lunes, 31 de octubre de 2011

Pequeño homenaje a todos los que luchan...






Día tras días, sin importar el frío, el calor, la idiotez ni la desesperanza. A todos aquellos que dejan la piel en la lucha...

domingos de superacción

El 30 de octubre de 1938, Orson Welles causaba pánico con La guerra de los mundos por radio. En 2011, los medios concentrados lo intentan con el país.

Desde diciembre de 1937, la sociedad norteamericana trataba de olvidarse del posible peligro de una nueva guerra en Europa y deliraba con el programa furor –35 puntos de rating– de la radio: el cómico y ventrílocuo Edgar John Bergen y su muñeco Charlie McCarthy, a quien los escuchas suponían una persona real. El domingo 30 de octubre de 1938 no fue la excepción. La audiencia reía a carcajadas, mientras esperaban la cena, con las ocurrencias de Charlie y las preguntas disparatadas de Bergen, pero aprovecharon el bache provocado involuntariamente por una anodina cantante de jazz para girar el dial. Habían pasado doce minutos de las ocho de la noche. Y la alegría viró violentamente a angustia cuando escucharon la alarma emitida por la CBS desde sus pobres cuatro puntos de rating.
Siete minutos antes, la CBS había brindado un parte meteorológico extraño: “Ligeras perturbaciones atmosféricas con causa desconocida. Ampliaremos”. Luego, hubo una brevísima pausa musical que apenas redondeó los ocho segundos y que fue interrumpida para informar sobre la comprobación de varias explosiones de gas incandescente en Marte. Casi de inmediato, el parte dio paso a las noticias en la voz de Carl Phillips (periodista) y los comentarios de Richard Pierson (astrónomo) y Montgomery Smith (general del Ejército): lo que se suponía un meteorito caído en una granja de New Jersey era un vehículo espacial cilíndrico de poco menos de 30 metros. En directo, el equipo de exteriores de la CBS enviado al lugar hacía escuchar el extraño zumbido que emanaba de ese objeto que había sido rodeado por fuerzas del orden. Todo ocurrió en quince minutos de transmisión ininterrumpida: una puerta del vehículo que se abre, llamaradas, explosiones y un número no determinado de seres que salen del objeto. Relataron los reporteros, las voces descontroladas, el terror en cada palabra, la masacre realizada mediante armas desconocidas y de poder sobrenatural de siete mil hombres (bomberos, policías, soldados) que habían acordonado el área. La invasión marciana era un hecho.
Ya nadie volvió el dial a las gracias de Bergen y su muñeco. La audiencia de la CBS se multiplicó por los enloquecidos llamados telefónicos entre familiares y amistades y vecinos. La voz del secretario del Interior llamaba a la calma, pero, al mismo tiempo, informaba que los marcianos, desde decenas de naves, iban destruyendo puentes, rutas, vías férreas y centrales eléctricas. Las cifras de muertos eran incalculables, siguió el secretario, llamando a una urgente evacuación de Nueva York. El periodista Carl Phillips recogía los partes de sus colegas para informar de la ingente aglomeración en las principales vías de salida de la ciudad, cosa que comprobaron, horrorizados, los miles y miles de oyentes que salieron de sus casas en busca de la salvación.
Los ciudadanos que habían sintonizado a las ocho en punto la CBS (ese escaso cuatro puntos de rating traducido en personas reales), cómodamente sentados en el living de sus casas, esperando la cena, siguieron el decimosexto programa dominical del Mercury Theatre que, producido por John Houseman y dirigido por el jovencísimo Orson Welles (23 añitos norteamericanos), realizaba la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, la novela que el inglés Herbert George Wells había escrito en 1898.
Los que habían clavado el dial a las 20.12, descubrieron la realidad luego de 40 minutos de pánico.
Hubo reacciones de todo tipo: H. G. Wells dijo, desde Londres, que no era responsabilidad suya el haber escrito una novela cuarenta años atrás. La compañía de sopas Campbell, atenta a la audiencia lograda por los actores, decidió patrocinar de manera exclusiva al programa del grupo Mercury, que cambió su nombre por Campbell Playhouse. Los radioescuchas indignados, todavía temblando por el terror de la noche anterior, hicieron llover demandas por daños morales y materiales sobre el Mercury Theatre. La cuestión fue resuelta por Houseman: al comienzo de la transmisión y promediando el programa, se habían realizado los anuncios correspondientes de la obra ficcional que se representaba. Desde Hollywood, ni lerdos ni perezosos, llegaron las ofertas en busca de futuros éxitos: contrataron a Houseman, a Welles y a todo el elenco del Mercury (Joseph Cotten, Agnes Moorehead, Everett Sloane, entre otros jóvenes). El equipo respondió casi de inmediato: dos años y medio después, estrenaban la película Citizen Kane destrozando taquillas.
Orson Welles atendió a una sola demanda, la de un campesino de New Jersey que había gastado en un pasaje de micro el dinero ahorrado para comprarse un par de zapatos. Y, sonriente, envió el par: negros, abotinados, 43, impecables en su caja de cartón.
Desde mayo de 2003, la sociedad argentina trataba de olvidarse del posible peligro de una nueva debacle institucional y deliraba con los medios que –por tradición, por publicidad, por errores de la competencia o por desánimo forzado– venía leyendo y escuchando y viendo desde mucho tiempo atrás.
Casi era costumbre un diario preestablecido en la mesa de los bares, el televisor clavado a toda hora en determinado canal de noticias, el deterioro disfrazado de entretenimiento en los mismos canales de aire de siempre. La táctica era el descreimiento. Y si, por ahí, despertaba una creencia, por mínima que fuera, el bombardeo mediático se apresuraba a batir parches para “desenmascarar la mentira”.
Así, fueron pasando los meses y los años, las realidades teñidas de ficción y las ficciones disfrazadas de realidades. Los candidatos que sí, pero los candidatos que no, los apocalipsis cotidianos y las amenazas flagrantes, los conflictos que seguro vendrán y las tendencias tendenciosas, los desánimos prestados y las ilusiones envueltas para la ocasión.
Y así se fueron sumando palabras tras palabras para la construcción de un relato a la medida de los poderosos de siempre: las denuncias contra los intelectuales por conveniencia, la certeza de manipulación de la memoria, la idea de que sin artimañas no hay política, el vértigo de que una democracia sin equilibrio es un error, la necesidad de poner un freno al autoritarismo, las valijas de Antonini Wilson, la soberbia de un voto no positivo como emblema de la coherencia, las crisis económicas internacionales que ya van a ver, las sequías y las lluvias como castigos divinos, las elecciones legislativas de 2009 como principio del esperado fin, la muerte como coartada, el luto como maquillaje, la corrupción como estrategia de una Madre de Plaza de Mayo y hasta la insólita sospecha de que la solidaridad popular era producto de una tragedia emblematizada en el uniforme de la viudez. La maldad por la maldad misma, la maldad como ideología, enfatizada por voces, imágenes y textos que se regodeaban en un desenlace fatal. Sólo faltaba que los poderosos de siempre escribieran el nombre de quien se haría cargo de un país que, después de ocho años de encaminarse hacia el mal, retomaba el rumbo preciso hacia otro país. La invasión terrestre era un hecho.
Pero el 23 de octubre de 2011, un domingo, la gente, el pueblo, la sociedad, el país dijo qué es ficción y qué es realidad. No hubo, a pesar de los que pronosticaban los poderosos de siempre, una lluvia de demandas como aquellas de hace hoy exactamente, otro domingo, 73 años. Tampoco están Orson Welles, ni el elenco de la Mercury Theatre, ni los zapatos 43 negros y abotinados en una caja de cartón.
Quedaron, sí, algunos personajes pregonando que se avizoran nuevas amenazas. Y uno, voz emblemática entre todas, refunfuñando sospechas en forma de preguntas, que tiene cuatro años por delante para aprender a pronunciar, de una vez por todas, el apellido Kirchner.

