martes, 13 de diciembre de 2011

Los ecos de la Campaña del Desierto llegan a Misiones

El atropello por parte de empresas a los pueblos originarios no cesa. Hace pocos días, Enrique Benítez, el referente de la Comunidad Mbya Guaraní Alecrín, de Misiones, denunció que a mediados de noviembre una patota de la empresa forestal Harriet S.A. los atacó. Los dueños de esta firma son descendientes de una familia beneficiada con grandes extensiones de tierras regaladas por Julio Argentino Roca tras la Campaña del Desierto. Según la denuncia, una patota de la empresa derrumbó e incendió viviendas y casillas de artesanías en la localidad de San Pedro. Desde julio de 2008, Harriet S.A. es denunciada por destrucción de hectáreas silvestres.
“Los empresarios dicen que nosotros estamos viviendo sobre su propiedad. Pero no es así, estamos sobre nuestros territorios desde hace más de 300 años y tenemos derecho a ocuparlos. Luchamos por lo nuestro”, contó el cacique. Pero además, en la comisaría la denuncia fue desestimada. “Nunca fueron a mirar qué era lo que había pasado, ni llegaron a mi casa ni preguntaron qué hogar quemaron”, aseguró Benítez.
Muchos vecinos de la comunidad acompañaron al cacique a la comisaría porque vieron al responsable del fuego: todos señalaron al apoderado de la empresa, que aprovechó que el hermano del cacique visitaba a su familia en otra localidad y dejaba la casa sola. Benítez también denunció que poco antes de sufrir el atentado, operarios de la empresa forestal derribaron árboles añosos, arrojaron agrotóxicos y plantaron encima pinos. “Cuando llueve el veneno se escurre y cae en el pozo de agua, de donde bebemos”, dice el denunciante, quien asegura que los más chicos tienen enfermedades que antes no existían en su comunidad.
Pero las intimidaciones comenzaron hace tres años, y continúan. El Equipo Misiones de Pastoral Aborigen (Emipa) acompañó al cacique hasta la dependencia policial para radicar la denuncia. Allí relató que su comunidad recibe todo tipo de presiones psicológicas: les hacen escuchar disparos desde camionetas, tanto de día como de noche, intentaron alambrar con falsas órdenes judiciales, y hasta llegaron a pasarles un arado por encima del cementerio de la comunidad, a lo largo de doce hectáreas. Las denuncias que hizo la comunidad contra Harriet S.A. fueron por “daño a la propiedad” e “invasión de territorio”. En febrero de 2009, denunciaron que se había removido la tumba de un niño de la Comunidad, sepultado días atrás.
A mediados de noviembre de este año, el juez federal de Eldorado sentenció a favor de Alecrín con una medida precautoria por 3.500 hectáreas y una orden de “no innovar” dirigida a varias empresas, entre las que se encuentran Alto Paraná S.A. y Harriet S.A. Sin embargo, esas 3.500 hectáreas no están cerca del principal asentamiento de la Comunidad. “Recién estamos en la primera etapa de este juicio, pero no van a poder tocar nada de ese lugar”, asegura la abogada de Emipa, Stella Maris Martínez. La Comunidad Mbya Guaraní de Alecrín está sobre el margen de la Ruta 20, cerca de San Pedro. Con casi 120 personas asentadas, dad indígena del país donde se terminó el relevamiento territorial que ordena la Ley 26.160, por la cual se prohíben los desalojos de estas poblaciones. Los herederos al frente de Harriet S.A. cuentan en la actualidad con más de 50 mil hectáreas en Misiones. Desde Emipa aseguraron: “Alecrín resiste hace años y va creciendo, a pesar de todo esto”.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Los sicarios de los terratenientes

El asesinato de Cristian Ferreyra dejó al descubierto el hostigamiento que sufren miles de campesinos indígenas para que abandonen sus tierras. Cómo funcionan las patotas de matones a sueldo que trabajan para empresarios.

El campesino indígena Cristian Ferreyra (23) almorzaba el miércoles último con su familia en la casa de su cuñado César Godoy (31), en Campo de Mayo. Es un paraje donde vive la comunidad San Antonio, a 60 kilómetros de Monte Quemado, departamento de Copo, en Santiago del Estero. Son unas 800 familias que se autoabastecen y crían ganado en tierras ancestrales del pueblo lule-vilela, que hoy son el botín de terratenientes que buscan ampliar la frontera sojera. Luego de la comida, los integrantes del Movimiento Campesino de Santiago del Estero Vía Campesina (Mocase-VC) harían una asamblea para debatir sobre una denuncia que presentarían en la Dirección de Bosques provincial. El motivo: el desmonte que estaba concretando en esas tierras un empresario santafesino, Jorge Ciccioli, a fuerza de hostigamiento y violencia. Precisamente un rato antes, Ferreyra y Godoy le habían exigido a Mario Abregú, miembro de un grupo de choque, que terminara con el “labrado de postes”. Su hermano Carlos Abregú y Javier Juárez llegaron en moto a la casa de Godoy, que salió del rancho sin presagiar el desenlace. Lo siguieron Cristian y Sergio Ferreyra, su tío.
–¡Vos qué te creés con el lote de San Bernardo!–, le dijo Juárez. Llevaba, según el parte de la policía santiagueña, una escopeta calibre 12 colgada del cuello. Así se lo ve en la foto que sacó con un celular la madre de Godoy, y que le costó una golpiza. En la imagen el dedo de Juárez está cerca del gatillo.
–¡Y vos también qué te creés!– le contestó Cristian.
Las palabras no mediaron más. Juárez cargó la escopeta y le apuntó a Cristian. Disparó. Luego a Godoy. El primer balazo destrozó la arteria femoral de Cristian. Tardaron más de una hora en conseguir una camioneta. Llegó muerto al hospital de Monte Quemado. Cristian estaba casado y era papá de un nene de dos años. Godoy tuvo mejor suerte y hoy se recupera de sus heridas en los muslos. Juárez también forcejeó con Sergio, el tío. Llegó a gatillar el arma, pero ya no tenía cartuchos. Entonces le pegó un culatazo en los ojos y la boca. “Tengo toda hinchada la cara”, cuenta Sergio a Miradas al Sur. Igual el dolor es otro: “Cristian se ha ido y a mí me duele el alma”. El asesino escapó en la moto. Su compañero Abregú cargó el arma, intimidando, y después también desapareció. No por mucho tiempo.
El viernes fueron detenidos los cuatro. Javier Juárez, acusado como presunto autor del disparo que mató a Ferreyra. Su hermano Walter y los hermanos Abregú, en cambio, fueron imputados por amenazas. La orden había sido librada por el juez de la causa, Alejandro Fringes Sarría. El magistrado también pidió el arresto de Hugo Juárez y del empresario Ciccioli, que están prófugos. “A Juárez lo corrieron de Tucumán y después de Buenos Aires, por delincuente. Acá, monte adentro, siguió haciendo de las suyas”, relata Ramón, primo de Cristian. Ramón afirmó que Juárez tiene buenos vínculos con Carlos Hazam, el intendente de Monte Quemado. “Fue y le dijo: ‘Acabo de voltearme a dos del Mocase’.” “Esto no es un conflicto aislado, es un plan diseñado con la complicidad del Estado provincial”, agrega a este diario Antenor Ferreyra, abogado del movimiento y conocedor del conflicto por la tierra.

Los ejércitos privados. El viernes por la mañana, compañeros y familiares sepultaron a Cristian. El suyo es el tercer funeral de un campesino del Mocase. “El año pasado, la policía provincial mató a un militante de apellido Maldonado. Un tiempo antes, durante otra represión policial, a otro integrante de apellido Ferreyra”, enumera Antenor. Otros campesinos murieron en otras provincias resistiendo en sus tierras y defendiendo sus bosques: el diaguita Javier Chocobar en Tucumán, el qom Roberto López en Formosa y Sandra Juárez, mientras una topadora embestía contra su rancho. Pero el crimen de esta semana cambia de signo: las guardias blancas, cuerpos de represión privados de terratenientes y latifundistas, que nunca habían fusilado a un campesino con tanto desparpajo.
El de las “guardias blancas” es un fenómeno que se conocía en otros países de América latina, pero que parecía lejano en estas tierras. ¿Por qué se imponen entonces? Norma Giarracca, titular de Sociología Rural e investigadora principal del Instituto Gino Germani de la UBA tiene una explicación: “Fue no hace mucho que llegaron, con la expansión sojera y la necesidad de tierras una vez ocupadas, vía endeudamientos y desplazamientos, las mejores de la región pampeana. En efecto, cuando el precio de la commodity aumentó y ‘la fiebre de la soja’ inundó estos territorios, los inversores comenzaron a buscar con modos nada democráticos el recurso tan deseado. Así comienza la tala indiscriminada de bosques y yungas y el arrebato de territorios a comunidades campesinas e indígenas amparadas por una legislación, que como toda la legislación de los sectores subalternos, es débil y ambigua frente a las interpretaciones de un poder judicial muy conectado con los actores del negocio, como lo han demostrado excelentes investigaciones recientes”, señala a Miradas al Sur.
Precisamente de la complicidad del poder judicial se quejan los campesinos. El Mocase ya presentó 220 causas por agresiones en distintos juzgados provinciales. “Son desoídas”, advierte Antenor. Incluso habían denunciado al clan de los Juárez dos veces por atacar contra la FM Pajsachama. La última vez amenazaron a los locutores con armas y tiraron ácidos sobre las consolas. “Sarrías Fringes nunca hizo nada”, subraya Antenor. El poder judicial es el reflejo fiel del poder político. “El proyecto de Ciccioli es el mismo que el del gobernador Gerardo Zamora: desalojar personas y destruir el territorio indígena”, asegura Ramón.

