigos y ser querido y admirado, que es lo que suele buscar toda persona. Las redes sociales lograron, a través de un efectivo marketing y poderosas herramientas gratuitas, ponerse de moda en especial entre los jóvenes y volverse en el imaginario juvenil el modo más adecuado y contemporáneo de conocer gente y vincularse con los pares», refiere Joaquín Walter Linne, sociólogo e investigador del CONICET y del Instituto de Investigación Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quien llevó adelante trabajos sobre culturas juveniles y nuevas tecnologías.
Para la psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional y autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, Diana Sahovaler de Litvinoff, una persona que habla de su vida a través de las redes sociales, en principio, lo que busca es conexión y comunicación. «Los medios de comunicación hoy promueven el miedo al otro: “No salgas a la calle porque es inseguro, no te acerques al otro porque es contagioso, o puede ser un enemigo”. A través de la Web las personas encontraron un recurso para relanzar los vínculos», señala.
No obstante, Litvinoff advierte sobre la necesidad de evaluar si Facebook favorece la comunicación o la evitación del otro. «El temor al encuentro y las fobias sociales hacen que la Red se transforme en un refugio, sobre todo para las personas inseguras o que se sienten inferiores. A veces es más fácil intentar una conquista amorosa vía Web que jugarse cara a cara, porque implica la seducción y exponerse a un rechazo; siempre la vida real es más dura», sostiene.

La era de la imagen

Se han realizado muchos intentos por definir intimidad, algo que demuestra la complejidad del concepto. Por ejemplo: los italianos hablan de riservatezza (reserva), los franceses vie privée (vida privada) y los países anglosajones de privacy (privacidad). Actualmente, se utilizan indistintamente intimidad y privacidad, como una zona espiritual, exclusiva de un individuo, a la cual nadie tiene acceso, salvo aquella persona a quien ese individuo se lo permita. «Vivimos en la era de la imagen, la consigna de estos tiempos es mostrarse, y allí comienza la confusión entre lo público y lo privado. Se trata de exhibir la intimidad, no importa si es profunda o banal, puede ser lavarse los dientes o acceder a una relación sexual, sin pudor, casi pornográficamente, quedando lo íntimo al desnudo. Las redes sociales han influido mucho en mostrar la intimidad; lo que antes se hacía puertas adentro hoy se ve con una webcam», asegura la psicoanalista de la Asociación Psicoanalista Argentina, Adriana Guraieb.
En este mismo sentido, sin dudas el reality Gran Hermano es, de lejos, el ícono de la intimidad al desnudo, pero también de la búsqueda de fama de una forma exprés. De hecho, la última convocatoria a nivel local logró que unas 70.000 personas, en su mayoría jóvenes veinteañeros, se inscribieran a los castings. Si se compara esta cifra con los 1.924 aspirantes a la carrera de Medicina inscriptos en la Facultad de La Plata para este año, el ideal de alcanzar el reconocimiento social a través del estudio y el esfuerzo quedó en el recuerdo.
Ahora bien, ¿existen riesgos cuando se desdibujan los límites entre lo privado y lo público? La respuesta es sí, sobre todo para los adolescentes. «Los riesgos pueden ser el carácter adictivo de estas tecnologías, la pulsión maníaca de estar chequeando todo el tiempo la actualización de las redes, el mail, las versiones digitales de los diarios. Un círculo vicioso del que puede ser difícil salir. Pero además, para los adolescentes el problema es la falta de conciencia al publicar datos personales, olvidando que lo publicado en Internet puede ser muy difícil o imposible de borrar, y que no toda publicidad ni información es buena», sostiene el investigador del CONICET.

Dime quién eres y te diré qué te vendo

Esta cuestión de la vida vista como a través de un cristal, donde todo se sabe y todo se dice, ciertamente ha sido aprovechada por el mercado. «La idea es que se puede ver todo lo que el otro hace, entrar a su vida, saber quién es, qué le gusta. Esto a su vez se relaciona con la sociedad de consumo. El potencial consumidor debe ser conocido en su totalidad para saber qué se le vende», asegura Litvinoff.
En las redes sociales florecen numerosos ejemplos de productos que se ofrecen a los internautas, incluso gratis, para asegurarse futuros compradores. Hoy muchas marcas nos invitan a «seguirlas» en Facebook o Twitter; no ingenuamente las empresas eligen estos soportes para publicitar (ver recuadro). Es que a través de las redes sociales, las compañías conocen los gustos y hobbies de los usuarios y sus amigos, datos que utilizan al momento de diseñar estrategias de venta. Hace unos meses, una reconocida marca de productos cosméticos para el cabello proponía elegir el «pelo del verano» e invitaba a las adolescentes usuarias de las redes sociales a subir su foto a Facebook. Detrás de esta campaña se esconde sin dudas el negocio y las ansias de las chicas por convertirse de forma meteórica en una modelo top.
Internet y las redes sociales sin dudas vinieron para quedarse. Como en toda revolución comunicativo-tecnológica, no todas las cosas son buenas ni todas son malas. «Del mismo modo que se pueden difundir grupos antisemitas, se puede usar las redes para difundir cuestiones de género, denunciar casos de violencia doméstica, feminicidios, casos de discriminación, para organizarse y resistir a dictadores. Twitter, por ejemplo, ha servido para oponerse a distintos gobiernos totalitarios en distintas partes del mundo», señala Linne. En nuestro país, aún están en la memoria dos casos paradigmáticos del uso de las redes sociales como medio de denuncia: el de una joven mendocina que subió a Facebook las fotos de su cuerpo evidenciando las lesiones tras una golpiza de su novio, y el de la madre de Marianela Rago (una adolescente víctima de feminicidio) que decidió subir al mismo sitio una carta expresando su ira y dolor al que considera el asesino de su hija.
«En estos casos, Facebook fue un recurso más, como una solicitada en los diarios o un cartel en las paredes. Ellas encontraron la forma de elaborar situaciones traumáticas y se sintieron acompañadas por la gente que les manifestó su solidaridad», opina Litvinoff.
Con todo, según los especialistas, Internet ha revolucionado la comunicación y las relaciones sociales, permitiendo que se formen pequeñas, medianas y grandes comunidades que están intercomunicadas en línea. El contenido de lo que se comunica puede ser tan vasto como los intereses humanos. A su vez, puede haber gusto en mirar y ser mirado, lo importante es tener en claro cuáles son los límites.


                                                                                                                 María Carolina Stegman

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