Por Miguel Russo

viernes, 28 de octubre de 2011

El que tiene sed

–Escúcheme bien –dijo el hombre de los ojos de plata–. Hay muchos tipos de gente, pero en los extremos hay dos. Mire que no hablo del idiota y del genio, no hablo del criminal y del santo. Le estoy hablando de la gente en general, y por eso digo extremos, no digo excepciones. Me va a entender enseguida, si no me entendió ya. Usted parece bastante despierto. No se enoje, no niego que pueda ser mucho más que despierto, un criminal, un genio, hasta un loco: una excepción en algunos de los extremos. Pero si le interesa lo que digo va a tener que olvidarse del valor que usted les da a las palabras. Y hasta de la palabra valor. Escuche. Hay gente que no sirve para nada o no sabe hacer nada, esa gente a la que todo le sale mal. Ni siquiera son mediocres, ni son dementes de alguna clase. Lo mediocre es el término medio de la especie humana, es el tipo general, la norma; y la demencia ya le dije que se trata de una excepción en uno de los extremos. En el inferior, digamos. En el otro extremo está la gente que sabe hacer bien muy pocas cosas. O sólo una. En todo lo demás son como los que no saben hacer nada. ¿Me sigue? En todo lo demás no son ni siquiera mediocres, son incapaces. Inútiles. Salvo para eso que sí saben hacer, no importa lo que sea. Cuando eso que saben hacer coincide con la posibilidad y con la voluntad de hacerlo, usted diría algo así como que están salvados. Y no me pregunte cómo lo sé, hoy repitió veinte veces la palabra salvación. Acá, si quiere, ponemos a los grandes hombres, a los hombres de talento, a los creadores de cualquier tipo, sobre todo si son capaces de hacer una sola cosa, ni siquiera dos. Únicamente esa cosa. Los fanáticos, los iluminados religiosos, algunos artistas. En cuanto al genio, la excepción, es nada más que la anormalidad superior pero todavía humana de este segundo tipo. Y hay una tercera clase de hombres, si es que se trata de una clase y no de un solo ejemplar. Páseme la botella. Es como si estuvieran dotados para todo. Para casi cualquier cosa. Y fíjese, por favor, que no he dicho dotados para lo que ustedes llaman cosas grandes o extraordinarias. He dicho casi para cualquier cosa. Podrían llegar a ser matemáticos o rematadores. Podrían ser astrónomos, dedicarse a la fabricación de escobas, a la etnografía. Estos, sin ser idiotas, teniendo en casi todo orden una aptitud potencial superior a la del hombre común o a la del gran hombre, son tan inútiles, en los hechos, como los que no saben hacer nada. Acá tiene uno. ¿Se hizo alguna vez un test vocacional? Espero que no. Yo sí, alrededor de los veintitrés años. Hace más de treinta. Bueno, estaba dotado para todo. Se da cuenta, un sujeto que a los veintitrés años puede ser arquitecto, director de empresa, astrofísico, remachador, sacerdote o trombonista de la filarmónica. Usted cree que miento, espere –y mientras yo le aseguraba que le creía, lo cual misteriosamente era cierto, él se agachó, alzó del suelo un bolso de avión en el que vi al pasar una botella, papeles y algún libro, y sacó de allí un legajo de enormes hojas–. Ahí tiene.

Las páginas, escritas en alemán, tenían todas un formidable membrete impreso en letras góticas. Sólo descifré la palabra instituto y la fecha. Me llamó la atención una cosa: esas hojas no estaban deterioradas. La carpeta parecía haber sido abierta muy pocas veces. Por lo tanto, no se trataba de una ceremonia alcohólica; el hombre de los ojos de plata no acostumbraba mostrar esos papeles. Ni siquiera acostumbraba mirarlos.

–Vea el informe de la última página –dijo–. ¿Lee alemán?

–No. Lo siento.

–No lo sienta. Yo soy alemán y le digo que en alemán sólo vale la pena leer Das Niebelungenlied, Zarathustra y el primer Fausto. –Y mientras yo casi me caía de la silla dijo con la misma voz, carente de matices afectivos pero ahora sin el menor acento germánico–: Y Kafka, que era judío y checo -se rió sin alegría-. Agreguemos a Thomas Mann.

–Pero usted no tiene... Es muy extraño.

–Extraño que un alemán –prorrumpió con voz sonora e inesperada–, que un áleman hafle sin tureza, sin estrújulas, ajj sí, muy enormidad de exdraño. Pero cómo voy a tener acento. No le estoy diciendo que soy un hombre en blanco, sin huellas espirituales de ninguna especie, tal vez sin alma. ¿Soy alemán? ¿En realidad lo soy? Miembro del mundo, como decía en alemán un poeta que usted habrá leído, también checo pero no judío. Y no sé hasta qué punto. Hasta qué punto soy miembro del mundo, quiero decir. Vea. Antes de venir a la Argentina viví unos años en México. Me dejé grandes bigotes caídos. Me decían el macho blanco de Tlaxcala... Pero apenas ojeó mi test, ¿quiere que le traduzca la última página? No hace falta. Usted ya comprendió que yo ni siquiera puedo mentir. Un borracho que no puede mentir. Ni ponerse sentimental, ni romper de tanto en tanto alguna cosa. Si yo fuera usted, Espósito, me parecería una monstruosidad. Déme mi carpeta, no quiero que se ensucie. De todos modos, las posibilidades monstruosas de la vida real no pueden ser previstas en un test. O a lo mejor faltó una pregunta, la pregunta para mí. La vida real se descifra mejor con esto –levantó la botella con un gesto casual, la miró fríamente, y yo vi como si sus ojos ardieran un segundo tras el ámbar del líquido mirándome desde otro lugar; se sirvió–. Yo empecé a beber fuerte en la adolescencia, al terminar el gimnasio, lo que acá se llama el secundario. Fue en los años anteriores a la guerra. No sé por qué empecé, pero no fue por horror a una catástrofe que amenazaba diezmar a Europa, mi mundo, el mundo que yo conocí. La guerra en cierta medida atrae. Sólo que a mí me atraía en la misma medida que me repugnaba. Un matemático o un físico dirían que eso es igual a cero o verían fuerzas que se anulan. Se anulaban, en efecto: la guerra me era indiferente. Yo creo que empecé porque sí. O por lo mismo que bebe todo el mundo, porque el alcohol siempre está a mano. En la paz y en la guerra, y sobre todo en la paz, en las bodas de la gente, cuando alguien nace, alrededor de los muertos. En esos años, en Renania y el Palatinado, y en nuestra esfera, todo era un poco irreal. Era el Walhalla. Yo y mi grupo solíamos decir que éramos dioses, yo sin mucho entusiasmo. Un día me di cuenta de que no me importaba el destino sagrado de Alemania: lo atribuí a la brutalidad y estupidez de los dirigentes nazis. También me di cuenta de que no me importaba luchar contra sus ideas: lo atribuí al hecho de que era alemán. Entonces estalló la bomba. Literalmente estalló. Estábamos los dioses bebiendo una noche en una fonda de Manheim, un bodegón parecido a éste, y en la mesa vecina vi a un hombre real. Hablaba contra Hitler, contra Alemania, contra nosotros, hablaba serena y apasionadamente. No sé si porque yo estaba borracho o porque era muy joven, o porque el hombre decía la verdad, pero estuve a punto de levantarme y hacer algo. Darle la mano, o no sé qué. Siempre he estado a punto de hacer algo, lástima no saber si esa vez lo hubiera hecho. De pronto el restorán voló en pedazos. Los nazis habían puesto una bomba. Lo mató a él y a casi todo su grupo. Mató a todos mis amigos. A mí me partió la cabeza como si fuera un huevo. Por eso me interesó la muerte de su amigo Santiago, por la imagen, quiero decir. Diez cirujanos me rearmaron la cabeza, hueso por hueso. En esos días estalló la guerra. Y sobreviví. A todo. A la bomba. A Hitler. A la guerra. A los cirujanos. En 1942, el más eminente sínodo de médicos austríacos dictaminó: puede vivir tres años, cinco a lo sumo. Mi cerebro estaba intacto, pero alguien había detectado por casualidad un lento e irreversible proceso degenerativo. En el páncreas. Entonces hice mi test. Antes dejé el alcohol: lo dejé sin ningún esfuerzo. Yo tenía veinticuatro años. ¿Ya le han dicho que usted no sólo bebe de un modo descomunal, Espósito, sino que nunca aparta la mano de la botella? Pásemela, por favor. Gracias. Yo tenía veinticuatro años y pensaba me quedan tres, con suerte cinco, y no sé qué quiero de la vida. De mi vida. Cuando lo sepa, pensaba yo, voy a hacer fanáticamente eso. El tiempo que fuera, pero hecho día a día, minuto a minuto, hasta la muerte. No lo pensaba sino que lo supe, muy borracho, la noche misma que dejé el alcohol. Y aquí está mi formidable test. Apto para todo servicio. O por nosotros no se preocupe, tome lo que quiera y haga de su alma lo que quiera. Como le insinuó el patrón hace un rato, cuando usted parecía tan disconforme con la vida. Yo buscaba una sola cosa y ahí aparecían otra vez todas. Qué hago. Qué se hace en un caso así. Me hago quiromántico, fundo una religión, pongo una bomba en el Reichstag, estudio germanística, escribo una novela, demuestro que Kant confundió tiempo con eternidad o que el tiempo no es una intuición pura sino una pura ilusión del movimiento, y que el espacio, en cambio, subsiste aun en la inmovilidad absoluta y en la nada. Y a mí qué me importa la metafísica. Tres o cinco años bastan para inventar un idioma analítico más interesante que el volapuk o para escribir una novela, si no fuera que la encuadernación o la teología o el flautín son un destino como cualquier otro. Entonces compré doce cajones de vino del Rhin, saqué un pasaje y me embarqué para Sudamérica. No, no me volví alcohólico por eso; yo era alcohólico de nacimiento, como pude haber sido abstemio. Cuando bajé del barco ya tenía un destino razonable, el único que me quedaba. Me dediqué a eso que se llama vivir. En el año cuarenta y siete, un buen año, me acosté con ciento cincuenta mujeres, tomé seiscientos litros de bebidas alcohólicas. Fue en Brasil. Me decían el portugués. No me estaba destruyendo, no. Estaba haciendo a conciencia la única cosa que me comprometía entero. Vivir a rajatabla y emborracharme hasta la tumba. No sé qué significa lo que voy a decir pero de algún modo debo decírselo. Yo era feliz. Al séptimo año de esta sobrevida, en el cuarenta y nueve, y acá en Buenos Aires, me di cuenta de que algo andaba mal. Siete años no son cinco, y sobre todo no son tres. No me sentía peor que cuando me reconstruyeron la cabeza y supe que tenía páncreas. Fui al médico. Fui a cincuenta médicos. Radiografías, electroencefalogramas, tactos de recto, fondo de ojo, electrocardiogramas, análisis de orina, de semen, y consejos para dejar de beber y de fumar. ¿Necesito decirle qué pasó? ¿No se lo imagina? Estamos en 1970 y estoy acá, en El Barrilito de Villa Crespo, hablando con usted, ¿no es cierto? Entonces se lo imagina. No me morí. Tenía corazón de atleta, un páncreas raro, hígado grande y catarro. Era inexplicable, antinatural, opuesto a la medicina, y a la lógica... Si me disculpa, ¿usted comió hoy? Si piensa ir a dar una conferencia allá enfrente, yo le aconsejaría que me dejara a mí el resto de la botella y se embuchara un buen lomito. No es para poner esa cara, yo ya no puedo comer mucho, si no lo ayudaba. En resumen, Espósito, que acá estoy, o está lo que va quedando de mí. Hace unos veinte años que no me acuesto con una mujer: dejaron de interesarme el día que acepté que no iba a morirme. Lo que no pude dejar, lo que ya no me abandonó a mí, es esto. Es extraño. El organismo humano es lo que se llama el hombre, con su alma y su voluntad libre y su espíritu. Sin embargo trabaja en secreto, a su modo, sin intervención del hombre. ¿Tiene idea de cuánto tarda esta enfermedad, esta inmundicia, para incubar en la gente? –Y el hombre de los ojos de plata me quitó casi con brutalidad la botella de la mano; fue el primer gesto violento que le vi hacer en todo ese tiempo–. Perdóneme –dijo mientras se servía, y volvió a su tono apático y blanco–. Usted me contagia su tensión, aprieta de tal modo las mandíbulas que un día se va a quebrar una muela. Le decía que tarda entre siete y trece años. En otros, más; pero ésos no son alcohólicos, son los que toman en las comidas, en las fiestas, cuando no se pueden dormir o para pegarle a la mujer. Terminan igual pero no son alcohólicos, son los burgueses del alcoholismo. Cuando se toma como usted, si es que siempre toma así, o como yo, a los diez u once años ya no se puede dejar. No voluntariamente. Quiere decir que alrededor de los treinta y tres años, fecha de mi fallecimiento, yo quizá no estaba envenenado. Y quién sabe, con algunas cuantas células nerviosas menos a lo mejor era capaz de menos cosas. Aunque más no fuera, el flautín. Ahora me quedan únicamente hábitos. Seguir vivo y seguir emborrachándome. Pero sabe una cosa, Espósito, el problema es que ahora, cuando de veras me estoy muriendo, no quiero morirme. No quiero morirme como me voy a morir. ¿Vio la fotografía de un hígado con cirrosis? ¿Vio el cerebro de un alcohólico después de treinta años de imbecilización? Yo sí.