La tierra es nuestra. "Llevamos más de veinte años de lucha. Es muy triste que por nuestra postura tengamos que pagar tan caro, con la vida de este chango nuestro”, dice Antenor. Como telón de fondo hay voces y bocinazos. Es viernes al mediodía: una centena de campesinos, junto a otras organizaciones sociales, marcharon hacia la Casa de Santiago del Estero en la ciudad de Buenos Aires para exigir el esclarecimiento del crimen de su paisano. Antenor levanta la voz: “La amenaza es fuerte. Pero ni un metro más: la tierra es nuestra”. El Mocase nació hace 21 años y es la organización campesina más importante del norte argentino. Son unas ocho mil familias –casi 40 mil personas– organizadas en treinta regionales. Fueron pioneros en advertir la nocividad del monocultivo sojero que ha ido devastando los bosques nativos –y sus ecosistemas– para ganar superficie cultibable.
Para Giarraca, el crimen de Cristian es “una historia que se ha repetido a lo largo de este período de expansión del agronegocio”. “El interrogante que podemos formularnos es: ¿Hay límites a estos hechos que deben avergonzarnos como sociedad que busca afanosamente su democratización? No podemos ser muy optimistas dados los proyectos agrarios anunciados en los últimos tiempos, pues para aumentar a 160 millones de toneladas granarias para el 2020, por más que la biotecnología aporte más semillas transgénicas, la clave reside en la mayor expansión de la frontera de este tipo de agricultura. Es decir: desmontes trampeando cuando las leyes estén correctamente reglamentadas, y prepotencia con poblaciones que tienen otro sentido de lo que significa la tierra y los alimentos. Hay que debatir mucho sobre lo que necesitamos como producción de alimentos el conjunto de los argentinos y no sólo aquellos que sólo corren detrás de ganancias y rentas”.
En sintonía con Giarraca, la filósofa y doctora en Ciencias Sociales Maristella Svampa opina ante Miradas al Sur que “los modelos de desarrollo que hoy se están imponiendo (agronegocios, megaminería, emprendimientos turísticos, entre otros) exigen una gran concentración de tierras y producen una reconfiguración de los territorios, lo cual se expresa de modo emblemático en la expansión de las ‘fronteras de explotación’”. Para la investigadora, el resultado es “el avance de una dinámica de despojo o desposesión, que genera un modelo de dominación que abre a un nuevo ciclo de violación de los derechos humanos. Hoy se minimiza la conexión entre modelos de desarrollo y despojo de tierras, fenómeno que involucra comunidades campesinas e indígenas, y de modo más general, a habitantes de pequeñas y medianas localidades. En este aspecto, el futuro que muestra la Argentina es muy sombrío. Es altamente probable que la dinámica de desposesión se agrave y, con ello, la criminalización y los asesinatos aumenten, ya que se trata de modelos de concentración de tierras que son excluyentes, que no permiten la coexistencia con otras formas de vida”. Svampa también advierte sobre el nuevo proyecto de ley antiterrorista, presentado en el Senado: “La ley derogaría las figuras actuales (ya de por sí objetables), para establecer una agravante figura genérica para cualquier delito. Pretende, ingenua o maliciosamente, que ‘quedan fuera de toda interpretación criminalizante los hechos de protesta social’, siempre que se trate del ejercicio de un derecho constitucional, cuando en realidad el proyecto de ley muestra una clara potencialidad represiva”.

A desalambrar. El Mocase-VC denuncia que Ciccioli es un empresario de los muchos que llegaron a Santiago del Estero para ensanchar las fronteras agropecuarias. Compró alrededor de 3.500 hectáreas que incluían la localidad de San Bernardo, a cuyos lugareños aduce haberles comprado sus derechos de posesión. “No fue muy legal: Ciccioli compró unas 1.800 hectáreas de superficie a topar. Nosotros la defendimos, y nos costó la vida de mi primo”, dice Ramón. Unas cuarenta familias siguen resistiendo de manera pacífica. ¿Cómo? El Mocase propone cortar los alambrados de los latifundistas y volver a ocupar las tierras que habitan hace varias generaciones con un modelo de producción familiar. “El campo que compró Ciccioli tiene una escuela pública adentro. Él alambró la escuela, y estos Juárez le dijeron a las madres que si cruzaban el campo para ir a la escuela los iban a matar a balazos”, dice Antenor.
Pedro Orieta es abogado de comunidades campesinas. En diálogo con Miradas al Sur, explica que “el hostigamiento a los campesinos es constante”. “En Santiago del Estero la mayoría de los campesinos indígenas no tienen los títulos de las propiedades. Los consiguen a veces, con mucho esfuerzo, a través del ‘derecho veinteañal, el derecho de posesión de la tierra. Pero son pocos los jueces que lo aplican.” El abogado concluye: “Hay una invisibilización de la forma de vida campesina, que sostiene desde hace siglos un modelo productivo que hoy, para el modelo capitalista, no es rentable. Estamos viendo cómo se enfrentan dos modelos. Uno, que resiste. Y otro que se impone a fuerza de balas”.
En el último relevamiento sobre la superficie de bosques nativos en el Chaco Argentino –Chaco, Santiago del Estero, parte de Formosa, Salta y Jujuy–, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable da cuenta de la “pérdida de superficie de bosque causada principalmente por el avance de la frontera agropecuaria”. Entre 1998-2002 se deforestaron unas 430 mil hectáreas. La cifra se duplicó en 806 mil entre 2002-2006. Sólo en un año, hasta 2007, se habían devastado 317 mil hectáreas. En diciembre de ese año, la sanción de la Ley de Bosques preveía la suspensión total de los desmontes hasta que cada provincia relevara la superficie boscosa y reviera los permisos. Sin embargo, 136 mil hectáreas fueron desfoliadas ilegalmente. El informe advierte que los lugares donde crecían árboles, las imágenes satelitales detectaban “nuevos cultivos que corresponden a soja”. Santiago del Estero era una de las provincias con mayor índice de desmonte, aunque la mayor parte del cultivo sojero se daba en la zona sur. Hoy lo cubre todo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

ASESINAN A CRISTIAN FERREYRA, MIEMBRO DEL MOCASE VIA CAMPESINA

En la tarde de hoy, miércoles 16 de noviembre, la comunidad de San Antonio comunicó, que en la casa de la Familia Ferreyra se apersonaron Javier y Arturo Juaréz, sicarios de empresario Ciccioli oriundo de Santa Fé, y dispararon a sangre fria contra dos campesinos, causando la muerte con una escopeta a Cristán Ferreyra de 25 años e hirieron de gravedad a otro compañero que se encuentra en observación en el hospital de la capital santiagueña y un tercero con golpes graves.

La comunidad de San Antonio, a 60 km de Monte Quemado, miembro de la CCCOPAL MOCASE-Vía Campesina, viene resistiendo al intento de desalojo de empresarios que han contratado matones armados para realizar amedrentamiento en la zona norte de Santiago del Estero. Los empresarios que intentan acaparar las tierras, Los Julianes, Ciccioli, Ricardo Villa, Saud son venidos de Santa Fe y Tucumán; éstos son los mismos que han diseñado el plan de ataque que vienen sufriendo los campesinos indigenas en los departamentos Copo, Pellegrini y Alberdi desde hace 4 meses de forma sistemática. Unos ejemplos son la detención arbitraria de Ricardo Cuellar, el atentado a la FM Pajsachama, la quema de ranchos y pertenencias de campesinos de la CCCOPAL.

Esto ocurre con complicidad y alevociía de parte de autoridades provinciales y funcionarios del poder judicial e instituciones como la dirección provincial de bosque, quien AUTORIZO desmonte en un lugar donde viven familias campesinas indigenas de varias generaciones. A todos ellos los hacemos responsables directos del asesinato de Cristian.

Desde éstos territorios campesinos indígenas, se viene denunciando los atropellos, tal es así que el Juez Penal Alejandro Fringes Sarria de Monte Quemado ya tiene varias denuncias y no hizo nada para detener la escalada de violencia que impera en la zona. También el Comité de Crisis supo hacer relevamiento de las situaciones de atropellos. Hasta el momento, sólo la organización de las comunidades ha logrado evitar los desalojos y desmontes de miles de hectáreas.

En varias oportunidades el empresario Cicciola, amenazó publicamente que mataría a un campesino del MOCASE-VC para que dejen de" molestar". El asesinato de Crístian Ferreyra no va a quedar impune y con toda la rabia y dolor que sentimos sus compañeros y compañeras, reafirmamos una vez más, que en la defensa de nuestros territorios llegaremos hasta la últimas consecuencias.

Cristian Ferreyra Presente!!!
Ni un metro más, la tierra es nuestra!
Somos Tierra para Alimentar a los Pueblos

martes, 15 de noviembre de 2011

Colectivo imaginario

Pasan entrenadores, torneos, copas y eliminatorias con la misma base de jugadores. Se piensa que en algún momento va a surgir un equipo que todavía no aparece.

El marco fue el exacto para el cuadro. Ni los simpatizantes de ocasión ni los encumbrados empresarios acompañados de sus numerosas familias con entradas de protocolo que copan las plateas bajas del Monumental, ni los hinchas que sienten verdadera atracción por la Selección ni las nenas que van a gritar por Messi y Agüero (el viernes ausente) cada vez que agarran la pelota como si fueran Justin Bieber. Nada de eso alcanzó para darle a la cancha de River una escenografía acorde. Más bien se parecía a los homenajes que le realiza la AFA a los viejos campeones del mundo, cada tanto, donde sólo van los nostálgicos. Triste.
Y, dentro de ese marco, el equipo de Sabella estuvo acorde. Con claroscuros, obvio. En líneas generales el concepto no varía desde hace cuatro años. Ofrece poco y –con poco– gana o pierde pero rara vez juega bien.

Química. Dante Panzeri, quien es referente por ser un parámetro moral y ético dentro del periodismo, también debería ser leído y revisado desde los amplios conocimientos de fútbol que ostentaba. Con un concepto suyo de un capítulo del imprescindible Fútbol Dinámica de lo Impensado, de 1967, sobra para explicar los porqués de la Selección. El se blanquean los problemas y se genera una comunión inquebrantable en busca de un objetivo común a corto plazo y las individualidades estallan y llevan al éxito al equipo (Argentina ’86), o porque después de una derrota, la vergüenza deportiva de los integrantes del grupo revierte esta situación a través del orgullo. Dante, cuando hablaba de la conformación de un equipo, se refería a la homogeneidad de lo heterogéneo. Es decir, un conjunto de individualidades diferentes que terminan por transformarse en algo.
En algunos casos, esto se produce naturalmente –algunas veces, por propia química entre sus integrantes, que después se llamará mística–, en otros tantos se genera por el trabajo de años, inclusive desde inferiores (el Barcelona), en otros, porque y reviven de sus propias tristezas (Central descendió en 1984, ascendió en 1985 y salió campeón de primera en el campeonato 1986/1987), o porque tiene un entrenador que sabe poner en caja las vanidades y apunta al sacrificio colectivo en busca del objetivo (Bielsa en Chile). Las variables para que se genere ese punto donde 22 jugadores dejan de ser un montón de intenciones y pasen a ser un equipo, son muchas.
El equipo que el viernes empató 1 a 1 con Bolivia, en un partido que tranquilamente pudo haber ganado (y perdido sobre el final) transitó, con escasas variantes en la conformación de su plantel, muchas de estas situaciones. Sin embargo, no consigue manera de que aparezca lo colectivo. No hay Messi, no hay Higuaín, no hay Pastore, ni hay Agüero, ni hubo Tévez, ni hubiese habido Maradona, Batistuta, Caniggia, Passarella o Kempes sin equipo.

Players. Estos jugadores vienen trabajando juntos desde hace cuatro temporadas. Soslayando la interpretación del fútbol de los técnicos que pasaron, incluyendo a Sabella, ¿no será que es improbable que el equipo aparezca por más que pareciera que con tales nombres debería ganar todos los partidos caminando? ¿Será que es imposible que se produzca la homogeneidad de lo heterogéneo como pedía Panzeri? A Basile –comparado con el presente, sus ciclos fueron grandiosos–, a Maradona y a Batista los arrasó este estigma. Pachorra, al menos, tiene oportunidad de cambiar antes de que lo pase por encima la realidad.

