jueves, 21 de julio de 2011

De corazón charanguista

Hugo Cardona tiene el mate listo a la hora indicada, la voz pausada y serena. Tiene el charango entre sus manos casi siempre, o lo deja a un costado sin quitarle los ojos de encima. Tiene la potencia del que sabe lo que quiere, y como sabe lo cuenta. Sin apuro pero sin pausa, hasta gastar el mate, hasta que sus manos inquietas buscan una vez más ese pequeño instrumento de sonido único e inconfundible que le da vida, sueños, esperanza…pero antes hubo una charla.

HC- Tengo 42 años y vine acá a La Plata hace 16 con la perspectiva de poder estudiar música o alguna cosa referida a la cultura, al arte. Como siempre andaba tocando con los muchachos y a veces no teníamos tiempo y siempre vivíamos en pensiones, un tiempo acá otro allá no tenía un tiempo disponible para poder realizar una carrera pero he tomado clases con amigos músicos y hago intercambio con gente del conservatorio, yo enseño el charango y ellos me enseñan música.

¿Cuándo empieza tu relación con el charango?

HC- Aprendí con un señor allá en Jujuy que era boliviano autodidacta y me enseñaba todo por oído. Esto sucedió en mi pueblo que se llama Maimará que está a 80 Km. De la Capital, está en el corazón de la Quebrada de Humahuaca. Al lado del trabajo de mi papá había un señor que tocaba el charango por las tardes para pasar el tiempo, se dedicaba a la sastrería y también hacia quinta. En la tarde, en los momentos libres, tocaba el charango y yo me acercaba a mirarlo por la vidriera y el decía que no sabía enseñar, que no tenía paciencia hasta que lo jodí tanto que un día me dijo bueno trae en charango que voy a ver si te puedo enseñar algo. Iba cada dos o tres días y así fui tocando y armamos un grupo con los chicos en la escuela, teníamos todos 12 y 13 años.

¿Cómo fue que viniste a La Plata? 

HC- Me vine invitado por un grupo de chicos que tocaban acá que eran Los Chuncales, hacían peñas grandes y me invitaron a tocar acá, vivir de la música y aprender más. Dos de ellos están en España tocando. Yo estuve hace 8 años por allá, durante 40 días tocamos en varios pueblos y ciudades, ellos dos se quedaron y tres nos volvimos.
Fuimos invitados por el grupo Temaiken que son del sur y viajaban todos los años. En esa oportunidad nos invitaron para que hagamos la parte musical y ellos hacían el baile. Fue muy bueno porque estaba todo organizado, todos los días tocábamos en lugares diferentes como Valencia, Murcia, Extremadura, Madrid y muchos otros lugares.
Acá luego empecé a tocar con Tomás Lipan que me llamaba para acompañarlo, también con el grupo Los Yupanqui que viajamos por todo el país y después empecé mi carrera como solista. Grabé mi primer disco que se llama Soy De Maimará con la ayuda de Tomás Lipan

¿Tenés una familia de músicos o sos el primero en esta carrera?

HC- Uno de mis abuelos que murió en un accidente de tránsito, fue maestro de escuela, poeta y cantor, le dio clases al Kolla Mercado que vivió muchos años acá. Una vez lo escuché recitando un poema de mi abuelo, me acerqué a saludarlo y fue muy emocionante.

Yo siempre toqué el charango. Cuando era chico llegaban los grupos de Humahuaca que traían guitarras, charangos, quenas y cikus a los festivales que se hacían en la escuela de Maimará y ya le tuve mucho aprecio al charango y como el único que tocaba era mi vecino, el señor Espinoza. El no le quiso enseñar a nadie a tocar, ni siquiera al hijo porque decía que no servía para enseñar. Se dio como una amistad, siempre que vuelvo me invita a tocar y a la fiesta de la Pachamama, es algo muy personal y bonito que alguien te invite a su casa para hacerle un homenaje a la tierra porque significa que hay mucho aprecio. El era de Bolivia y me decía que todos los años necesitaba ir a pisar su tierra, como algo que le da vida.

¿Los charanguistas se conocen todos, se juntan en algún lugar?