–Y por qué no se mató –lo dije con un rencor que me sobresaltó a mí mismo, pero que no estaba dirigido a nadie–. Quiero decir, no sé. Hable usted.

–Sé lo que quiere decir. Por qué no tuve la decencia de matarme. Usted piensa que yo debí matarme más o menos a su edad. No me maté, Espósito, por falta de interés. Para matarse hay que tener cierto grado de pasión. Yo no soy un suicida ni un autodestructivo, ya se lo dije. Pero, por qué no me mato ahora, ahora que sí podría matarme. Porque no quiero. He descubierto, un poco tarde, el sentido de la vida. Sé perfectamente lo que me espera, la cirrosis, quizás una pierna cortada o las dos. El manicomio, si Dios me da salud. Calculo que me quedan otra vez unos cinco años. Y ahora no hay error, porque ahora me diagnostiqué yo. Un día el hígado no funciona más, o se perfora algo y se hace ahí adentro un pantano de orín, sangre, toxinas y excrementos. O las arteriolas del cerebro se hunden entre la gasa, se taponan de detritus y se asfixian, o estallan. O el pus de las meninges hace algo por mi alma. Quizás hasta tengo la dicha de un delirium tremens, aunque con mi mala suerte no creo. Pero si ahora pudiera elegir, elegiría vivir un poco más.

–Y por qué no deja esta porquería –estuve a punto de decir pero no lo dije, porque esa frase venía demasiado unida al acto de haberme casi tragado el medio vaso que me quedaba, y no me pareció oportuno. Sin contar que el whisky opera de un modo no siempre previsible y ahora me empezaba a colmar un humor sarcástico y hasta algún otro tipo de humor, todavía ignorado por mí. Así que sólo pregunté–: Y cuál es el secreto de la vida.

–Ya se lo dije –contestó el hombre de los ojos de plata–. Se lo dije al principio. Siempre puede ocurrir algo peor. Vale la pena vivir sólo por eso. Para ver dónde está el límite de la degradación, la infelicidad y el sufrimiento. Hasta dónde somos capaces de humillar y hacer sufrir a los demás, o hasta dónde la vida es capaz de vejarnos, envilecernos y hacernos padecer. Pero sobre todo hasta dónde somos capaces de llegar, hacia abajo, sin ayuda de nadie, nosotros mismos. Ahora vaya. Se le va a hacer tarde.

UN MAESTRO, de Guillermo Saccomanno

Pasado un tiempo de aquello, a pesar de lo que opinaban mis compañeros, Rawson para mi era una tranquilidad. “Compañeros, esto será una heladera”, les dije, “pero de acá se sale. Hay que aguantar, hay que tener paciencia hasta un plazo que desconocemos, pero de acá salimos”. El fantasma de los interrogatorios quedaba atrás. Con un grupo de compañeros conversamos una estrategia de sobrevivencia. La primera regla era que los celadores no eran enemigos. Eran un instrumento del enemigo. Teníamos que entender que estaban condicionados por su clase, que de tan sometida, los habían vuelto contra nosotros. No debíamos tenerles bronca a estos pobres Cristos. Si caíamos en el odio, el odio terminaría destruyéndonos a nosotros. No podíamos dejar que ningún compañero se cajeteara. Es decir, que se diera una manija optimista. Porque de ese entusiasmo de caía profundo y después no se levantaba más. Había que evitar la depresión. Porque la depresión en la cárcel es contagiosa y puede llevar al suicidio. Había que estar atento, hacer algo por el compañero que se hundía, y hacerlo era una manera de hacer algo por nosotros mismos. Me acordé de una experiencia de Pichón Riviere en el Borda durante una huelga de enfermeros. Dispuso que los locos menos locos cumplieran el rol de los enfermeros. Y se dio cuenta de que cuando ese loco curaba a un compañero, se sentía útil y se curaba él. En la medida que nosotros ayudábamos a un compañero, nos ayudábamos a nosotros.

jueves, 27 de octubre de 2011

MARIHUANA ILEGAL

En las villas el porro que se fuma es de resaca, un producto infectado de porquerías químicas, sometido a una banda de tramoshas. Es un circuito de diferente niveles políticos y muy necesario, sin demanda no hay oferta, a la gente le gusta el porro y en los barrios se fuma mucho porro, pero porro malo. Los barrio sirven como chivo expiatorio para montar el circo del "combate al narcotráfico" que traducido en la realidad es; perseguir consumidores y si son pobres mejor...Ilegalizar el porro es apostar a la violencia, preferir matar y perseguir, que aceptar el poder de la naturaleza

En mi barrio por ejemplo es muy triste ver como rastrean a los pibes clase media que vienen a pegar faso o merca adentro de los barrios, es todo una odisea comprar marihuana, los pibes tumbean, si sos de afuera te cabe, muchas veces hubo hasta muertos, sumale la extorsión policial que hacen los tranzas a las taquerias, la cantidad de toneladas en movimiento por ahí son muchos millones de pesos con dueños claros, si cae la prohibición cae el circuito instalado y es todo un problema desmantelar todo un sistema socio-político-económico que ejecuta el mercado del narcotráfico.