Crhistian Remoli

jueves, 10 de noviembre de 2011

Dice Gioconda Belli

Las izquierdas y su idea de "centralismo democrático" y aquello que dijo Fidel: "dentro de la revolución todo, fuera de la revolución, nada" condujeron al secretismo, a la doble moral, al doble discurso, a la falta de transparencia y a la propaganda vacia de contenido. Eso se expresó en el estancamiento del pensamiento y en la persecusión y el menosprecio de la crítica verdadera y de los intelectuales. La falta de crítica lleva a una suerte de militarización del pensamiento que destruye toda posibilidad de crecimiento, de renovación y de generar ideas nuevas para enfrentar nuevos retos.
Esa rigidez condujo, sin duda, al fracaso de esos socialismos impuestos desde arriba y mantenidos por la fuerza.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mundo panza

Los hijos del amor sonríen

la mano acaricia el vientre
los ojos buscan los ojos
las bocas se hablan y se besan
las respiraciones serenas se contestan sin palabras

entre la mano y el vientre la esperanza.

Toni.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Estallando

En mil ojos estallando
la ciega voz
de tus postales de turno
pero ya no quiero hablar de eso

en mil ojos estallando
estallando en mil horizontes
estallando en mil agros

corren pasos fugitivos
sobre la alfombra sin tierra
pero ya no quiero hablar de eso
pero solo eso está

en mil ojos estallando
mil ojos milagrosos
mirando un cielo gris plomizo

despiertan cicatrices de jazmín
tolerancia se lee en las manos
en mil ojos estallando

franca sonrisa sin tiempo
qué hay que esperar?
en mil ojos estallando

los silencios de frente
pero ya no quiero hablar de eso
pero solo eso está

en mis ojos estallando
en tus ojos estallando
en mil ojos estallando

mil ojos milagrosos
matando un nuevo dios
control remoto

cansado de esperar tu soledad
me sumergí en el cuento
nadando en palabras llegas tiempo
a endulzar las grietas de silencio
no te pareces a nada

en mil ojos estallando
nada malo sueñas
pero despiertas

en tus ojos estallando
en mis ojos estallando
en mil ojos estallando

mil ojos milagrosos
para escuchar el nuevo cuento
la realidad desnuda en barrios bajos.

Toni.

Atardecer sin espejo

Y en ese rojizo, extraño atardecer
había azúcar en mi cabeza,
senti las gotas perderse entre mis dedos,
los billetes silenciosos
recorrían distintas manos,
botellas, risas y brindis de hombres
que no escucharon el grito de las cartas
ni el lamento del caballo atado al carro,
mear el cemento, duro a sus pies.

Jugué el infinito juego de las cortinas
observando al perro despertar de un sobresalto
indescriptible, sutil, mágico.

Las palomas volaron de la iglesia,
los autos comenzaron a pasar
y sobre una planta se posó
el rojizo, extraño atardecer
a convertirse en noche.

Solo me quedó una impresión
recortada, ahora, por el intocable.

Recibí el manotazo a quemarropa de mis ojos,
descubrí la mirada
y me vi con emosión.

Toni.

Pasado mañana

Dejo los autos importados
hay quienes tienen muy poco que mostrar
dejo joyas y diamantes, de qué vale hacerse notar
dejo los uniformes, las plateas, los teatros
dejo las limosnas, muchos ganan el cielo con una moneda al mes
dejo a los que creen girar la bola
el mundo gira por los que no piensan
dejo las transas pasajeras, los garrotes, los alambres
la artificialidad nos rodea
si casi nada se devuelve, casi todo se encadena
yo les hago el aguante
a los adelantados
de pasado mañana
solo se trata de comer
esa es la historia
mañana o pasado.

Toni.

Farsa

Al despertar se sintió desmayar
las calles eléctricas
estaban repletos de eléctricos.

Volvió de la esquina
no quedaba felicidad
rompió el tv
del otro lado había cables
y muchas risas
de hombres disfrazados de billetes

pudo contar esta historia
cuando compró otro tv
antes de que se dieran cuenta
ya no lo mira
y cree haber triunfado.

te ve TV

Como el gusto del quinoto en primavera
tordo viejo y estúpida ansiedad
viento tierra, dejar de buscar.

Correr la perilla inutilmente
inútil mente
desayunar, almorzar, cenar,
comer, comer, tener, tener
mate cocido cerrado, sin sueños.

Ceniceros llenos de gritos de rejas
risas secas de dulces mentiras
corbatas llorando en almohadas de cal
perros que siguen sin mirar ni hablar
uñas desgarrando gajos de tiempo
gente sin aliento haciendo zapping
sapo, za-pping, zapo, sapping, zippo...out.

Toni.

HACIA ALLÁ

Una escoba agitada
por manos callosas
barre la historia
callado, todo es silencio.

en la cocina también silenciosa
una niña de manos tibias
teje la historia
sin apuro, sin descanso.

si sos quieto
te da movilidad
si sos inquieto
te da tranquilidad.

te quita todo
te quita todo
lo que no sos.

lo podría decir
lo podría escribir
pero solo se siente.

Esclavos

Al niño le roban las sonrisas
al joven los sueños se le hacen pesadillas
al padre le racionan la comida
al abuelo solo las migas.

inevitablemente esclavos
del celeste que está ahi!!!
si parece que lo alcanzo
pero estoy descalzo.

inevitablemente esclavos
del verde que está ahi!!
si lo estoy pisando,
asfixiando, matando.

inevitablemente esclavos
del monstruo interior
que se nos ríe
y siempre nos pide más.

inevitablemente esclavos
de los colores,
de nuestros monstruos,
de la cárcel circular,
de nosotros mismos
inevitablemente esclavos.

Toni.

lunes, 31 de octubre de 2011

Pequeño homenaje a todos los que luchan...






Día tras días, sin importar el frío, el calor, la idiotez ni la desesperanza. A todos aquellos que dejan la piel en la lucha...

domingos de superacción

El 30 de octubre de 1938, Orson Welles causaba pánico con La guerra de los mundos por radio. En 2011, los medios concentrados lo intentan con el país.

Desde diciembre de 1937, la sociedad norteamericana trataba de olvidarse del posible peligro de una nueva guerra en Europa y deliraba con el programa furor –35 puntos de rating– de la radio: el cómico y ventrílocuo Edgar John Bergen y su muñeco Charlie McCarthy, a quien los escuchas suponían una persona real. El domingo 30 de octubre de 1938 no fue la excepción. La audiencia reía a carcajadas, mientras esperaban la cena, con las ocurrencias de Charlie y las preguntas disparatadas de Bergen, pero aprovecharon el bache provocado involuntariamente por una anodina cantante de jazz para girar el dial. Habían pasado doce minutos de las ocho de la noche. Y la alegría viró violentamente a angustia cuando escucharon la alarma emitida por la CBS desde sus pobres cuatro puntos de rating.
Siete minutos antes, la CBS había brindado un parte meteorológico extraño: “Ligeras perturbaciones atmosféricas con causa desconocida. Ampliaremos”. Luego, hubo una brevísima pausa musical que apenas redondeó los ocho segundos y que fue interrumpida para informar sobre la comprobación de varias explosiones de gas incandescente en Marte. Casi de inmediato, el parte dio paso a las noticias en la voz de Carl Phillips (periodista) y los comentarios de Richard Pierson (astrónomo) y Montgomery Smith (general del Ejército): lo que se suponía un meteorito caído en una granja de New Jersey era un vehículo espacial cilíndrico de poco menos de 30 metros. En directo, el equipo de exteriores de la CBS enviado al lugar hacía escuchar el extraño zumbido que emanaba de ese objeto que había sido rodeado por fuerzas del orden. Todo ocurrió en quince minutos de transmisión ininterrumpida: una puerta del vehículo que se abre, llamaradas, explosiones y un número no determinado de seres que salen del objeto. Relataron los reporteros, las voces descontroladas, el terror en cada palabra, la masacre realizada mediante armas desconocidas y de poder sobrenatural de siete mil hombres (bomberos, policías, soldados) que habían acordonado el área. La invasión marciana era un hecho.
Ya nadie volvió el dial a las gracias de Bergen y su muñeco. La audiencia de la CBS se multiplicó por los enloquecidos llamados telefónicos entre familiares y amistades y vecinos. La voz del secretario del Interior llamaba a la calma, pero, al mismo tiempo, informaba que los marcianos, desde decenas de naves, iban destruyendo puentes, rutas, vías férreas y centrales eléctricas. Las cifras de muertos eran incalculables, siguió el secretario, llamando a una urgente evacuación de Nueva York. El periodista Carl Phillips recogía los partes de sus colegas para informar de la ingente aglomeración en las principales vías de salida de la ciudad, cosa que comprobaron, horrorizados, los miles y miles de oyentes que salieron de sus casas en busca de la salvación.
Los ciudadanos que habían sintonizado a las ocho en punto la CBS (ese escaso cuatro puntos de rating traducido en personas reales), cómodamente sentados en el living de sus casas, esperando la cena, siguieron el decimosexto programa dominical del Mercury Theatre que, producido por John Houseman y dirigido por el jovencísimo Orson Welles (23 añitos norteamericanos), realizaba la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, la novela que el inglés Herbert George Wells había escrito en 1898.
Los que habían clavado el dial a las 20.12, descubrieron la realidad luego de 40 minutos de pánico.
Hubo reacciones de todo tipo: H. G. Wells dijo, desde Londres, que no era responsabilidad suya el haber escrito una novela cuarenta años atrás. La compañía de sopas Campbell, atenta a la audiencia lograda por los actores, decidió patrocinar de manera exclusiva al programa del grupo Mercury, que cambió su nombre por Campbell Playhouse. Los radioescuchas indignados, todavía temblando por el terror de la noche anterior, hicieron llover demandas por daños morales y materiales sobre el Mercury Theatre. La cuestión fue resuelta por Houseman: al comienzo de la transmisión y promediando el programa, se habían realizado los anuncios correspondientes de la obra ficcional que se representaba. Desde Hollywood, ni lerdos ni perezosos, llegaron las ofertas en busca de futuros éxitos: contrataron a Houseman, a Welles y a todo el elenco del Mercury (Joseph Cotten, Agnes Moorehead, Everett Sloane, entre otros jóvenes). El equipo respondió casi de inmediato: dos años y medio después, estrenaban la película Citizen Kane destrozando taquillas.
Orson Welles atendió a una sola demanda, la de un campesino de New Jersey que había gastado en un pasaje de micro el dinero ahorrado para comprarse un par de zapatos. Y, sonriente, envió el par: negros, abotinados, 43, impecables en su caja de cartón.
Desde mayo de 2003, la sociedad argentina trataba de olvidarse del posible peligro de una nueva debacle institucional y deliraba con los medios que –por tradición, por publicidad, por errores de la competencia o por desánimo forzado– venía leyendo y escuchando y viendo desde mucho tiempo atrás.
Casi era costumbre un diario preestablecido en la mesa de los bares, el televisor clavado a toda hora en determinado canal de noticias, el deterioro disfrazado de entretenimiento en los mismos canales de aire de siempre. La táctica era el descreimiento. Y si, por ahí, despertaba una creencia, por mínima que fuera, el bombardeo mediático se apresuraba a batir parches para “desenmascarar la mentira”.
Así, fueron pasando los meses y los años, las realidades teñidas de ficción y las ficciones disfrazadas de realidades. Los candidatos que sí, pero los candidatos que no, los apocalipsis cotidianos y las amenazas flagrantes, los conflictos que seguro vendrán y las tendencias tendenciosas, los desánimos prestados y las ilusiones envueltas para la ocasión.
Y así se fueron sumando palabras tras palabras para la construcción de un relato a la medida de los poderosos de siempre: las denuncias contra los intelectuales por conveniencia, la certeza de manipulación de la memoria, la idea de que sin artimañas no hay política, el vértigo de que una democracia sin equilibrio es un error, la necesidad de poner un freno al autoritarismo, las valijas de Antonini Wilson, la soberbia de un voto no positivo como emblema de la coherencia, las crisis económicas internacionales que ya van a ver, las sequías y las lluvias como castigos divinos, las elecciones legislativas de 2009 como principio del esperado fin, la muerte como coartada, el luto como maquillaje, la corrupción como estrategia de una Madre de Plaza de Mayo y hasta la insólita sospecha de que la solidaridad popular era producto de una tragedia emblematizada en el uniforme de la viudez. La maldad por la maldad misma, la maldad como ideología, enfatizada por voces, imágenes y textos que se regodeaban en un desenlace fatal. Sólo faltaba que los poderosos de siempre escribieran el nombre de quien se haría cargo de un país que, después de ocho años de encaminarse hacia el mal, retomaba el rumbo preciso hacia otro país. La invasión terrestre era un hecho.
Pero el 23 de octubre de 2011, un domingo, la gente, el pueblo, la sociedad, el país dijo qué es ficción y qué es realidad. No hubo, a pesar de los que pronosticaban los poderosos de siempre, una lluvia de demandas como aquellas de hace hoy exactamente, otro domingo, 73 años. Tampoco están Orson Welles, ni el elenco de la Mercury Theatre, ni los zapatos 43 negros y abotinados en una caja de cartón.
Quedaron, sí, algunos personajes pregonando que se avizoran nuevas amenazas. Y uno, voz emblemática entre todas, refunfuñando sospechas en forma de preguntas, que tiene cuatro años por delante para aprender a pronunciar, de una vez por todas, el apellido Kirchner.