HC- si, cada dos años nos reunimos en Bolivia, se llama Encuentro Internacional Del Charango y reúne a charanguistas y Luthiers de todas partes para intercambiar material y para tocar, cada noche toca un país distinto, Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Japón y Alemania que también tienen charanguistas. Lo organizaba William Centeya que es un precursor y maestro de charango. La última vez hubo más de 500 charanguistas de todas partes del mundo.

¿Hay muchos luthiers en Argentina?

HC- No hay muchos. Acá en La Plata tenemos uno muy bueno que se llama Patagua que les hizo charangos a varios músicos de todas partes del mundo. Sus creaciones se exponen en Purmamarca porque son muy buenos y afinados. Conoce mucho porque hace más de 30 años que viene haciendo charangos, lo hace a gusto del que lo pide, algunos más graves otros más agudos, él lo acomoda según el gusto del que lo va a tocar. Después hay dos más por acá, Espinoza y Chiquito Rodriguez. Hay varios en Jujuy y los mejores son los de Bolivia, todos los grandes grupos de allá tienen charangos de Achá que es el mejor.

¿Qué diferencias culturales notás entre los pueblos del interior y las grandes ciudades como La Plata o Bueno Aires?

HC- Cuando llegué a La Plata noté un movimiento de cultura muy grande, muy fuerte, vienen muchos chicos del interior a estudiar y se genera un movimiento muy importante que en pocas ciudades se ve eso. Acá hay peñas, hay festivales o te juntás a tocar en una casa y uno hace coplas de Jujuy, otro hace temas de la llanura pampeana, otro temas patagónicos, eso lo hace interesante, es como un pueblo grande, en Buenos Aires la gente no se brinda tanto.
Un pìbe que nace allá aprende otros valores que en las ciudades se pierden, yo que ya soy papá me cuesta afirmarle a los chicos el respeto a los mayores, por los maestros. Es como que la ciudad grande te va poniendo condiciones, te da cosas buenas pero también te da malos hábitos como por ejemplo la falta de confianza entre los propios vecinos, eso hace que se deje de compartir muchos momentos, que nos podamos conocer más. La carencia afectiva de los seres humanos se nota mucho más acá que en los pueblos. Allá con poco se vive mucho mejor, no tanto consumismo, allá no hace falta tanto para poder ser feliz, acá uno muchas veces sin querer se deja llevar por la publicidad y después se da cuenta que lo que compró no le sirve para nada y se siente un infeliz, allá con otros valores uno puede vivir distinto, sin tanto apuro. Pero también allá hay que ser muy fuerte para reafirmar la cultura, para tratar de que haya un movimiento más cultural. Muchos pueblitos están como olvidados en el tiempo, hace falta que haya más actividad cultural. Acá hay mucha actividad, podés hacer cursos, uno puede dar clase y tiene alumnos, por ahí en el pueblo eso es más difícil.
Varias veces me pregunté hasta cuándo me iba a quedar acá y la verdad es que la vida te va llevando y muchas veces no depende de uno. Un chico puede vivir más sano en un pueblo que en la ciudad, por eso los valores humanos que se aprenden en un pueblo acá no se ven claros. En un pueblo se respeta a las personas mayores, el anciano es el sabio, el que sabe, el que tiene la experiencia de los años, tiene siempre el primer lugar en un festival o en cualquier evento, acá los tenemos olvidados en los geriátricos, como que molestan, están de más. Esas cosas te marcan.

¿Cómo elegís las canciones?