Hablo de lo socio-económico porque hay que hablar de los distintos actores sociales que son parte de ese circuito, sin ir mas lejos hay que fijarse en el perfil de la tranza que te vende el faso en los barrios ; pobre, madre soltera, llena de hijos y que encontró en la venta de droga una salida para llenarle la panza a sus hijos, no lo hace ni por hija de puta ni por arruina guachos como se dice, no tiene conciencia de lo que vende ni de lo que genera eso que vende, y eso no le quita dignidad porque todo el sistema capitalista legalizado y amparado por el estado se trata de vender productos mortíferos a la gente sin culpa ni remordimiento. Las farmacias y los almacenes donde te venden alcohol son parte de nuestra realidad y nadie se queja no?



Camilo Blajaquis

Algunos problemitas de conciencia




A pesar de todo este desastre igual podemos mejorar en algo las cosas. Es cuestión de tomar conciencia, concientizar a algunos de los que nos rodean y seguir luchando...

domingo, 23 de octubre de 2011

LA CLAVE

Lo más ridículo, tonto y loco
de hoy
será por unos instantes moda mañana
quién sabe dónde?
quién sabe cuándo?

aunque te digan por tu culpa,
por tu gran culpa
no te hagas cargo de inventos ajenos.

La felicidad te sonríe
del otro lado de la barrera,
la esperanza te mira
a unos pasos de distancia,
la desilución una vez más
te abraza y me consuela.

la vívora le dijo al veneno
si tus penas no son de amor te aplaudo,
si lo son te entiendo, pero lo siento,
veni, te ofrezco mi cuerpo,
refugiate y refugiame,
estamos en la misma.

la botella amenazó al borracho
hacelo si te hace feliz
pero no vengas a mi con piedad
ni mucho menos en busca de ella.

la posmodernidad se nutre de lo considerado inculto,
vas a espiar por la cerradura del futuro
y te sentis de regreso en el camino de ida,
palpás la ensalada del bien y del mal
y no ves la diferencia,
mirás el todo, mirás la nada,
son del mismo color oscuro,
volvés para contarlo...incandilado!!!
solo te espera un ramo de flores y esta tonta frase
¿querés la clave?

toni.

PASAJEROS...LAS PELOTAS





Una de las bandas más luminosas del rock nacional. Muy buena música, letras deliciosas y una trayectoria intachable...

sábado, 22 de octubre de 2011

qué pena

El queridisimo periodista salió de la capsula. Si, nosotros también hubieramos querido que se quede a vivir ahi dentro...

El mejor tema de Juana Fe



Quería compartir este hermoso tema de esta banda chilena que extrañamente tiene muy poca difusión. Se les ocurre por qué será????

EL PLATO VOLADOR ES OLLA POPULAR

parado en el abismo del ocaso
pensando en no pensar,
peleando palmo a palmo
con el miedo haciendo escudo.

lo coherente es un supuesto
que no sirve para nada,
en la televisión un mismo canal
que no sirve para nada.

no me mirés a los pies
el mundo está al revés,
quien gana pierde
quien pierde espera.

el principio es el final
y el final solo el principio,
no me esperés que no voy
da la vuelta, te espero.

el plato volador es olla popular.

MENDES

veo ancianos sacando fuerzas de un pozo muy profundo.
veo chicos sonámbulos, no despiertan, tampoco sueñan.
veo pibes muertos de hambre, las neuronas le saltan como piojos
y se les ríen en la cara.

de pronto
algo muy grande y luminoso de acerca
traen botellas de champagne,
bolsas de polvo blanco,
mujeres con cuerpos de goma y caras de plástico.

ya no veo ancianos, ni chicos sonámbulos ni pibes con hambre,
ya tengo el poder.
lucha de todos
los presentes
para todos.

te sigo buscando
y no te encuentro
te sigo esperando
y no paro de correr.

ellos en la mesa
siguen jugando al mus,
todos se anotan un poroto.

el juego se termina,
los porotos no alcanzan,
cuando te levantés de la mesa
puede ser demasiado tarde.

ENTREVISTA A CRHISTIAN REMOLI SOBRE EL MUNDIAL DEL 78

A 30 años del Mundial ’78: ¿La fiesta de todos? La política y el fútbol. Las botas y los botines. La «justa deportiva» y los desaparecidos. Los «gritos» en la ESMA y en el estadio de River. Imágenes y sensaciones contradictorias coexistiendo en tiempos de terrorismo de Estado. En estos días, varias producciones escritas y audiovisuales abordaron el tema. Entre ellas se destaca el documental de Christian Rémoli: «Mundial 78. Verdad o mentira», una notable revisión del que sigue siendo el hecho maldito del país futbolero.
Tesis 11 dialogó con el realizador. Desde el mismo instante en que la dictadura accedió al poder consideró al fútbol como un elemento fundamental en su estrategia de manipulación y disciplinamiento. Primera evidencia de ello es el comunicado 23 del mismo día del golpe que exceptuaba de la cadena nacional la televisación del partido que la Selección Argentina disputaría con su par de Polonia en la ciudad de Chorzow en el marco de una gira europea del equipo de Menotti. En esos días todo estaba prohibido, menos ver fútbol… Pocas horas después el presidente de la FIFA, Joao Havelange, declaraba: «La Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el Mundial». La pelota -que pronto se mancharía- había empezado a rodar bajo las botas procesistas. «Mundial ’78, verdad o mentira», el documental de Christian Rémoli recientemente estrenado, se sumerge en aquellos días intentando mostrar no sólo qué hizo la dictadura con el Mundial ’78; sino también qué hicimos nosotros como sociedad con «la justa deportiva sin igual».

Sin voz en off, a partir de un conjunto de valiosos testimonios construye un relato paciente, que va lenta -pero inexorablemente- horadando la memoria del que sigue siendo el hecho maldito del país futbolero.

T. 11 – ¿Qué motivó tu investigación sobre el Mundial ‘78 y qué objetivos te planteaste con la realización del documental?

CR – La motivación fundamental fue mostrar el Mundial desde la óptica de aquellos que lo sufrieron, una mirada que hasta ahora no había sido abordada. Debo decirte también que, en paralelo a eso, tenía la idea de hacer un homenaje al equipo argentino, ya que cuando inicié el proyecto pensaba que ese seleccionado no estaba reconocido en el nivel que se lo merecía. Pero como muchas veces ocurre en el marco de una investigación, a los pocos días la cosa se dio vuelta. Hice cuatro o cinco notas y me di cuenta de que el tema del reconocimiento iba a ser, por lo menos, complicado. Otra cuestión a priori era el rol de (Carlos) Lacoste. Si bien creía que era un personaje importante pensaba abordarlo tangencialmente. Pero me di cuenta que fue la figura central, esencial de esta cuestión. Es más, hace unos ocho años había ido a los cines de la esquina de Vuelta de Obligado, en Belgrano y me lo crucé caminando por la Recova. Me impactó. Me quedó la imagen del tipo caminando «casi más libre que yo», con las manos atrás de la espalda, la mirada altiva… Ahí me dije: el documental tiene que arrancar con una imagen de este tipo. Complicaba para meter una cámara. Incluso en una primera versión del documental la idea era arrancarlo con una frase de Carlos Ares: «el primer recuerdo que tengo del Mundial ’78 tiene que ver con la actualidad:
No puedo creer que el Almirante Lacoste esté libre y camine por las calles de esta ciudad». Después Lacoste falleció y obviamente esta idea fue modificada. También queríamos retratar el papel de los medios, la figura ambivalente, muy compleja de Menotti, y teníamos la decisión de «ir al hueso» con el partido con Perú e indagar el tema del doping, de lo cual se había hablado muy poco.