Por Miguel Russo

viernes, 28 de octubre de 2011

El que tiene sed

–Escúcheme bien –dijo el hombre de los ojos de plata–. Hay muchos tipos de gente, pero en los extremos hay dos. Mire que no hablo del idiota y del genio, no hablo del criminal y del santo. Le estoy hablando de la gente en general, y por eso digo extremos, no digo excepciones. Me va a entender enseguida, si no me entendió ya. Usted parece bastante despierto. No se enoje, no niego que pueda ser mucho más que despierto, un criminal, un genio, hasta un loco: una excepción en algunos de los extremos. Pero si le interesa lo que digo va a tener que olvidarse del valor que usted les da a las palabras. Y hasta de la palabra valor. Escuche. Hay gente que no sirve para nada o no sabe hacer nada, esa gente a la que todo le sale mal. Ni siquiera son mediocres, ni son dementes de alguna clase. Lo mediocre es el término medio de la especie humana, es el tipo general, la norma; y la demencia ya le dije que se trata de una excepción en uno de los extremos. En el inferior, digamos. En el otro extremo está la gente que sabe hacer bien muy pocas cosas. O sólo una. En todo lo demás son como los que no saben hacer nada. ¿Me sigue? En todo lo demás no son ni siquiera mediocres, son incapaces. Inútiles. Salvo para eso que sí saben hacer, no importa lo que sea. Cuando eso que saben hacer coincide con la posibilidad y con la voluntad de hacerlo, usted diría algo así como que están salvados. Y no me pregunte cómo lo sé, hoy repitió veinte veces la palabra salvación. Acá, si quiere, ponemos a los grandes hombres, a los hombres de talento, a los creadores de cualquier tipo, sobre todo si son capaces de hacer una sola cosa, ni siquiera dos. Únicamente esa cosa. Los fanáticos, los iluminados religiosos, algunos artistas. En cuanto al genio, la excepción, es nada más que la anormalidad superior pero todavía humana de este segundo tipo. Y hay una tercera clase de hombres, si es que se trata de una clase y no de un solo ejemplar. Páseme la botella. Es como si estuvieran dotados para todo. Para casi cualquier cosa. Y fíjese, por favor, que no he dicho dotados para lo que ustedes llaman cosas grandes o extraordinarias. He dicho casi para cualquier cosa. Podrían llegar a ser matemáticos o rematadores. Podrían ser astrónomos, dedicarse a la fabricación de escobas, a la etnografía. Estos, sin ser idiotas, teniendo en casi todo orden una aptitud potencial superior a la del hombre común o a la del gran hombre, son tan inútiles, en los hechos, como los que no saben hacer nada. Acá tiene uno. ¿Se hizo alguna vez un test vocacional? Espero que no. Yo sí, alrededor de los veintitrés años. Hace más de treinta. Bueno, estaba dotado para todo. Se da cuenta, un sujeto que a los veintitrés años puede ser arquitecto, director de empresa, astrofísico, remachador, sacerdote o trombonista de la filarmónica. Usted cree que miento, espere –y mientras yo le aseguraba que le creía, lo cual misteriosamente era cierto, él se agachó, alzó del suelo un bolso de avión en el que vi al pasar una botella, papeles y algún libro, y sacó de allí un legajo de enormes hojas–. Ahí tiene.

Las páginas, escritas en alemán, tenían todas un formidable membrete impreso en letras góticas. Sólo descifré la palabra instituto y la fecha. Me llamó la atención una cosa: esas hojas no estaban deterioradas. La carpeta parecía haber sido abierta muy pocas veces. Por lo tanto, no se trataba de una ceremonia alcohólica; el hombre de los ojos de plata no acostumbraba mostrar esos papeles. Ni siquiera acostumbraba mirarlos.

–Vea el informe de la última página –dijo–. ¿Lee alemán?

–No. Lo siento.

–No lo sienta. Yo soy alemán y le digo que en alemán sólo vale la pena leer Das Niebelungenlied, Zarathustra y el primer Fausto. –Y mientras yo casi me caía de la silla dijo con la misma voz, carente de matices afectivos pero ahora sin el menor acento germánico–: Y Kafka, que era judío y checo -se rió sin alegría-. Agreguemos a Thomas Mann.

–Pero usted no tiene... Es muy extraño.

–Extraño que un alemán –prorrumpió con voz sonora e inesperada–, que un áleman hafle sin tureza, sin estrújulas, ajj sí, muy enormidad de exdraño. Pero cómo voy a tener acento. No le estoy diciendo que soy un hombre en blanco, sin huellas espirituales de ninguna especie, tal vez sin alma. ¿Soy alemán? ¿En realidad lo soy? Miembro del mundo, como decía en alemán un poeta que usted habrá leído, también checo pero no judío. Y no sé hasta qué punto. Hasta qué punto soy miembro del mundo, quiero decir. Vea. Antes de venir a la Argentina viví unos años en México. Me dejé grandes bigotes caídos. Me decían el macho blanco de Tlaxcala... Pero apenas ojeó mi test, ¿quiere que le traduzca la última página? No hace falta. Usted ya comprendió que yo ni siquiera puedo mentir. Un borracho que no puede mentir. Ni ponerse sentimental, ni romper de tanto en tanto alguna cosa. Si yo fuera usted, Espósito, me parecería una monstruosidad. Déme mi carpeta, no quiero que se ensucie. De todos modos, las posibilidades monstruosas de la vida real no pueden ser previstas en un test. O a lo mejor faltó una pregunta, la pregunta para mí. La vida real se descifra mejor con esto –levantó la botella con un gesto casual, la miró fríamente, y yo vi como si sus ojos ardieran un segundo tras el ámbar del líquido mirándome desde otro lugar; se sirvió–. Yo empecé a beber fuerte en la adolescencia, al terminar el gimnasio, lo que acá se llama el secundario. Fue en los años anteriores a la guerra. No sé por qué empecé, pero no fue por horror a una catástrofe que amenazaba diezmar a Europa, mi mundo, el mundo que yo conocí. La guerra en cierta medida atrae. Sólo que a mí me atraía en la misma medida que me repugnaba. Un matemático o un físico dirían que eso es igual a cero o verían fuerzas que se anulan. Se anulaban, en efecto: la guerra me era indiferente. Yo creo que empecé porque sí. O por lo mismo que bebe todo el mundo, porque el alcohol siempre está a mano. En la paz y en la guerra, y sobre todo en la paz, en las bodas de la gente, cuando alguien nace, alrededor de los muertos. En esos años, en Renania y el Palatinado, y en nuestra esfera, todo era un poco irreal. Era el Walhalla. Yo y mi grupo solíamos decir que éramos dioses, yo sin mucho entusiasmo. Un día me di cuenta de que no me importaba el destino sagrado de Alemania: lo atribuí a la brutalidad y estupidez de los dirigentes nazis. También me di cuenta de que no me importaba luchar contra sus ideas: lo atribuí al hecho de que era alemán. Entonces estalló la bomba. Literalmente estalló. Estábamos los dioses bebiendo una noche en una fonda de Manheim, un bodegón parecido a éste, y en la mesa vecina vi a un hombre real. Hablaba contra Hitler, contra Alemania, contra nosotros, hablaba serena y apasionadamente. No sé si porque yo estaba borracho o porque era muy joven, o porque el hombre decía la verdad, pero estuve a punto de levantarme y hacer algo. Darle la mano, o no sé qué. Siempre he estado a punto de hacer algo, lástima no saber si esa vez lo hubiera hecho. De pronto el restorán voló en pedazos. Los nazis habían puesto una bomba. Lo mató a él y a casi todo su grupo. Mató a todos mis amigos. A mí me partió la cabeza como si fuera un huevo. Por eso me interesó la muerte de su amigo Santiago, por la imagen, quiero decir. Diez cirujanos me rearmaron la cabeza, hueso por hueso. En esos días estalló la guerra. Y sobreviví. A todo. A la bomba. A Hitler. A la guerra. A los cirujanos. En 1942, el más eminente sínodo de médicos austríacos dictaminó: puede vivir tres años, cinco a lo sumo. Mi cerebro estaba intacto, pero alguien había detectado por casualidad un lento e irreversible proceso degenerativo. En el páncreas. Entonces hice mi test. Antes dejé el alcohol: lo dejé sin ningún esfuerzo. Yo tenía veinticuatro años. ¿Ya le han dicho que usted no sólo bebe de un modo descomunal, Espósito, sino que nunca aparta la mano de la botella? Pásemela, por favor. Gracias. Yo tenía veinticuatro años y pensaba me quedan tres, con suerte cinco, y no sé qué quiero de la vida. De mi vida. Cuando lo sepa, pensaba yo, voy a hacer fanáticamente eso. El tiempo que fuera, pero hecho día a día, minuto a minuto, hasta la muerte. No lo pensaba sino que lo supe, muy borracho, la noche misma que dejé el alcohol. Y aquí está mi formidable test. Apto para todo servicio. O por nosotros no se preocupe, tome lo que quiera y haga de su alma lo que quiera. Como le insinuó el patrón hace un rato, cuando usted parecía tan disconforme con la vida. Yo buscaba una sola cosa y ahí aparecían otra vez todas. Qué hago. Qué se hace en un caso así. Me hago quiromántico, fundo una religión, pongo una bomba en el Reichstag, estudio germanística, escribo una novela, demuestro que Kant confundió tiempo con eternidad o que el tiempo no es una intuición pura sino una pura ilusión del movimiento, y que el espacio, en cambio, subsiste aun en la inmovilidad absoluta y en la nada. Y a mí qué me importa la metafísica. Tres o cinco años bastan para inventar un idioma analítico más interesante que el volapuk o para escribir una novela, si no fuera que la encuadernación o la teología o el flautín son un destino como cualquier otro. Entonces compré doce cajones de vino del Rhin, saqué un pasaje y me embarqué para Sudamérica. No, no me volví alcohólico por eso; yo era alcohólico de nacimiento, como pude haber sido abstemio. Cuando bajé del barco ya tenía un destino razonable, el único que me quedaba. Me dediqué a eso que se llama vivir. En el año cuarenta y siete, un buen año, me acosté con ciento cincuenta mujeres, tomé seiscientos litros de bebidas alcohólicas. Fue en Brasil. Me decían el portugués. No me estaba destruyendo, no. Estaba haciendo a conciencia la única cosa que me comprometía entero. Vivir a rajatabla y emborracharme hasta la tumba. No sé qué significa lo que voy a decir pero de algún modo debo decírselo. Yo era feliz. Al séptimo año de esta sobrevida, en el cuarenta y nueve, y acá en Buenos Aires, me di cuenta de que algo andaba mal. Siete años no son cinco, y sobre todo no son tres. No me sentía peor que cuando me reconstruyeron la cabeza y supe que tenía páncreas. Fui al médico. Fui a cincuenta médicos. Radiografías, electroencefalogramas, tactos de recto, fondo de ojo, electrocardiogramas, análisis de orina, de semen, y consejos para dejar de beber y de fumar. ¿Necesito decirle qué pasó? ¿No se lo imagina? Estamos en 1970 y estoy acá, en El Barrilito de Villa Crespo, hablando con usted, ¿no es cierto? Entonces se lo imagina. No me morí. Tenía corazón de atleta, un páncreas raro, hígado grande y catarro. Era inexplicable, antinatural, opuesto a la medicina, y a la lógica... Si me disculpa, ¿usted comió hoy? Si piensa ir a dar una conferencia allá enfrente, yo le aconsejaría que me dejara a mí el resto de la botella y se embuchara un buen lomito. No es para poner esa cara, yo ya no puedo comer mucho, si no lo ayudaba. En resumen, Espósito, que acá estoy, o está lo que va quedando de mí. Hace unos veinte años que no me acuesto con una mujer: dejaron de interesarme el día que acepté que no iba a morirme. Lo que no pude dejar, lo que ya no me abandonó a mí, es esto. Es extraño. El organismo humano es lo que se llama el hombre, con su alma y su voluntad libre y su espíritu. Sin embargo trabaja en secreto, a su modo, sin intervención del hombre. ¿Tiene idea de cuánto tarda esta enfermedad, esta inmundicia, para incubar en la gente? –Y el hombre de los ojos de plata me quitó casi con brutalidad la botella de la mano; fue el primer gesto violento que le vi hacer en todo ese tiempo–. Perdóneme –dijo mientras se servía, y volvió a su tono apático y blanco–. Usted me contagia su tensión, aprieta de tal modo las mandíbulas que un día se va a quebrar una muela. Le decía que tarda entre siete y trece años. En otros, más; pero ésos no son alcohólicos, son los que toman en las comidas, en las fiestas, cuando no se pueden dormir o para pegarle a la mujer. Terminan igual pero no son alcohólicos, son los burgueses del alcoholismo. Cuando se toma como usted, si es que siempre toma así, o como yo, a los diez u once años ya no se puede dejar. No voluntariamente. Quiere decir que alrededor de los treinta y tres años, fecha de mi fallecimiento, yo quizá no estaba envenenado. Y quién sabe, con algunas cuantas células nerviosas menos a lo mejor era capaz de menos cosas. Aunque más no fuera, el flautín. Ahora me quedan únicamente hábitos. Seguir vivo y seguir emborrachándome. Pero sabe una cosa, Espósito, el problema es que ahora, cuando de veras me estoy muriendo, no quiero morirme. No quiero morirme como me voy a morir. ¿Vio la fotografía de un hígado con cirrosis? ¿Vio el cerebro de un alcohólico después de treinta años de imbecilización? Yo sí.