HC- Para empezar a componer yo me siento una mañana y empiezo a tocar la guitarra o el charango y empiezo a tocar melodías sueltas, a acordarme de mi pueblo, a recordar cosas que me llamaron la atención, generalmente cosas que me emocionaron. Una vez escribí una saya para un nene que había muerto en un trágico accidente en el carnaval, iba detrás de una comparsa, pasó un auto y lo mató. En ese momento se dio la alegría y el duelo, la tristeza. Ese año esa comparsa no desfiló y las demás, cuando pasaban por la iglesia hacían silencio toda esa cuadra, era algo que te estremecía porque todo un pueblo vivió el duelo de un nene que era parte de la fiesta, del carnaval. Fue muy fuerte porque de la alegría de golpe venía la tristeza, así, todo junto. Me marcó también la fuerza del pueblo que cuando quiere a alguien, es una fuerza terrible, que conmueve. Cuando volví para La Plata estuve todo el año pensando hasta que un día pude hacer la saya y le fui poniendo la letra de a poco. Le puse La saya del diablito, grabada en mi último disco, Agüita De Tu Amor, tiene el ritmo alegre de la saya y la letra triste, es lo que yo vi en ese momento. Si le ponía una música triste no iba a reflejar la alegría que teníamos en ese momento, entonces pude juntar las dos cosas.
Tenía miedo de grabarla por la mamá del nene y su familia, me hubiera gustado hablarlo con ellos pero lo impidió la distancia. Me dijeron que para ellos iba a ser un honor que alguien se acuerde y quede grabado para siempre un tema. Mi mamá la encontró una vez de casualidad a la madre del nene y le regaló el disco, la mujer se emocionó mucho por la sorpresa porque justo ese día era el cumpleaños del nene. Pienso que toda la energía que uno le pone es un granito de arena para alguien que no está y que nos dejó mucho en una fiesta y para esas cosas que van pasando en la vida.

Proyectos

HC- Hay temas que los tengo archivados porque creo que no están bien, pero después siempre los saco de nuevo hasta que viene algún amigo y dice esto lo tenemos que tocar y así van saliendo las nuevas canciones para el disco que pienso grabar para fin de año. Va a tener ritmos andinos, temas míos y otros característicos del norte como el takirari que viene de Bolivia y el pin pin que es un ritmo toba anterior a la llegada de los españoles. A medida que iban talando los montes, ellos se fueron arrinconando y ahora los pocos que quedan viven en la zona de selva de El Ramal. Ellos hacen el ritual del pin pin que es una pelea entre el tigre, que es el hermano, el indígena y el toro, que representa al conquistador, al ocupante español. En ese baile vence el tigre, la sangre andina, sacan al toro para afuera de la ronda y siguen bailando con el tigre. Esa es la danza del pin pin, tiene un ritmo con mucha percusión que quiero grabar en mi próximo disco como homenaje a toda la gente de El Ramal. Allá todos los chicos después del boliche ponen un pin pin  y siguen bailando ese ritmo alegre que te lleva a bailar aunque no sepas. Están todo el día con el pin pin alrededor del fuego, con los tambores, se cansa uno y sigue el otro y así festejan ellos el carnaval.


Los jóvenes y el folklore

HC- Lo veo como algo positivo que haya gente nueva, que la juventud conozca el folklore. Por algún lado tenemos que entrar con la música para que la juventud pueda conocer su propia cultura, sus orígenes. Creo que a partir de ahí podemos construir un país fuerte, con identidad. Está ayudando el turismo que está entrando al país para que nosotros vayamos buscando otras fuentes para ofrecerle al turista nuestra cultura. Lo veo mucho en Jujuy, como ahora es patrimonio de la humanidad, van turistas de todas partes del mundo y eso hace que la juventud tenga más trabajo, se abren más restaurantes, se abren más espacios culturales para ir a tocar. No solo es importante el aporte económico, sino en lo espiritual porque si a los chicos no le damos la posibilidad de aprender, de mostrarles que tenemos nuestra propia cultura, que podemos ser auténticos. A mi antes me decían que tenía que tocar la guitarra eléctrica, modernizarme y a mi no me emocionaba. Por eso seguí con el charango, porque es parte de mi cultura, es espiritual. Por eso hay que brindarles posibilidades a los jóvenes que puedan aprender a difundir su cultura a través del arte y puedan vivir de la música que es difícil pero no imposible. Hay que seguir creyendo en los sueños y en las utopías que son lo que a uno lo hacen feliz. Por ahí en lo económico a uno le faltan cosas pero si no tenés lo espiritual, lo cultural, el arte satisfecho o lleno no vas a ser feliz nunca. Eso tiene que ver con el baile, el movimiento, el pintar un cuadro, tocar un instrumento, es parte de nosotros, de nuestra cultura. Uno para cantar una copla, un takirari, tiene que tener un camino hecho, haber pasado por el sufrimiento, el padecimiento para realmente poder cantarlo con mucha expresión, con mucho dolor o con mucha alegría. Para que se refleje eso, no se aprende ni nadie te lo va a dar. Es a través de la vida que se aprende, escuchás cantar a alguien  y decís tiene algo en la voz que te llega,

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