T. 11 –¿Cuál era tu relación con el Mundial ‘78 antes de la realización del documental?

– Desde chico, ser futbolero, ir a la cancha, leer El Gráfico y el Clarín deportivo. Y a partir del secundario, cierta inquietud sobre la cuestión de los derechos humanos.
Creo que tanto el fútbol -como fenómeno socio-cultural-, y los derechos humanos, – por todo lo que pasó- nunca fueron tan de la mano como durante el Mundial realizado en nuestro país. Entonces tenía la idea de que se había ganado un Mundial en el marco del terror. Pero teniendo el prejuicio, diferenciando: una cosa son los jugadores y Menotti, y otra el terrorismo de Estado. Como te dije, a poco de andar me di cuenta que estas cuestiones están imbricadas y son inseparables.
No se pueden separar las cosas, cuando los militares apretaban jugadores, cuando a las Madres les festejaban los goles en el umbral de la casa mientras estaban llorando, cuando una editorial tan importante como Atlántida tuvo actitudes canallescas, cuando hizo una revista para la dictadura, como Somos, como Para Ti y sus postales, Gente, El Gráfico… Tampoco cuando el «Gordo» Muñoz desde radio Rivadavia se convirtió en la cara y la voz del Mundial; mucho menos con «La fiesta de todos»,1 ni con las presiones que sufrió y las concesiones que hizo César Luis Menotti, y mucho menos con la cuestión del soborno y el doping. Todo está inevitablemente mezclado, sobre todo pensando que, detrás del arco donde (Daniel) Bertoni convirtió el tercer gol en la final, los aviones arrojaban los cuerpos vivos al mar, cuerpos de personas que habían sido torturados a siete cuadras de la cancha… Fueron, consciente o inconscientemente, utilizados por la Junta.

T. 11 – ¿Qué significó el Mundial ‘78 para la Junta Militar? ¿Qué objetivos perseguía más allá de los deportivos?

– Fue el objetivo más claro que tuvieron. Además de la pelea interna entre el Ejército y la Marina (que le costó la vida a Actis)2, tener la posibilidad de realizar un Mundial al alcance de la mano fue una enorme tentación para intentar tapar todo.
Yo creo que de todas formas, a los fines de la dictadura, hacia el exterior no le sirvió en toda su dimensión ya que a través del Mundial se supieron muchas de las cosas que aquí ocurrían. Pero sí fue efectivo internamente. Siempre reitero las palabras del Gral. Bignone antes de dejar el poder: «nosotros (los militares) nos equivocamos. Debimos haber convocado a las elecciones después del Mundial. Hubiésemos ganado por el noventa por ciento de los votos». Además el himno del Mundial convertido en slogan, «veinticinco millones de argentinos jugaremos el mundial…», fue notable, totalmente inclusivo.
Los medios no hablaban de un país, sino de «nosotros»: «entramos» a la final; «este gol lo hicimos todos».
O la Marcha hecha por Ennio Morricone. Ahora nos pone la piel de gallina por el horror, pero en ese momento cuando la escuchabas, te sentías Kempes…

T. 11 – En ese proyecto ¿qué función cumplió el EAM ‘78 en general y el Almirante Lacoste en particular?

– El EAM (Ente Autárquico Mundial ‘78) en su condición de organismo autárquico, no tenía que rendir cuentas por los gastos ocasionados.3 Tuvo a su cargo la responsabilidad de generar todas las estructuras que pondrían en funcionamiento el evento. Desde la construcción de los nuevos estadios (Mar del Plata, Córdoba, y Mendoza), los centros de Prensa, la reconstrucción de los aeropuertos, la construcción de ATC; era el encargado de realizar y brindar las acreditaciones, de recibir a los periodistas y fue el centro de operaciones del Almirante Lacoste, quien era realmente el que manejaba todo, más allá de la figura decorativa del Gral. (Antonio) Merlo (el presidente del EAM).
La figura de Lacoste empieza a crecer en el fútbol argentino a partir de ahí. ¿Por qué? Porque Massera, en su aspiración de ser presidente, creía que el fútbol era un elemento a manipular de vital importancia y Lacoste era su mano derecha. Había participado en el golpe del ’55, era fuertemente antiperonista, era un tipo de fortuna, de pibe se había hecho fanático de River. Más tarde llegó a ser vicepresidente de la FIFA, fue Ministro del Interior, llegó a ser Presidente por unos días…4. Cuando (Alfredo) Cantilo dijo que no quería seguir al frente de la AFA, Lacoste tenía que buscarle reemplazante, ya que la AFA «era de él». Se barajaron algunos nombres: «¿por qué no lo ponés a (Santiago) Leyden?» -de Ferro-; no, ya está en la FIFA; ¿por qué no ponés a (Ignacio) Ercoli? -de Estudiantes de La Plata-; no, vive en La Plata. ¿Y Aragón Cabrera? Lacoste dijo no, a Aragón le manejo River, imaginátelo en la AFA. Va a ser un desastre, no tiene personalidad… ¿Y Grondona? Ah, Grondona… Vive acá en Sarandí, es un buen tipo… Lo vamos a poner a Grondona. Así fue su designación.5
Incluso a Lacoste, como menciona Gotta en su libro,6 se le atribuye un papel central en el soborno a Perú. Es más (José Claudio) Escribano, el hombre fuerte de La Nación, cuenta una anécdota escalofriante. Fue convocado por Lacoste para conversar, no donde convocaba a todos (que era en el Taller de Mecánica Naval), sino que lo convocó en el Ministerio del Interior a hablar de la situación argentina a fines de 1981. Dice que Lacoste jugaba con un llavero y que él le preguntó: «¿cómo van a hacer Almirante para arreglar esto?» (refiriéndose a la pérdida de popularidad y a la situación crítica que ya vivía la Junta). Y Lacoste respondió: «Esto se arregla muy fácil. Invadiendo Malvinas…».
Lacoste siguió yendo a los mundiales hasta 1998 -era hasta ese momento vicepresidente honorario de la FIFA- sin ser denunciado por la AFA. Se manejaba con total impunidad. Tal como aparece en el documental, cuando Lacoste tuvo que justificar (en democracia) ante la Justicia cómo había crecido considerablemente su patrimonio después del Mundial, lo hizo aduciendo que había recibido un préstamo de (Joao) Havelange. Cosa que Havelange ratificó… Una vergüenza.

T. 11 – Los episodios más conocidos en cuanto a sus modales de matón, son la apretada al Pato Fillol por no renovar su contrato y la imposición del Beto Alonso en la lista de los 22.

– Claro, son los casos más difundidos pero Lacoste apretó a otros protagonistas del fútbol argentino, entre ellos a Antonio D ‘Accorso que era el DT de Vélez en el momento en que (Rodolfo) Manzo jugó en el club de Liniers.7 Cuando la Marina se entera de lo que había circulado en Colombia 8 lo van a buscar a la casa, lo metieron en el Taller de Mecánica Naval. En esa apretada estaban Lacoste, el Gral. Merlo, y Massera, interrogándolo. D ‘Accorso cree que no lo pasaron a «mejor vida» porque el tema había tomado mucha trascendencia. Y él además cree que lo cuidaron, porque lo empiezan a llamar de todos lados para empezar a dirigir. La oferta más jugosa que él agarró fue la de Deportivo Español. ¿Quién estaba allí? Ríos Seoane, personaje que respondía directamente a Lacoste y a Massera…

T. 11 – Si hay algo que el documental demuestra es la complejidad y las diversas visiones que sigue generando el análisis del Mundial ‘78: miradas contrapuestas de los exiliados; de las Madres y Familiares de desaparecidos; de los ex detenidos-desaparecidos: ¿buscaste esas tensiones o fueron apareciendo en los relatos y testimonios?