–Y por qué no se mató –lo dije con un rencor que me sobresaltó a mí mismo, pero que no estaba dirigido a nadie–. Quiero decir, no sé. Hable usted.

–Sé lo que quiere decir. Por qué no tuve la decencia de matarme. Usted piensa que yo debí matarme más o menos a su edad. No me maté, Espósito, por falta de interés. Para matarse hay que tener cierto grado de pasión. Yo no soy un suicida ni un autodestructivo, ya se lo dije. Pero, por qué no me mato ahora, ahora que sí podría matarme. Porque no quiero. He descubierto, un poco tarde, el sentido de la vida. Sé perfectamente lo que me espera, la cirrosis, quizás una pierna cortada o las dos. El manicomio, si Dios me da salud. Calculo que me quedan otra vez unos cinco años. Y ahora no hay error, porque ahora me diagnostiqué yo. Un día el hígado no funciona más, o se perfora algo y se hace ahí adentro un pantano de orín, sangre, toxinas y excrementos. O las arteriolas del cerebro se hunden entre la gasa, se taponan de detritus y se asfixian, o estallan. O el pus de las meninges hace algo por mi alma. Quizás hasta tengo la dicha de un delirium tremens, aunque con mi mala suerte no creo. Pero si ahora pudiera elegir, elegiría vivir un poco más.

–Y por qué no deja esta porquería –estuve a punto de decir pero no lo dije, porque esa frase venía demasiado unida al acto de haberme casi tragado el medio vaso que me quedaba, y no me pareció oportuno. Sin contar que el whisky opera de un modo no siempre previsible y ahora me empezaba a colmar un humor sarcástico y hasta algún otro tipo de humor, todavía ignorado por mí. Así que sólo pregunté–: Y cuál es el secreto de la vida.

–Ya se lo dije –contestó el hombre de los ojos de plata–. Se lo dije al principio. Siempre puede ocurrir algo peor. Vale la pena vivir sólo por eso. Para ver dónde está el límite de la degradación, la infelicidad y el sufrimiento. Hasta dónde somos capaces de humillar y hacer sufrir a los demás, o hasta dónde la vida es capaz de vejarnos, envilecernos y hacernos padecer. Pero sobre todo hasta dónde somos capaces de llegar, hacia abajo, sin ayuda de nadie, nosotros mismos. Ahora vaya. Se le va a hacer tarde.

UN MAESTRO, de Guillermo Saccomanno

Pasado un tiempo de aquello, a pesar de lo que opinaban mis compañeros, Rawson para mi era una tranquilidad. “Compañeros, esto será una heladera”, les dije, “pero de acá se sale. Hay que aguantar, hay que tener paciencia hasta un plazo que desconocemos, pero de acá salimos”. El fantasma de los interrogatorios quedaba atrás. Con un grupo de compañeros conversamos una estrategia de sobrevivencia. La primera regla era que los celadores no eran enemigos. Eran un instrumento del enemigo. Teníamos que entender que estaban condicionados por su clase, que de tan sometida, los habían vuelto contra nosotros. No debíamos tenerles bronca a estos pobres Cristos. Si caíamos en el odio, el odio terminaría destruyéndonos a nosotros. No podíamos dejar que ningún compañero se cajeteara. Es decir, que se diera una manija optimista. Porque de ese entusiasmo de caía profundo y después no se levantaba más. Había que evitar la depresión. Porque la depresión en la cárcel es contagiosa y puede llevar al suicidio. Había que estar atento, hacer algo por el compañero que se hundía, y hacerlo era una manera de hacer algo por nosotros mismos. Me acordé de una experiencia de Pichón Riviere en el Borda durante una huelga de enfermeros. Dispuso que los locos menos locos cumplieran el rol de los enfermeros. Y se dio cuenta de que cuando ese loco curaba a un compañero, se sentía útil y se curaba él. En la medida que nosotros ayudábamos a un compañero, nos ayudábamos a nosotros.

jueves, 27 de octubre de 2011

MARIHUANA ILEGAL

En las villas el porro que se fuma es de resaca, un producto infectado de porquerías químicas, sometido a una banda de tramoshas. Es un circuito de diferente niveles políticos y muy necesario, sin demanda no hay oferta, a la gente le gusta el porro y en los barrios se fuma mucho porro, pero porro malo. Los barrio sirven como chivo expiatorio para montar el circo del "combate al narcotráfico" que traducido en la realidad es; perseguir consumidores y si son pobres mejor...Ilegalizar el porro es apostar a la violencia, preferir matar y perseguir, que aceptar el poder de la naturaleza

En mi barrio por ejemplo es muy triste ver como rastrean a los pibes clase media que vienen a pegar faso o merca adentro de los barrios, es todo una odisea comprar marihuana, los pibes tumbean, si sos de afuera te cabe, muchas veces hubo hasta muertos, sumale la extorsión policial que hacen los tranzas a las taquerias, la cantidad de toneladas en movimiento por ahí son muchos millones de pesos con dueños claros, si cae la prohibición cae el circuito instalado y es todo un problema desmantelar todo un sistema socio-político-económico que ejecuta el mercado del narcotráfico.

Hablo de lo socio-económico porque hay que hablar de los distintos actores sociales que son parte de ese circuito, sin ir mas lejos hay que fijarse en el perfil de la tranza que te vende el faso en los barrios ; pobre, madre soltera, llena de hijos y que encontró en la venta de droga una salida para llenarle la panza a sus hijos, no lo hace ni por hija de puta ni por arruina guachos como se dice, no tiene conciencia de lo que vende ni de lo que genera eso que vende, y eso no le quita dignidad porque todo el sistema capitalista legalizado y amparado por el estado se trata de vender productos mortíferos a la gente sin culpa ni remordimiento. Las farmacias y los almacenes donde te venden alcohol son parte de nuestra realidad y nadie se queja no?



Camilo Blajaquis

Algunos problemitas de conciencia




A pesar de todo este desastre igual podemos mejorar en algo las cosas. Es cuestión de tomar conciencia, concientizar a algunos de los que nos rodean y seguir luchando...

domingo, 23 de octubre de 2011

LA CLAVE

Lo más ridículo, tonto y loco
de hoy
será por unos instantes moda mañana
quién sabe dónde?
quién sabe cuándo?

aunque te digan por tu culpa,
por tu gran culpa
no te hagas cargo de inventos ajenos.

La felicidad te sonríe
del otro lado de la barrera,
la esperanza te mira
a unos pasos de distancia,
la desilución una vez más
te abraza y me consuela.

la vívora le dijo al veneno
si tus penas no son de amor te aplaudo,
si lo son te entiendo, pero lo siento,
veni, te ofrezco mi cuerpo,
refugiate y refugiame,
estamos en la misma.

la botella amenazó al borracho
hacelo si te hace feliz
pero no vengas a mi con piedad
ni mucho menos en busca de ella.

la posmodernidad se nutre de lo considerado inculto,
vas a espiar por la cerradura del futuro
y te sentis de regreso en el camino de ida,
palpás la ensalada del bien y del mal
y no ves la diferencia,
mirás el todo, mirás la nada,
son del mismo color oscuro,
volvés para contarlo...incandilado!!!
solo te espera un ramo de flores y esta tonta frase
¿querés la clave?

toni.