– Algunas las tenía de antemano. Otras fueron apareciendo a partir de los diversos testimonios, porque libre. Después Lacoste se mudó a un country y ya se que como es un tema que entusiasma, casi todos tienen una anécdota respecto a aquel evento, o conoce a alguien que le pasó algo en el Mundial, bueno o malo. Por ejemplo, cuando entrevisté a Diego Bonadeo él me dijo: «tenés que verlo a Eduardo Anguita»; ¿por qué?, «porque estuvo preso en la Unidad 9 de La Plata». Una historia muy rica pero muy triste a la vez. De todas formas sigue sorprendiendo que personas que estuvieron chupadas reaccionaran como reaccionaron. Una vez (Claudio) Tamburrini9 me contó una anécdota increíble. Él se escapó de la Mansión Seré el 24 de marzo del 78 y no se fue, no se exilió porque se quería quedar a ver el Mundial!! Salía disfrazado, trabajó de tachero, en una imprenta. Incluso, la primera vez que salió sin disfrazarse, recuperando su identidad, siendo otra vez Claudio Tamburrini fue cuando salió a festejar después de haberle ganado a Perú… O el testimonio de Lila Pastoriza que reconoce que se ponía contenta cuando ganaba Argentina. En una ocasión, Martín Caparrós, quien estaba viviendo en Francia y era parte del grupo de exiliados que colaboraba en la campaña de boicot a la Copa del Mundo, me contó que él seguía con cierta indiferencia si Argentina ganaba o perdía, pero que el día de la final gritó los goles como loco, y que los intelectuales franceses lo miraban como diciendo: «este tipo enloqueció».
A propósito de esto, el otro día leía una opinión de un lector en el blog de Ezequiel F. Moores. Se preguntaba cómo y por qué gente que nos creemos inteligentes, que tenemos cierta capacidad de reflexión sobre algunos temas, no podemos diferenciar entre lo que nos genera el sentimiento, el corazón futbolero y la razón. Es decir, sabemos que muchos partidos están arreglados, que tienen el resultado puesto de antemano y vamos y festejamos igual.
¿Cuál es el sentido? Él lo planteaba desde la autocrítica de un futbolero. Me parece que lo más fuerte en los detenidos-desaparecidos, en los presos, en los exiliados es esa incapacidad para poder tomar distancia de eso.

T. 11 – ¿Cuál fue el papel de José María Muñoz? Para algunos funcionó y se movió prácticamente como un Ministro de Propaganda…

– Muñoz fue un oficialista consuetudinario. No fue sólo oficialista durante el Mundial, pero como dice Macaya Márquez, ser oficialista en esa época, pasado el tiempo, es algo muy difícil de explicar. Muñoz no relataba los goles de Kempes y nada más. Relataba los goles e inmediatamente después decía «y ahí está el presidente Videla festejando como un argentino más…». Ocurre que a mucha gente le trae gratos recuerdos, el «relator de América», lo escuchaba en la Oral Deportiva… Hay que separar esos momentos de alegría, esa posibilidad de felicidad que da el fútbol de volver a los diez años y tener en claro que fue un tipo nefasto que no sólo nos hizo ver otra cosa en ese Mundial, sino que en el ’79, en el Mundial Juvenil, arengaba a los pibes para que se hicieran la rata y fueran con el sticker «los argentinos somos derechos y humanos» a la Avenida de Mayo.10 Y en el caso de la guerra de Malvinas, en los córners en vez de mandar las tandas publicitarias, transmitía los bombardeos…11. Esto se lo contás a un pibe de dieciocho años, y no te lo cree. Pero estas cosas pasaron hace muy poco. Además Muñoz nunca hizo un mea – culpa. Nunca dijo «me equivoqué». Cuando le preguntaban sobre el tema respondía: «yo de política no hablo»…12

T. 11 – …Todo el tiempo «hacía política», como prueba basta revisar las publicidades que realizó colaborando con la respuesta de la dictadura a lo que ellos llamaban la «campaña antiargentina»…13

– Tal cual, tal cual.

T. 11 – Y en el caso del Flaco Menotti ¿qué se desprende de tu investigación? Según me comentabas «esperabas que dijera más cosas».

- La de Menotti y la de Renán fueron las últimas notas que hicimos. Es decir, lo fuimos a ver sabiendo lo del doping, teniendo la información del soborno, teniendo el reconocimiento del Beto Alonso de que a él lo puso Lacoste. Le preguntamos por todo eso. Lo tuvimos una hora y media sentado, hablando de un tema que no le gusta. Yo esperaba una autocrítica, aunque sea mínima. Él dice algo que es-cierto –y es en lo que se refugia- que el Mundial no se hace sólo con jugadores y técnico. Se hace con la gente en la calle, con los hinchas festejando en algo que fue como una especie de 25 de mayo… Ahora, hay cosas que son muy difíciles de explicar: la charla de Menotti con Videla diciéndole «nosotros no solamente vinimos a traer un estilo de juego, sino un estilo de vida de un país», o deseándole «mucha suerte con su gestión»…«El error (de Menotti) no es tanto no haber hablado en ese momento, sino, no hacerlo ahora, con el paso del tiempo».


T. 11 – ¿Esa es una declaración del año ’79, en Japón…?

– Exacto. Lo que yo digo, pregunto: Menotti, en ese momento, ¿tendría que haber renunciado?
No, era su laburo. Menotti, después, cuando según él se sintió Perón, ¿podría haber hablado, haber tenido otro tipo de actitud en rebeldía con la Junta? La podría haber tenido. Sí hay que remarcar que ni Menotti, ni los jugadores tenían la responsabilidad civil que sí tenían algunos políticos y que también callaron. Ahora, a treinta años, que Menotti cuente las presiones a las que fue sometido, las concesiones que hizo para lograr lo que más quería -que era esa gloria deportiva-, creo que para esclarecer esta situación, es imprescindible que no calle, que hable.14
Ocurre que Menotti es una figura muy seductora. Llegó, contó tres o cuatro anécdotas y te «desarmó». De todas formas me parece que en un contexto en el que Menotti levantó esa bandera de la limpieza y la pureza futbolística, la lealtad al juego y al rival etc. es fuerte que un jugador diga que los locales juegan dopados, y que otro jugador peruano diga que un jugador argentino le confesó que jugaron dopados en la boca, en el brazo y en la cola15 y que jugaban dopados porque Menotti se los exigía.

T. 11 – Las declaraciones del Negro Ortiz sobre el doping y el soborno16 y las del peruano José Velásquez que recién mencionaste parecen dejar poco margen para seguir analizando -según Pablo Llonto- «el partido más largo de la historia»: ¿cómo conseguiste esos testimonios?

– Tratando de que se sintieran cómodos, en confianza como si alrededor no hubiera cámaras, ni nada. Velásquez tenía cosas para decir, las quería contar. A mí me dio una clase de periodismo. Le pregunté por qué nunca había contado antes lo del doping y me contestó: «porque nunca antes nadie me lo había preguntado». Me preguntaban del soborno, pero no del doping de Argentina. El peruano contó algo más que también aparece en el documental: el gobierno presionó a los dirigentes, los dirigentes al técnico y el DT desarmó el equipo. Lo sacó a él cuando iban 2-0 abajo para reemplazarlo por Gorriti, un novato, totalmente inexperto. Y además está lo de Manzo: un tipo que jugó pésimo el Mundial, un ignoto viene a jugar a Vélez. Y en el caso de Ortiz, tuvo un momento de sinceridad.

T. 11 – Más allá de estos testimonios, en mi caso particular, hay algo más relevante y hasta este momento casi desconocido: la declaración de Tarantini afirmando que le presentaron una lista de nombres de personas desaparecidas a Videla. ¿Podrías ampliar esta cuestión?

– A mi me había llegado la versión de que (Alberto) Tarantini había pedido por un tipo que estaba chupado. Era la única información que tenía. Lo fui a ver y antes de prender la cámara, de arrancar le dije: tengo este dato, ¿te puedo preguntar eso? Sí, preguntámelo, dijo. Lo contó casi para adentro, tal es así que nosotros tuvimos que subtitularlo. Después de eso no pude preguntar nada más. Es lo que está editado. No dio más detalles: «en un momento determinado le pedimos por gente amiga que estaba desaparecida y que nunca aparecieron».
Tiempo después seguí indagando y él me contó que terminado el Mundial estaba en una disco y que se le acercaron unos pibes que él conocía y le dijeron: «Beto, nos tenés que salvar porque tenemos a alguien de nuestra familia que está desaparecida». Entonces él le hizo una carta y lo fue a ver personalmente, y que Videla le dijo; «yo no tengo nada que ver, es un tema que yo no manejo».

T. 11 – ¿La situación que él narra en el documental es durante el Mundial?

– No, es una situación posterior. Y es a título personal. El dice «hicimos» un pedido… Yo tenía entendido que el otro era Fillol, y le pregunté al Pato. Me dijo que no.

T. 11 – Esto modifica la visión o contradice esa afirmación que los jugadores «no sabían nada de nada», y que «sólo jugaban al fútbol».

– Así es. Los jugadores tampoco son marcianos. Sabían lo mismo que sabía mucha gente. Y aquellos que querían saber, sospecho yo, sabían. No se enterarían de la monstruosidad que supimos después, pero me parece que los jugadores conocían ciertas cosas.

T. 11 – ¿Y en el caso del cuerpo técnico? Porque Menotti tenía formación política, venía del Partido Comunista, firmó solicitadas reclamando por los desaparecidos…17

-…Creo que sí, que Menotti sabía más cosas. Hay una anécdota que varios la cuentan que dice que hay un técnico brasilero que también es un cuadro del PC,18 y que le advierte a Menotti: «Flaco, mirá que te están usando para blanquearse», a lo que él respondió: «Quedate tranquilo. Tengo todo controlado».
También hay que tener en cuenta cuál fue la actitud que tomó el Partido Comunista durante la dictadura, considerar a Videla como un «militar moderado». En eso Menotti se parece mucho al Partido. Todas la autocríticas son para adentro y ninguna para afuera. Él sabía. Y reitero, el error no es tanto no haber hablado en ese momento, sino, no hacerlo ahora, con el paso del tiempo.

T. 11 – Te traslado una pregunta habitual cuando uno toca este tema sobre todo con los jóvenes, los estudiantes: más allá de la actitud del Partido, ¿cómo toleraba la dictadura a un tipo de izquierda? En el documental hay testimonios respecto a las presiones para reemplazarlo.

– Sí, está por ejemplo la opinión de (Héctor) Vega Onesime19 narrando que en una reunión del EAM alguien aludió a las inclinaciones izquierdistas de Menotti y hubo otro integrante del EAM que dijo; ¿y eso qué tiene que ver? ¿Qué nos importa?, si nosotros estamos manejando el asunto. Que nos arme el circo que nosotros festejamos…

T. 11 – Es un poco lo que dice Macaya Márquez en el documental…

– …Sí, es buenísima esa frase: «este tirará el centro con la izquierda pero el gol lo vamos a hacer nosotros». Es decir, para la Junta no significaba ningún riesgo, si no, hubiera volado.

T. 11 – Además hay una utilización del discurso de Menotti por parte de la dictadura: ciertas alusiones a la defensa del estilo argentino, a la defensa de la identidad argentina suenan bien en los oídos de los militares. Y más cuando Menotti hablaba del «proceso» que se había iniciado con él al frente de la selección…

– Esa palabra, es cierto, le encantaba.

T. 11 – Otro mérito es que lograste que Sergio Renán hablara, hiciera una autocrítica sobre «La fiesta de Todos». ¿Cómo fue eso?

– A Renán lo llamé hace veinte días. Una productora de televisión vio el material y me dijo: si lo van a «liquidar» a Renán, ofrecele que hable. Lo llamé, le conté, le dije: sé que hace mucho que no habla del tema, que no quiere hablar…; me dice, y ¿qué te parece? Nos juntamos en La Biela, hablamos de Racing, de otras cosas, y le mostré un trailer del documental y lo que se decía sobre su película. Lo miró atentamente y me dio una explicación que es similar a la que quedó editada. Que él intentó mostrar la alegría del pueblo, que eso no era ficticio, que era real, pero que cometió un pecado que lo marcó para el resto de su vida. Acordamos grabarlo al otro día y así fue.20

T.11 –Y ¿cómo evalúan algunos otros su participación en ese film a treinta años?

– El único que dijo claramente «eso no lo tendría que haber hecho», aunque aclaró que él no actuaba fue Diego Bonadeo. Después Macaya Márquez dijo que no siente que haya estado al servicio de nadie y alega que había que estar en esos momentos cuando el equipo estaba en la cima, en la victoria, en plena euforia.
A mí (porque era muy chico, tenía cuatro años) me da esa sensación de la que hablamos anteriormente: el que quería saber «algo» de lo que pasaba, sabía. Además hay algo que no podemos soslayar, que es fundamental: en todos los que hicieron trabajos para el mundial hubo un interés claro que era el dinero.
No sólo los que actuaron en la Fiesta de Todos; la cantidad de ejemplares que vendía El Gráfico (entre 300.000 y 500.000 cuando salió campeón); los cines se llenaban para ver los partidos en color; Piazzolla hizo un disco especialmente: Piazzolla ’78; en las publicidades del EAM estaban Juan José Camero, Gálvez, Carlitos Balá… Había mucha guita y hubo «canilla libre». Pero, es muy difícil ponerse en la piel de esa gente, en ese lugar y preguntarse: ¿qué hubiera hecho yo en ese momento, en esa situación con ese nivel de conciencia? Sólo los que estuvieron pueden responderse esa pregunta.

T. 11 – ¿Cuál fue el hipotético destinatario de tu documental? ¿Para qué público lo pensaste?

– La verdad no me imaginé un público determinado, pero afortunadamente el documental se proyectó en varios colegios, en centros culturales y una de las cosas más maravillosas que me pasa es que vienen muchos pibes y te dicen «no sabés la cantidad de cosas que me enteré sobre la dictadura viendo esto». Y eso lo permite el fútbol, porque tal vez un material de una hora y media sobre el Proceso, no se lo bancan. Que sea movilizante para los pibes para mí es una satisfacción enorme.
Uno hace las cosas para intentar comunicar algo pero sin la intención de imponer. Por eso de entrada decidimos no poner voz en off para evitar «editorializar.

T. 11 – El documental está organizado temáticamente, Lacoste, las Madres, Muñoz, el doping etc. ¿Ese fue el esquema original o lo armaron en la edición, en el montaje?

– Ese fue el primer criterio. Contar qué hizo esa gente: los que estaban «guardados», las Madres, los exiliados… y como te dije al comienzo, la idea del homenaje que fue rápidamente descartada.

T. 11 – Con el paso del tiempo ¿cómo creés que se recordará el Mundial? ¿Como el Mundial de Kempes? ¿El de los desaparecidos? ¿El del 6-0 a Perú…?

– Más allá de que le duela al futbolero, es una boludez poner en el centro de la cuestión si hubo doping o no, siendo que a siete cuadras de allí torturaban gente y los tiraban vivos al mar. En la medida que pasen los años, setenta, ochenta años ¿quién se va a acordar de los goles de Kempes? Pero no en el sentido de desmerecer el logro ni de adjudicarle culpabilidad a los jugadores. Kempes fue un fenómeno antes, durante (aunque tal vez con ventajas) y después del Mundial. Lo mismo Fillol, lo mismo Passarella… En ese sentido sí son cosas diferentes.
Como dice Carlos Ares, lo que queda en la memoria de la gente es el genocidio. Se pasarán los goles, pero siempre con esa referencia culposa que cargan los jugadores, el cuerpo técnico y gran parte de la sociedad.
La historia pone las cosas en su lugar. En 1988, a diez años del Mundial, la conmemoración fue desde los festejos futboleros. En 1998 fue una mezcla. En el 2003 la mezcla se profundizó. Y ahora se va a jugar «La otra final».21 Lento, pero se mueve.

T. 11 – El documental abre y cierra con imágenes de «la gente», «el pueblo» festejando, invadiendo las calles de manera enfervorizada y con esa voz omnipresente de José María Muñoz: lo del medio (el resto del documental) me pareció un largo paréntesis, vivido como una especie de «pesadilla» de la que se quiso despertar para seguir festejando. Es una mirada muy crítica. Ese cierre sugiere la imposibilidad de oír, de ver, de enterarse de lo que pasaba más allá del triunfo.

– Sí, la intención apuntó a plantear cómo, a pesar de todo lo que acaban de ver, después, pasó esto: y vuelven los festejos. Está en relación a la frase de Eduardo Anguita previo al cierre: «hay que cargar la culpa y la responsabilidad que sí la tienen, sobre los dictadores asesinos pero hay que tener una mirada mucha más crítica y ácida sobre la sociedad argentina, que ante el primer grito de éxito va corriendo atrás».

* Profesor de Historia. Miembro del Consejo Editor de Tesis 11.
**Periodista egresado de Deportea. Ha trabajado en el diario deportivo Olé; en TyC Sports;
fue corresponsal de Gol TV. Actualmente trabaja en Radio Continental, escribe para Terra Magazine
y da clases en ETER.