PASAJEROS...LAS PELOTAS





Una de las bandas más luminosas del rock nacional. Muy buena música, letras deliciosas y una trayectoria intachable...

sábado, 22 de octubre de 2011

qué pena

El queridisimo periodista salió de la capsula. Si, nosotros también hubieramos querido que se quede a vivir ahi dentro...

El mejor tema de Juana Fe



Quería compartir este hermoso tema de esta banda chilena que extrañamente tiene muy poca difusión. Se les ocurre por qué será????

EL PLATO VOLADOR ES OLLA POPULAR

parado en el abismo del ocaso
pensando en no pensar,
peleando palmo a palmo
con el miedo haciendo escudo.

lo coherente es un supuesto
que no sirve para nada,
en la televisión un mismo canal
que no sirve para nada.

no me mirés a los pies
el mundo está al revés,
quien gana pierde
quien pierde espera.

el principio es el final
y el final solo el principio,
no me esperés que no voy
da la vuelta, te espero.

el plato volador es olla popular.

MENDES

veo ancianos sacando fuerzas de un pozo muy profundo.
veo chicos sonámbulos, no despiertan, tampoco sueñan.
veo pibes muertos de hambre, las neuronas le saltan como piojos
y se les ríen en la cara.

de pronto
algo muy grande y luminoso de acerca
traen botellas de champagne,
bolsas de polvo blanco,
mujeres con cuerpos de goma y caras de plástico.

ya no veo ancianos, ni chicos sonámbulos ni pibes con hambre,
ya tengo el poder.
lucha de todos
los presentes
para todos.

te sigo buscando
y no te encuentro
te sigo esperando
y no paro de correr.

ellos en la mesa
siguen jugando al mus,
todos se anotan un poroto.

el juego se termina,
los porotos no alcanzan,
cuando te levantés de la mesa
puede ser demasiado tarde.

ENTREVISTA A CRHISTIAN REMOLI SOBRE EL MUNDIAL DEL 78

A 30 años del Mundial ’78: ¿La fiesta de todos? La política y el fútbol. Las botas y los botines. La «justa deportiva» y los desaparecidos. Los «gritos» en la ESMA y en el estadio de River. Imágenes y sensaciones contradictorias coexistiendo en tiempos de terrorismo de Estado. En estos días, varias producciones escritas y audiovisuales abordaron el tema. Entre ellas se destaca el documental de Christian Rémoli: «Mundial 78. Verdad o mentira», una notable revisión del que sigue siendo el hecho maldito del país futbolero.
Tesis 11 dialogó con el realizador. Desde el mismo instante en que la dictadura accedió al poder consideró al fútbol como un elemento fundamental en su estrategia de manipulación y disciplinamiento. Primera evidencia de ello es el comunicado 23 del mismo día del golpe que exceptuaba de la cadena nacional la televisación del partido que la Selección Argentina disputaría con su par de Polonia en la ciudad de Chorzow en el marco de una gira europea del equipo de Menotti. En esos días todo estaba prohibido, menos ver fútbol… Pocas horas después el presidente de la FIFA, Joao Havelange, declaraba: «La Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el Mundial». La pelota -que pronto se mancharía- había empezado a rodar bajo las botas procesistas. «Mundial ’78, verdad o mentira», el documental de Christian Rémoli recientemente estrenado, se sumerge en aquellos días intentando mostrar no sólo qué hizo la dictadura con el Mundial ’78; sino también qué hicimos nosotros como sociedad con «la justa deportiva sin igual».

Sin voz en off, a partir de un conjunto de valiosos testimonios construye un relato paciente, que va lenta -pero inexorablemente- horadando la memoria del que sigue siendo el hecho maldito del país futbolero.

T. 11 – ¿Qué motivó tu investigación sobre el Mundial ‘78 y qué objetivos te planteaste con la realización del documental?

CR – La motivación fundamental fue mostrar el Mundial desde la óptica de aquellos que lo sufrieron, una mirada que hasta ahora no había sido abordada. Debo decirte también que, en paralelo a eso, tenía la idea de hacer un homenaje al equipo argentino, ya que cuando inicié el proyecto pensaba que ese seleccionado no estaba reconocido en el nivel que se lo merecía. Pero como muchas veces ocurre en el marco de una investigación, a los pocos días la cosa se dio vuelta. Hice cuatro o cinco notas y me di cuenta de que el tema del reconocimiento iba a ser, por lo menos, complicado. Otra cuestión a priori era el rol de (Carlos) Lacoste. Si bien creía que era un personaje importante pensaba abordarlo tangencialmente. Pero me di cuenta que fue la figura central, esencial de esta cuestión. Es más, hace unos ocho años había ido a los cines de la esquina de Vuelta de Obligado, en Belgrano y me lo crucé caminando por la Recova. Me impactó. Me quedó la imagen del tipo caminando «casi más libre que yo», con las manos atrás de la espalda, la mirada altiva… Ahí me dije: el documental tiene que arrancar con una imagen de este tipo. Complicaba para meter una cámara. Incluso en una primera versión del documental la idea era arrancarlo con una frase de Carlos Ares: «el primer recuerdo que tengo del Mundial ’78 tiene que ver con la actualidad:
No puedo creer que el Almirante Lacoste esté libre y camine por las calles de esta ciudad». Después Lacoste falleció y obviamente esta idea fue modificada. También queríamos retratar el papel de los medios, la figura ambivalente, muy compleja de Menotti, y teníamos la decisión de «ir al hueso» con el partido con Perú e indagar el tema del doping, de lo cual se había hablado muy poco.

T. 11 –¿Cuál era tu relación con el Mundial ‘78 antes de la realización del documental?

– Desde chico, ser futbolero, ir a la cancha, leer El Gráfico y el Clarín deportivo. Y a partir del secundario, cierta inquietud sobre la cuestión de los derechos humanos.
Creo que tanto el fútbol -como fenómeno socio-cultural-, y los derechos humanos, – por todo lo que pasó- nunca fueron tan de la mano como durante el Mundial realizado en nuestro país. Entonces tenía la idea de que se había ganado un Mundial en el marco del terror. Pero teniendo el prejuicio, diferenciando: una cosa son los jugadores y Menotti, y otra el terrorismo de Estado. Como te dije, a poco de andar me di cuenta que estas cuestiones están imbricadas y son inseparables.
No se pueden separar las cosas, cuando los militares apretaban jugadores, cuando a las Madres les festejaban los goles en el umbral de la casa mientras estaban llorando, cuando una editorial tan importante como Atlántida tuvo actitudes canallescas, cuando hizo una revista para la dictadura, como Somos, como Para Ti y sus postales, Gente, El Gráfico… Tampoco cuando el «Gordo» Muñoz desde radio Rivadavia se convirtió en la cara y la voz del Mundial; mucho menos con «La fiesta de todos»,1 ni con las presiones que sufrió y las concesiones que hizo César Luis Menotti, y mucho menos con la cuestión del soborno y el doping. Todo está inevitablemente mezclado, sobre todo pensando que, detrás del arco donde (Daniel) Bertoni convirtió el tercer gol en la final, los aviones arrojaban los cuerpos vivos al mar, cuerpos de personas que habían sido torturados a siete cuadras de la cancha… Fueron, consciente o inconscientemente, utilizados por la Junta.

T. 11 – ¿Qué significó el Mundial ‘78 para la Junta Militar? ¿Qué objetivos perseguía más allá de los deportivos?

– Fue el objetivo más claro que tuvieron. Además de la pelea interna entre el Ejército y la Marina (que le costó la vida a Actis)2, tener la posibilidad de realizar un Mundial al alcance de la mano fue una enorme tentación para intentar tapar todo.
Yo creo que de todas formas, a los fines de la dictadura, hacia el exterior no le sirvió en toda su dimensión ya que a través del Mundial se supieron muchas de las cosas que aquí ocurrían. Pero sí fue efectivo internamente. Siempre reitero las palabras del Gral. Bignone antes de dejar el poder: «nosotros (los militares) nos equivocamos. Debimos haber convocado a las elecciones después del Mundial. Hubiésemos ganado por el noventa por ciento de los votos». Además el himno del Mundial convertido en slogan, «veinticinco millones de argentinos jugaremos el mundial…», fue notable, totalmente inclusivo.
Los medios no hablaban de un país, sino de «nosotros»: «entramos» a la final; «este gol lo hicimos todos».
O la Marcha hecha por Ennio Morricone. Ahora nos pone la piel de gallina por el horror, pero en ese momento cuando la escuchabas, te sentías Kempes…

T. 11 – En ese proyecto ¿qué función cumplió el EAM ‘78 en general y el Almirante Lacoste en particular?

– El EAM (Ente Autárquico Mundial ‘78) en su condición de organismo autárquico, no tenía que rendir cuentas por los gastos ocasionados.3 Tuvo a su cargo la responsabilidad de generar todas las estructuras que pondrían en funcionamiento el evento. Desde la construcción de los nuevos estadios (Mar del Plata, Córdoba, y Mendoza), los centros de Prensa, la reconstrucción de los aeropuertos, la construcción de ATC; era el encargado de realizar y brindar las acreditaciones, de recibir a los periodistas y fue el centro de operaciones del Almirante Lacoste, quien era realmente el que manejaba todo, más allá de la figura decorativa del Gral. (Antonio) Merlo (el presidente del EAM).
La figura de Lacoste empieza a crecer en el fútbol argentino a partir de ahí. ¿Por qué? Porque Massera, en su aspiración de ser presidente, creía que el fútbol era un elemento a manipular de vital importancia y Lacoste era su mano derecha. Había participado en el golpe del ’55, era fuertemente antiperonista, era un tipo de fortuna, de pibe se había hecho fanático de River. Más tarde llegó a ser vicepresidente de la FIFA, fue Ministro del Interior, llegó a ser Presidente por unos días…4. Cuando (Alfredo) Cantilo dijo que no quería seguir al frente de la AFA, Lacoste tenía que buscarle reemplazante, ya que la AFA «era de él». Se barajaron algunos nombres: «¿por qué no lo ponés a (Santiago) Leyden?» -de Ferro-; no, ya está en la FIFA; ¿por qué no ponés a (Ignacio) Ercoli? -de Estudiantes de La Plata-; no, vive en La Plata. ¿Y Aragón Cabrera? Lacoste dijo no, a Aragón le manejo River, imaginátelo en la AFA. Va a ser un desastre, no tiene personalidad… ¿Y Grondona? Ah, Grondona… Vive acá en Sarandí, es un buen tipo… Lo vamos a poner a Grondona. Así fue su designación.5
Incluso a Lacoste, como menciona Gotta en su libro,6 se le atribuye un papel central en el soborno a Perú. Es más (José Claudio) Escribano, el hombre fuerte de La Nación, cuenta una anécdota escalofriante. Fue convocado por Lacoste para conversar, no donde convocaba a todos (que era en el Taller de Mecánica Naval), sino que lo convocó en el Ministerio del Interior a hablar de la situación argentina a fines de 1981. Dice que Lacoste jugaba con un llavero y que él le preguntó: «¿cómo van a hacer Almirante para arreglar esto?» (refiriéndose a la pérdida de popularidad y a la situación crítica que ya vivía la Junta). Y Lacoste respondió: «Esto se arregla muy fácil. Invadiendo Malvinas…».
Lacoste siguió yendo a los mundiales hasta 1998 -era hasta ese momento vicepresidente honorario de la FIFA- sin ser denunciado por la AFA. Se manejaba con total impunidad. Tal como aparece en el documental, cuando Lacoste tuvo que justificar (en democracia) ante la Justicia cómo había crecido considerablemente su patrimonio después del Mundial, lo hizo aduciendo que había recibido un préstamo de (Joao) Havelange. Cosa que Havelange ratificó… Una vergüenza.