Notas

1 «La fiesta de todos» (1979) dirigida por Sergio Renán se convirtió en «la película más oficial de la dictadura». Véase García, Santiago: «El cine colabora»; en revista Leer cine Nº5. Marzo de 2006.

2 El EAM 78, creado por la ley 21349 que declaraba al Mundial ‘78 de «interés nacional» fue presidido en su origen por el General Omar Actis (hombre de Videla). Las diferencias con Lacoste (hombre de Massera) eran notorias. Actis fue asesinado en agosto del 1976. El atentado fue adjudicado a una fuerza inexistente: el Ejército Revolucionario Montonero. La disputa entre el Ejército y la Marina por controlar la organización del Mundial había sido saldada.

3 «El EAM debió disolverse en el ’78, pero en realidad se terminó en el ’79. (…)Todos los cálculos fueron hechos siempre por Lacoste y su gente. Ellos eran un Ente Autárquico y, por lo tanto, pedían plata y decían que después iban a presentar un presupuesto. Pero jamás presentaron ninguno. (…) Construir ATC costó alrededor de 100 millones de dólares». Juan Alemann, Secretario de Hacienda; en Scher-Palomino: Fútbol: pasión de multitudes y de élites.
Documentos del CISEA (Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración). 1988. El costo original fue fijado en 70 millones de dólares. La pérdida para el país fue superior a los 500 millones. Véase Cernadas Lamadrid, J.C.- Halac, R.: Los militares y el mundial. (Yo fui testigo. Tomo 8). 1986.

4 Véase Gotta, Ricardo: Fuimos campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6 a 0 a Perú. Bs. As. Edhasa. 2008

5 Sobre la historia y la «carrera» de Julio Grondona véase, por ejemplo, Borenstein, Ariel: Don Julio. Grondona, el dueño de la pelota. Bs. As. Planeta. 2001.

6 Gotta, Ricardo: Fuimos campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6 a 0 a Perú. Bs.As. Edhasa. 2008

7 En 1979 lo compró Vélez Sarsfield. Allí se instaló con fuerza la sospecha sobre el defensor.

8 «Alguien» del cuerpo técnico de Vélez declaró a un medio colombiano que Manzo había reconocido en la concentración que la mayor parte del equipo peruano se había vendido contra Argentina. Esto desató un escándalo en Perú. Para la prensa de nuestro país pasó prácticamente desapercibido.

9 Claudio Tamburrini era arquero de Almagro y estudiante de filosofía. Fue secuestrado por un Grupo de Tareas en 1977. Permaneció detenido – desaparecido en la Mansión Seré (centro clandestino de la Fuerza Aérea). Se escapó junto a tres secuestrados más el 24.03.78. Narró su experiencia en el libro «Pase libre» en el cual se basó Adrián Caetano para su película «Crónica de una fuga» estrenada en 2006.

10 Muñoz arengaba desde Radio Rivadavia «Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar». En Gasparini, Roberto – Pónsico, José Luis; El director técnico del Proceso. El Cid Editor. 1983.

11 Un excelente relato paródico sobre el estilo de las nefastas transmisiones de José María Muñoz es el cuento de Roberto Fontanarrosa ¡Qué lástima, Cattamarancio! En El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos. Bs. As. Ediciones de La Flor. 1985.

BUSCANDOTE

detrás del último orejón del tarro, buscándote
en las raíces de los árboles
me mirás desde la copa,
ya estoy un poco mareado
sin embargo sigo hasta después de las carcajadas,
caigo en un sueño soñador
que me miente, ya lo sé.

me levanto de las profundidades de los lagos, buscándote
siento alfileres en el cráneo, me doy vuelta esperanzado
pero vuelvo a darme cuenta que ya no estás.

mirando la pared desgastada por el tiempo,
las manchas de humedad no me conmueven,
cierro los ojos, me hago cosquillas en los hombros
con la yema de los dedos
buscando sensaciones, recuerdos, olores.
buscándote.

recorriendo miles de rostros, buscándote
miradas hostiles, diferentes,
ojos que buscan descubrirte, entenderte,
tratando de encontrar una estúpida lógica,
cómo no odiar las matemáticas?
los años que pasan no me van a calmar, buscándote.

cuántos años han pasado ya
y cuántos tendremos que esperar
para volver a juntar
nuestras manos en el amanecer.

tantas cosas han pasado,
tantas palmadas de caridad,
tantas palabras escondidas,
tantos besos guardados,
tantos caminos recorridos
me dieron duro, buscándote.

sigo saltando límites
esquivando la verdad del destino,
sobervio ante la caridad que tanto me deprime,
esperanzado en la esperanza,
perdido en todos los caminos
buscándote...buscándote.

PUREZA

lentamente estoy abriendo la mente...
montañas de besos
toneladas de comprensión.

pueden tocarte la piel
pueden quemarte la piel
pueden destruirte la piel
el resto es mío.

los que no se entregan
a divertirse
pueden robarse las estatuas,
los carnavales, los lavarropas,
el mar y las flores
el resto el mío.

REJAS

pasos apresurados
miradas diferentes
sálvese quien pueda
hacé la tuya.

hoy me miró diferente
sus ojos me sonrieron
me dijo algunas palabras
y pronto se marchó.

trajeados hasta los dientes
amoríos de mastercard
autos importados
hijos ahogados solo en billetes.

hoy se sentó a mi lado
compartió mi mate dulce
me contó sus penas
y yo las mías.

qué importan los desteñidos
concientes de lo artificial
me queda su sonrisa,
sus pasos que se van.

nuca tendré un celular
no tengo a quién llamar,
lo más lindo de la felicidad
es  que pronto volverá.
confusión y decadencia
maldita pose de horizonte limpio
frases, fiestas, borracheras y banderas.

poses y apariencia
alimentando la destrucción estable
parte del juego
perverso.

ilusión y pudrición
conciencia de inocencia
la experiencia mastica alegrías
poses, poses de rebeldía.

y masticamos masticándonos
como leones en cautiverio
como el trigo se vuelve pan
mientras el horizonte nos mira.

nos mira con odio
nos mira con fuego
poses, poses de cartón
se van a incendiar.

EL INNOMBRABLE

salió con hermosas mujeres de plástico,
nunca se enamoró.

habló todo el tiempo,
pero nunca dijo nada.

compró la mejor ropa
pero siempre estuvo desnudo.

tuvo los bolsillos llenos de papeles,
el alma vacía, sin ilusiones.

gritó a los cuatro vientos NADA ME IMPORTA,
estuvo lleno de prejuicios.

escupió mentiras dolorosas
quiso recibir hermosos pimpollos.

murió ahogado en oro,
envidiando la estúpida sonrisa
de los que nada saben.

INCONCIENTE

todos los conocidos hablan de vos
qué hacés, qué pensás, qué decis
todo lo saben
algunos lo dicen, otros lo piensan

tus máscaras ya no te sirven
estás al descubierto
pero sabés que los demás no saben
que se confunden
quién no te miente??
soy el único que te acompaña de verdad
quien te sigue siempre
en los nortes y los sures,
en las lluvias y los soles,
todos mis consejos seguis

no te alegres, no reniegues
si me aceptás
a lo mejor tengo piedad.

PASAJEROS

una cala que se mueve
bolsas de basura
en la radio una rica ginebra
el balsero escucha.

el tendal se mueve
kurt hace música
la silla me mira
el viento envuelve.

miramos las baldosas
esperamos respuestas
escuchamos el silencio
como somos
pasajeros en el tiempo
sin tiempo.

PROGRESO REGRESO

desposeídos más desposeídos
risas que se transforman en carcajadas
bocas resecas y con aliento
máscaras serias y corbatas armani.

manos rotas y semillas puras
las motosierras llaman al sol
llegó la tecnología
caminos que se abren
se cierran, se cierran.

un niño llora de hambre
computadoras brindan con champagne
una mamadera que no alcanza
mucho caviar en la balanza.

pinguinos empetrolados
buitres revoloteando
delfines se necesitan
águilas en superávit
águilas en superávit.

nos trajeron el progreso
hoy estamos de regreso
nos trajeron el progreso.

DESFASAJE

nada dice nada

y todo,
nada más que eso.

mi amor abandonó el tranvía
sin demostrar nostalgia
hoy pasea vestido de musica
por otro lugar del mismo mundo.

te ofrezco todo mi amor
lo que podés tomar
es solamente eso
que no dice nada.

pasaje sin vacaciones
pasaje sin excursiones
pasaje para que se entienda
pasaje de formas.

nada dice nada
y todo
nada más que eso.