T. 11 – Los episodios más conocidos en cuanto a sus modales de matón, son la apretada al Pato Fillol por no renovar su contrato y la imposición del Beto Alonso en la lista de los 22.

– Claro, son los casos más difundidos pero Lacoste apretó a otros protagonistas del fútbol argentino, entre ellos a Antonio D ‘Accorso que era el DT de Vélez en el momento en que (Rodolfo) Manzo jugó en el club de Liniers.7 Cuando la Marina se entera de lo que había circulado en Colombia 8 lo van a buscar a la casa, lo metieron en el Taller de Mecánica Naval. En esa apretada estaban Lacoste, el Gral. Merlo, y Massera, interrogándolo. D ‘Accorso cree que no lo pasaron a «mejor vida» porque el tema había tomado mucha trascendencia. Y él además cree que lo cuidaron, porque lo empiezan a llamar de todos lados para empezar a dirigir. La oferta más jugosa que él agarró fue la de Deportivo Español. ¿Quién estaba allí? Ríos Seoane, personaje que respondía directamente a Lacoste y a Massera…

T. 11 – Si hay algo que el documental demuestra es la complejidad y las diversas visiones que sigue generando el análisis del Mundial ‘78: miradas contrapuestas de los exiliados; de las Madres y Familiares de desaparecidos; de los ex detenidos-desaparecidos: ¿buscaste esas tensiones o fueron apareciendo en los relatos y testimonios?

– Algunas las tenía de antemano. Otras fueron apareciendo a partir de los diversos testimonios, porque libre. Después Lacoste se mudó a un country y ya se que como es un tema que entusiasma, casi todos tienen una anécdota respecto a aquel evento, o conoce a alguien que le pasó algo en el Mundial, bueno o malo. Por ejemplo, cuando entrevisté a Diego Bonadeo él me dijo: «tenés que verlo a Eduardo Anguita»; ¿por qué?, «porque estuvo preso en la Unidad 9 de La Plata». Una historia muy rica pero muy triste a la vez. De todas formas sigue sorprendiendo que personas que estuvieron chupadas reaccionaran como reaccionaron. Una vez (Claudio) Tamburrini9 me contó una anécdota increíble. Él se escapó de la Mansión Seré el 24 de marzo del 78 y no se fue, no se exilió porque se quería quedar a ver el Mundial!! Salía disfrazado, trabajó de tachero, en una imprenta. Incluso, la primera vez que salió sin disfrazarse, recuperando su identidad, siendo otra vez Claudio Tamburrini fue cuando salió a festejar después de haberle ganado a Perú… O el testimonio de Lila Pastoriza que reconoce que se ponía contenta cuando ganaba Argentina. En una ocasión, Martín Caparrós, quien estaba viviendo en Francia y era parte del grupo de exiliados que colaboraba en la campaña de boicot a la Copa del Mundo, me contó que él seguía con cierta indiferencia si Argentina ganaba o perdía, pero que el día de la final gritó los goles como loco, y que los intelectuales franceses lo miraban como diciendo: «este tipo enloqueció».
A propósito de esto, el otro día leía una opinión de un lector en el blog de Ezequiel F. Moores. Se preguntaba cómo y por qué gente que nos creemos inteligentes, que tenemos cierta capacidad de reflexión sobre algunos temas, no podemos diferenciar entre lo que nos genera el sentimiento, el corazón futbolero y la razón. Es decir, sabemos que muchos partidos están arreglados, que tienen el resultado puesto de antemano y vamos y festejamos igual.
¿Cuál es el sentido? Él lo planteaba desde la autocrítica de un futbolero. Me parece que lo más fuerte en los detenidos-desaparecidos, en los presos, en los exiliados es esa incapacidad para poder tomar distancia de eso.

T. 11 – ¿Cuál fue el papel de José María Muñoz? Para algunos funcionó y se movió prácticamente como un Ministro de Propaganda…

– Muñoz fue un oficialista consuetudinario. No fue sólo oficialista durante el Mundial, pero como dice Macaya Márquez, ser oficialista en esa época, pasado el tiempo, es algo muy difícil de explicar. Muñoz no relataba los goles de Kempes y nada más. Relataba los goles e inmediatamente después decía «y ahí está el presidente Videla festejando como un argentino más…». Ocurre que a mucha gente le trae gratos recuerdos, el «relator de América», lo escuchaba en la Oral Deportiva… Hay que separar esos momentos de alegría, esa posibilidad de felicidad que da el fútbol de volver a los diez años y tener en claro que fue un tipo nefasto que no sólo nos hizo ver otra cosa en ese Mundial, sino que en el ’79, en el Mundial Juvenil, arengaba a los pibes para que se hicieran la rata y fueran con el sticker «los argentinos somos derechos y humanos» a la Avenida de Mayo.10 Y en el caso de la guerra de Malvinas, en los córners en vez de mandar las tandas publicitarias, transmitía los bombardeos…11. Esto se lo contás a un pibe de dieciocho años, y no te lo cree. Pero estas cosas pasaron hace muy poco. Además Muñoz nunca hizo un mea – culpa. Nunca dijo «me equivoqué». Cuando le preguntaban sobre el tema respondía: «yo de política no hablo»…12

T. 11 – …Todo el tiempo «hacía política», como prueba basta revisar las publicidades que realizó colaborando con la respuesta de la dictadura a lo que ellos llamaban la «campaña antiargentina»…13

– Tal cual, tal cual.

T. 11 – Y en el caso del Flaco Menotti ¿qué se desprende de tu investigación? Según me comentabas «esperabas que dijera más cosas».

- La de Menotti y la de Renán fueron las últimas notas que hicimos. Es decir, lo fuimos a ver sabiendo lo del doping, teniendo la información del soborno, teniendo el reconocimiento del Beto Alonso de que a él lo puso Lacoste. Le preguntamos por todo eso. Lo tuvimos una hora y media sentado, hablando de un tema que no le gusta. Yo esperaba una autocrítica, aunque sea mínima. Él dice algo que es-cierto –y es en lo que se refugia- que el Mundial no se hace sólo con jugadores y técnico. Se hace con la gente en la calle, con los hinchas festejando en algo que fue como una especie de 25 de mayo… Ahora, hay cosas que son muy difíciles de explicar: la charla de Menotti con Videla diciéndole «nosotros no solamente vinimos a traer un estilo de juego, sino un estilo de vida de un país», o deseándole «mucha suerte con su gestión»…«El error (de Menotti) no es tanto no haber hablado en ese momento, sino, no hacerlo ahora, con el paso del tiempo».


T. 11 – ¿Esa es una declaración del año ’79, en Japón…?

– Exacto. Lo que yo digo, pregunto: Menotti, en ese momento, ¿tendría que haber renunciado?
No, era su laburo. Menotti, después, cuando según él se sintió Perón, ¿podría haber hablado, haber tenido otro tipo de actitud en rebeldía con la Junta? La podría haber tenido. Sí hay que remarcar que ni Menotti, ni los jugadores tenían la responsabilidad civil que sí tenían algunos políticos y que también callaron. Ahora, a treinta años, que Menotti cuente las presiones a las que fue sometido, las concesiones que hizo para lograr lo que más quería -que era esa gloria deportiva-, creo que para esclarecer esta situación, es imprescindible que no calle, que hable.14
Ocurre que Menotti es una figura muy seductora. Llegó, contó tres o cuatro anécdotas y te «desarmó». De todas formas me parece que en un contexto en el que Menotti levantó esa bandera de la limpieza y la pureza futbolística, la lealtad al juego y al rival etc. es fuerte que un jugador diga que los locales juegan dopados, y que otro jugador peruano diga que un jugador argentino le confesó que jugaron dopados en la boca, en el brazo y en la cola15 y que jugaban dopados porque Menotti se los exigía.

T. 11 – Las declaraciones del Negro Ortiz sobre el doping y el soborno16 y las del peruano José Velásquez que recién mencionaste parecen dejar poco margen para seguir analizando -según Pablo Llonto- «el partido más largo de la historia»: ¿cómo conseguiste esos testimonios?

– Tratando de que se sintieran cómodos, en confianza como si alrededor no hubiera cámaras, ni nada. Velásquez tenía cosas para decir, las quería contar. A mí me dio una clase de periodismo. Le pregunté por qué nunca había contado antes lo del doping y me contestó: «porque nunca antes nadie me lo había preguntado». Me preguntaban del soborno, pero no del doping de Argentina. El peruano contó algo más que también aparece en el documental: el gobierno presionó a los dirigentes, los dirigentes al técnico y el DT desarmó el equipo. Lo sacó a él cuando iban 2-0 abajo para reemplazarlo por Gorriti, un novato, totalmente inexperto. Y además está lo de Manzo: un tipo que jugó pésimo el Mundial, un ignoto viene a jugar a Vélez. Y en el caso de Ortiz, tuvo un momento de sinceridad.

T. 11 – Más allá de estos testimonios, en mi caso particular, hay algo más relevante y hasta este momento casi desconocido: la declaración de Tarantini afirmando que le presentaron una lista de nombres de personas desaparecidas a Videla. ¿Podrías ampliar esta cuestión?

– A mi me había llegado la versión de que (Alberto) Tarantini había pedido por un tipo que estaba chupado. Era la única información que tenía. Lo fui a ver y antes de prender la cámara, de arrancar le dije: tengo este dato, ¿te puedo preguntar eso? Sí, preguntámelo, dijo. Lo contó casi para adentro, tal es así que nosotros tuvimos que subtitularlo. Después de eso no pude preguntar nada más. Es lo que está editado. No dio más detalles: «en un momento determinado le pedimos por gente amiga que estaba desaparecida y que nunca aparecieron».
Tiempo después seguí indagando y él me contó que terminado el Mundial estaba en una disco y que se le acercaron unos pibes que él conocía y le dijeron: «Beto, nos tenés que salvar porque tenemos a alguien de nuestra familia que está desaparecida». Entonces él le hizo una carta y lo fue a ver personalmente, y que Videla le dijo; «yo no tengo nada que ver, es un tema que yo no manejo».

T. 11 – ¿La situación que él narra en el documental es durante el Mundial?

– No, es una situación posterior. Y es a título personal. El dice «hicimos» un pedido… Yo tenía entendido que el otro era Fillol, y le pregunté al Pato. Me dijo que no.

T. 11 – Esto modifica la visión o contradice esa afirmación que los jugadores «no sabían nada de nada», y que «sólo jugaban al fútbol».

– Así es. Los jugadores tampoco son marcianos. Sabían lo mismo que sabía mucha gente. Y aquellos que querían saber, sospecho yo, sabían. No se enterarían de la monstruosidad que supimos después, pero me parece que los jugadores conocían ciertas cosas.

T. 11 – ¿Y en el caso del cuerpo técnico? Porque Menotti tenía formación política, venía del Partido Comunista, firmó solicitadas reclamando por los desaparecidos…17

-…Creo que sí, que Menotti sabía más cosas. Hay una anécdota que varios la cuentan que dice que hay un técnico brasilero que también es un cuadro del PC,18 y que le advierte a Menotti: «Flaco, mirá que te están usando para blanquearse», a lo que él respondió: «Quedate tranquilo. Tengo todo controlado».
También hay que tener en cuenta cuál fue la actitud que tomó el Partido Comunista durante la dictadura, considerar a Videla como un «militar moderado». En eso Menotti se parece mucho al Partido. Todas la autocríticas son para adentro y ninguna para afuera. Él sabía. Y reitero, el error no es tanto no haber hablado en ese momento, sino, no hacerlo ahora, con el paso del tiempo.

T. 11 – Te traslado una pregunta habitual cuando uno toca este tema sobre todo con los jóvenes, los estudiantes: más allá de la actitud del Partido, ¿cómo toleraba la dictadura a un tipo de izquierda? En el documental hay testimonios respecto a las presiones para reemplazarlo.

– Sí, está por ejemplo la opinión de (Héctor) Vega Onesime19 narrando que en una reunión del EAM alguien aludió a las inclinaciones izquierdistas de Menotti y hubo otro integrante del EAM que dijo; ¿y eso qué tiene que ver? ¿Qué nos importa?, si nosotros estamos manejando el asunto. Que nos arme el circo que nosotros festejamos…

T. 11 – Es un poco lo que dice Macaya Márquez en el documental…

– …Sí, es buenísima esa frase: «este tirará el centro con la izquierda pero el gol lo vamos a hacer nosotros». Es decir, para la Junta no significaba ningún riesgo, si no, hubiera volado.

T. 11 – Además hay una utilización del discurso de Menotti por parte de la dictadura: ciertas alusiones a la defensa del estilo argentino, a la defensa de la identidad argentina suenan bien en los oídos de los militares. Y más cuando Menotti hablaba del «proceso» que se había iniciado con él al frente de la selección…

– Esa palabra, es cierto, le encantaba.

T. 11 – Otro mérito es que lograste que Sergio Renán hablara, hiciera una autocrítica sobre «La fiesta de Todos». ¿Cómo fue eso?

– A Renán lo llamé hace veinte días. Una productora de televisión vio el material y me dijo: si lo van a «liquidar» a Renán, ofrecele que hable. Lo llamé, le conté, le dije: sé que hace mucho que no habla del tema, que no quiere hablar…; me dice, y ¿qué te parece? Nos juntamos en La Biela, hablamos de Racing, de otras cosas, y le mostré un trailer del documental y lo que se decía sobre su película. Lo miró atentamente y me dio una explicación que es similar a la que quedó editada. Que él intentó mostrar la alegría del pueblo, que eso no era ficticio, que era real, pero que cometió un pecado que lo marcó para el resto de su vida. Acordamos grabarlo al otro día y así fue.20

T.11 –Y ¿cómo evalúan algunos otros su participación en ese film a treinta años?

– El único que dijo claramente «eso no lo tendría que haber hecho», aunque aclaró que él no actuaba fue Diego Bonadeo. Después Macaya Márquez dijo que no siente que haya estado al servicio de nadie y alega que había que estar en esos momentos cuando el equipo estaba en la cima, en la victoria, en plena euforia.
A mí (porque era muy chico, tenía cuatro años) me da esa sensación de la que hablamos anteriormente: el que quería saber «algo» de lo que pasaba, sabía. Además hay algo que no podemos soslayar, que es fundamental: en todos los que hicieron trabajos para el mundial hubo un interés claro que era el dinero.
No sólo los que actuaron en la Fiesta de Todos; la cantidad de ejemplares que vendía El Gráfico (entre 300.000 y 500.000 cuando salió campeón); los cines se llenaban para ver los partidos en color; Piazzolla hizo un disco especialmente: Piazzolla ’78; en las publicidades del EAM estaban Juan José Camero, Gálvez, Carlitos Balá… Había mucha guita y hubo «canilla libre». Pero, es muy difícil ponerse en la piel de esa gente, en ese lugar y preguntarse: ¿qué hubiera hecho yo en ese momento, en esa situación con ese nivel de conciencia? Sólo los que estuvieron pueden responderse esa pregunta.

T. 11 – ¿Cuál fue el hipotético destinatario de tu documental? ¿Para qué público lo pensaste?

– La verdad no me imaginé un público determinado, pero afortunadamente el documental se proyectó en varios colegios, en centros culturales y una de las cosas más maravillosas que me pasa es que vienen muchos pibes y te dicen «no sabés la cantidad de cosas que me enteré sobre la dictadura viendo esto». Y eso lo permite el fútbol, porque tal vez un material de una hora y media sobre el Proceso, no se lo bancan. Que sea movilizante para los pibes para mí es una satisfacción enorme.
Uno hace las cosas para intentar comunicar algo pero sin la intención de imponer. Por eso de entrada decidimos no poner voz en off para evitar «editorializar.

T. 11 – El documental está organizado temáticamente, Lacoste, las Madres, Muñoz, el doping etc. ¿Ese fue el esquema original o lo armaron en la edición, en el montaje?

– Ese fue el primer criterio. Contar qué hizo esa gente: los que estaban «guardados», las Madres, los exiliados… y como te dije al comienzo, la idea del homenaje que fue rápidamente descartada.

T. 11 – Con el paso del tiempo ¿cómo creés que se recordará el Mundial? ¿Como el Mundial de Kempes? ¿El de los desaparecidos? ¿El del 6-0 a Perú…?

– Más allá de que le duela al futbolero, es una boludez poner en el centro de la cuestión si hubo doping o no, siendo que a siete cuadras de allí torturaban gente y los tiraban vivos al mar. En la medida que pasen los años, setenta, ochenta años ¿quién se va a acordar de los goles de Kempes? Pero no en el sentido de desmerecer el logro ni de adjudicarle culpabilidad a los jugadores. Kempes fue un fenómeno antes, durante (aunque tal vez con ventajas) y después del Mundial. Lo mismo Fillol, lo mismo Passarella… En ese sentido sí son cosas diferentes.
Como dice Carlos Ares, lo que queda en la memoria de la gente es el genocidio. Se pasarán los goles, pero siempre con esa referencia culposa que cargan los jugadores, el cuerpo técnico y gran parte de la sociedad.
La historia pone las cosas en su lugar. En 1988, a diez años del Mundial, la conmemoración fue desde los festejos futboleros. En 1998 fue una mezcla. En el 2003 la mezcla se profundizó. Y ahora se va a jugar «La otra final».21 Lento, pero se mueve.

T. 11 – El documental abre y cierra con imágenes de «la gente», «el pueblo» festejando, invadiendo las calles de manera enfervorizada y con esa voz omnipresente de José María Muñoz: lo del medio (el resto del documental) me pareció un largo paréntesis, vivido como una especie de «pesadilla» de la que se quiso despertar para seguir festejando. Es una mirada muy crítica. Ese cierre sugiere la imposibilidad de oír, de ver, de enterarse de lo que pasaba más allá del triunfo.

– Sí, la intención apuntó a plantear cómo, a pesar de todo lo que acaban de ver, después, pasó esto: y vuelven los festejos. Está en relación a la frase de Eduardo Anguita previo al cierre: «hay que cargar la culpa y la responsabilidad que sí la tienen, sobre los dictadores asesinos pero hay que tener una mirada mucha más crítica y ácida sobre la sociedad argentina, que ante el primer grito de éxito va corriendo atrás».

* Profesor de Historia. Miembro del Consejo Editor de Tesis 11.
**Periodista egresado de Deportea. Ha trabajado en el diario deportivo Olé; en TyC Sports;
fue corresponsal de Gol TV. Actualmente trabaja en Radio Continental, escribe para Terra Magazine
y da clases en ETER.

Notas

1 «La fiesta de todos» (1979) dirigida por Sergio Renán se convirtió en «la película más oficial de la dictadura». Véase García, Santiago: «El cine colabora»; en revista Leer cine Nº5. Marzo de 2006.

2 El EAM 78, creado por la ley 21349 que declaraba al Mundial ‘78 de «interés nacional» fue presidido en su origen por el General Omar Actis (hombre de Videla). Las diferencias con Lacoste (hombre de Massera) eran notorias. Actis fue asesinado en agosto del 1976. El atentado fue adjudicado a una fuerza inexistente: el Ejército Revolucionario Montonero. La disputa entre el Ejército y la Marina por controlar la organización del Mundial había sido saldada.

3 «El EAM debió disolverse en el ’78, pero en realidad se terminó en el ’79. (…)Todos los cálculos fueron hechos siempre por Lacoste y su gente. Ellos eran un Ente Autárquico y, por lo tanto, pedían plata y decían que después iban a presentar un presupuesto. Pero jamás presentaron ninguno. (…) Construir ATC costó alrededor de 100 millones de dólares». Juan Alemann, Secretario de Hacienda; en Scher-Palomino: Fútbol: pasión de multitudes y de élites.
Documentos del CISEA (Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración). 1988. El costo original fue fijado en 70 millones de dólares. La pérdida para el país fue superior a los 500 millones. Véase Cernadas Lamadrid, J.C.- Halac, R.: Los militares y el mundial. (Yo fui testigo. Tomo 8). 1986.

4 Véase Gotta, Ricardo: Fuimos campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6 a 0 a Perú. Bs. As. Edhasa. 2008

5 Sobre la historia y la «carrera» de Julio Grondona véase, por ejemplo, Borenstein, Ariel: Don Julio. Grondona, el dueño de la pelota. Bs. As. Planeta. 2001.

6 Gotta, Ricardo: Fuimos campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6 a 0 a Perú. Bs.As. Edhasa. 2008

7 En 1979 lo compró Vélez Sarsfield. Allí se instaló con fuerza la sospecha sobre el defensor.

8 «Alguien» del cuerpo técnico de Vélez declaró a un medio colombiano que Manzo había reconocido en la concentración que la mayor parte del equipo peruano se había vendido contra Argentina. Esto desató un escándalo en Perú. Para la prensa de nuestro país pasó prácticamente desapercibido.

9 Claudio Tamburrini era arquero de Almagro y estudiante de filosofía. Fue secuestrado por un Grupo de Tareas en 1977. Permaneció detenido – desaparecido en la Mansión Seré (centro clandestino de la Fuerza Aérea). Se escapó junto a tres secuestrados más el 24.03.78. Narró su experiencia en el libro «Pase libre» en el cual se basó Adrián Caetano para su película «Crónica de una fuga» estrenada en 2006.

10 Muñoz arengaba desde Radio Rivadavia «Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar». En Gasparini, Roberto – Pónsico, José Luis; El director técnico del Proceso. El Cid Editor. 1983.

11 Un excelente relato paródico sobre el estilo de las nefastas transmisiones de José María Muñoz es el cuento de Roberto Fontanarrosa ¡Qué lástima, Cattamarancio! En El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos. Bs. As. Ediciones de La Flor. 1985.